De Tárrega a el Palau d'Anglesola. (20/04/2013).
Tras el paréntesis de Semana Santa y el peregrinaje por el “humedal” Castellano, nos disponemos a retomar la aventura Jacobea por la planicie de “Les terres de Ponent”.
El horario de verano, la lejanía de nuestro punto de partida y el adelanto en la hora de salida nos han obligado a abandonar el “sobre” (cama) antes de que despuntara el sol por el horizonte y, hoy, somos nosotros los que recibimos al Alba y no al revés.
En el autocar, como siempre, reina ese maravilloso ambiente de camaradería, sonrisas y parabienes, típicos del diverso y variopinto, pero a la vez cohesionado y fabuloso, grupo de GRManos ¡Dios conserve esa diversidad y ese respeto! ¡Amén!
Colean, aun, las aventuras y desventuras de Semana Santa y los remojones sufridos por Tierra de Campos. Alguna que otra barriga delata, sin pudor, los excesos de los malos cristianos; esos que confundieron el ayuno con el desayuno, la oración con la ración y la procesión con la deglución. Durante la fatídica semana palentina es posible que hubiera abstinencia, e incluso penitencia, pero queda absolutamente descartado que ninguna de las almas peregrinas practicara el ayuno.
En nuestra última etapa, la lluvia nos había conducido a la capital de la comarca de l’Urgell, Tárrega, y desde allí reiniciamos la marcha para, de Este a Oeste, adentrarnos en el Pla d’Urgell, antesala del final del “nostre Camí de Sant Jaume” a Catalunya.
Si hasta hace algunas fechas, el grueso del pelotón se “tragaba” las etapas largas sin rechistar, de un tiempo a esta parte se aprecia un trasvase continuo de simpatizantes hacia al grupo de los recortadores. Muy a mi pesar, tendré que empezar a reconocer la valía de los dirigentes de los Recortadores, pues… ¡Uno puede estar equivocado, pero muchos... difícilmente! De nada sirve el esfuerzo por reconducir a los descarriados a la senda “correcta”, sermoneándolos con las bondades del auténtico peregrinaje, los desayunos entre la naturaleza y la necesidad de castigar al cuerpo para mantenerlo en forma. Tal es la maestría de los jefes de los “otros”, a la hora de localizar locales donde guarecerse de las inclemencias meteorológicas (ya sea frío o calor), acomodar las posaderas, degustar aperitivos y beber algún refrigerio o infusión, que convierten nuestras inútiles proclamas en vanos mensajes tan volátiles como el humo.
Por si esto fuera poco, hoy los Maratonianos se rajan cobardemente y, aduciendo ahorro de energía para la “Cursa dels Bombers”, deciden aliarse con los “otros” y ahorrarse unas cuantas zancadas ¿Dónde quedaron los sufridos y valientes Filípides?
La mañana, aunque clara y soleada, se presenta fresquita e invita a caminar, y a pesar de los intentos reiterados, de varios de nosotros, por convencer a ciertos personajillos para que despeguen su trasero del acolchado, éstos hacen oídos sordos y, sin el más mínimo rubor, permanecen apoltronados en sus asientos haciéndose los despistados.
Sin motivo aparente, la empresa de transportes nos ha cambiado el conductor habitual por otro, más novato, jovenzuelo e inexperto. En el “tierno” piloto apenas apreciamos (los hombres) cualidades físicas o intelectuales fuera de lo normal, por lo que no llegamos a comprender cómo algunas féminas cuchichean e intercambian pareceres sobre el “afeado” individuo. El adefesio, que luce careto y tupé de escaso gusto y dudosa hombría, deja bastante que desear. Nada comparable con el porte, elegancia y “madurez” de todos nosotros: fornidos, inteligentes y apuestos GRManos, sin distinción. Sin embargo, ellas no deben opinar lo mismo, pues más de una lanza furtivas miradas pecadoras hacia el “desmejorado y escasamente agraciado sustituto”.
Mientras la mayoría de GRManos permanece anclada a sus butacas con destino Anglesola, los integrantes de la sufrida minoría abandonamos el vehículo y, desde el centro de Tárrega, en desbandada y sin pistoletazo de salida, nos ponemos en marcha por la interminable Avenida de Catalunya hasta abandonar la ciudad. Al asfalto de la citada avenida debemos añadir unos cuantos Kms más de la antigua y alquitranada Nacional II, hasta Vilagrassa. Allí, pasamos por las silenciosas calles, con sus casas centenarias a ambos lados, y tras dejar atrás el villorrio, sobrepasamos la Autovía del Nordeste (A-2) por un puente. Enfilamos, entonces, otra carretera (la C-53) que nos conducirá a Anglesola (punto de partida de nuestros compañeros). No será hasta la salida del citado pueblo cuando, por fin, aparezca el ansiado y bendito camino, que dará tregua a nuestros molidos pies y aliviará el sufrimiento a nuestras articulaciones.
A medida que nos adentramos en la comarca, apreciamos que l’Urgell no forma parte de ningún conjunto homogéneo, más bien es una zona de transición entre las tierras ásperas y quebradas de la Segarra y las llanuras de la ribera del Segre. Desde esta perspectiva, la comarca se convierte en una zona de paso más que de estancia y un punto de enlace entre las zonas de montaña y el llano, y entre el litoral y el mar.
Poco a poco se aprecian los cambios orográficos del terreno en el cual nos adentramos. Se hace evidente la trasformación de suelo en campos acondicionados eminentemente para el regadío, en comparación con los agrestes y secanos de la colindante de la Segarra. De inmediato, ante nuestros ojos, aparece el impulsor de tal cambio y benefactor, a su vez, de la bonanza económica de la comarca: El Canal de Urgell (Después de muchos proyectos, los más antiguos datados en el S. XIV, y tras años de lucha por la construcción del canal, el ingeniero Domingo Cardenal construyó el canal de Urgell en 1853, basándose en un proyecto de Pedro de Andrés Puigdollers. La inauguración oficial del mismo tuvo lugar el 5 de agosto de 1862).
Las prisas, o quizás nuestra incapacidad para localizar un recinto donde desayunar cómodamente sentados (¡no como otros!), nos lleva a acomodarnos junto al Canal y a utilizar una pequeña esclusa, a modo de improvisado banco, para mitigar el voraz apetito, aligerar el peso de las mochilas y saciar nuestra sed con la bota de vino.
Mientras la mayoría degustamos parsimoniosos el bocata mañanero, amenizándolo con amenas y variadas pláticas, Albert decide poner pies en polvorosa y acomodarse a su ritmo. Así, pretende evitar verse arrastrado por la vorágine febril que, de vez en cuando y sin motivo aparente, emprenden algunos de los desbocados caminantes.
Previo paso por el WC campestre (los hombres aquí te pillo aquí te meo, y las mozas al amparo de una construcción lejana), reemprendemos la marcha, para seguir fustigando a nuestros miserables dirigentes, compartir anécdotas y reír a carcajada suelta con los inocentes chistes, ocurrencias y/o desvaríos de algunos de nosotros.
Curiosamente, la jornada de hoy destaca por su escaso afán persecutorio y por ello transitamos sosegados, de momento, sin prisa pero sin pausa, en dirección a la meta.
Avanzamos entre parcelas de maíz recién plantado, frutales en flor (manzanas y peras), acequias de riego y varias lagunas y humedales típicos de la zona. En alguna de estas parcelas, los “pageses”, acomodados en sus tractores, labran la tierra para liberarla de la maleza y airear convenientemente el terreno; favoreciendo, así, el crecimiento, la salud de la plantaciones y la mejora de la cosechas. Cabe destacar el “moreno oscuro” que lucen un par de “currantes” del lugar; individuos de piel negra azabache surgidos de la nada, que desaparecen al instante, tras el polvo del camino, en dirección hacia el poblado próximo, pedaleando cansinamente a lomos de unas míseras bicicletas y vestidos con ropas harapientas, desgastadas por el uso cotidiano.
Salteadas, una aquí…otra allá, a las afueras de los poblados y esparcidas entre los campos de cultivo, aparecen las explotaciones ganaderas y los cebaderos de: cerdos, vacas, gallinas, conejos, ovejas… que afean el paisaje, con su horrenda arquitectura de rasillas, e impregnan el ambiente de aromas embriagadoramente “naturales”.
La claridad del día y la llanura del paraje nos permite divisar perfectamente los horizontes: a nuestra derecha y en la lejanía, las nieves del Pirineo Oscense; al sur y a la izquierda, las estribaciones de la Sierra del Tallat (frontera natural con La Conca de Barberà y Les Garrigues), y al frente la exuberante comarca del Pla d’Urgell, hacia donde se dirigen nuestros pasos, “milagrosamente” desperdigados como siempre.
Alcanzamos Castellnou de Seana (frontera de ambas comarcas) y avanzamos por la calle principal hasta la plaza de pueblo, donde, por sorpresa, nos recibe una manada de jóvenes cebras trasnochadoras, alegres, lozanas y de buen ver, que deducimos participan en una despedida de soltera. A pesar del elevado interés que los castos GRmanos mostramos por las citadas hembras y su rayado atuendo, éstas apenas se percatan de nuestra presencia y hacen oídos sordos a nuestros inocentes comentarios y desinteresados ofrecimientos de ayuda. Constatado queda que de un tiempo a esta parte somos invisibles a los ojos de ciertas mujeres. ¡Quién tuviera su edad para compartir con ellas esos dulces momentos o merecer siquiera una de sus miradas!
Humillados y cabizbajos, dejamos atrás las últimas casas del lugar y nos adentramos en el Pla d’Urgell. Al retomar de nuevo el camino, de improviso y por sorpresa, pues los hacíamos más adelante, nos topamos con nuestros compañeros de fatigas, los cuales caminan alegres, felices y parsimoniosos sin importarles para nada nuestra presencia. En sus risueñas y relajadas facciones queda reflejado, sin el menor atisbo de duda, que han desayunado bien sentaditos en algún local y se han puesto morados de aceitunas, obsequio de la casa. Su casino caminar y sus trabadas conversaciones delatan la ingesta indiscriminada de cerveza por parte de algunos, y de su aliento se desprende que varios de ellos/as ¡incautos! han degustado, incluso, un buen café. Increíblemente, los rajados Maratonianos que les acompañan, se mofan de nosotros y se vanaglorian de su sabia decisión; alaban las bondades y exquisiteces de los jefes delanteros y ponen en duda la conveniencia de regresar, en futuras etapas, junto a nosotros, sus amigos fieles y amantes sufridores del autentico peregrinaje.
Para más Inri, alguno de ellos, se jacta ante nuestras narices de haber compartido charla amigable y algún que otro palmeo (consentido eso sí) con las “cebriles” mozas de la despedida. Al parecer, y con el único fin de dar el visto bueno a la moza, ha sido imprescindible comprobar y calibrar la calidad del pandero de la homenajeada casadera. Otro, incluso, osa poner en duda nuestra hombría por transitar siempre en el grupo perseguidor (mayoritariamente masculino) y menospreciar la calidad intelectual y humana, y las bondades del “otro” eminentemente femenino ¡Ya volverán al redil los desertores y suplicarán inútilmente nuestra ayuda y amena conversación! ¡Traidores!
De entre el grupo de féminas cabe destacar hoy a Sonsoles, que camina escondida tras unas inmensas gafas oscuras del tamaño de las de un motorista de los años 70. Al parecer, un percance con el canto de una mesilla de noche, ocurrido en un hotel de Madrid durante las vacaciones, es el causante de tal desaguisado y el inductor a su desmedido afán por esconder el cuerpo del delito ¡Un ojo morado! ¡Un accidente aduce!...¡Ja..ja..ja! Conociendo como conozco la fogosidad de los abulenses (pues soy uno de ellos) pongo en cuarentena tan burda excusa y la achaco, sin el menor atisbó de duda, a una noche de lujuria y desenfreno junto al rejuvenecido pensionista Ginés ¡Gajes del oficio amigos míos… que le vamos a hacer! ¡Todo sea por la pasión!
El trayecto hasta el final de la etapa: El Palau d’Anglesola (Las raíces parecen provenir de un palacio o Almunia árabe, que, durante la conquista del territorio por los condes de Barcelona en la segunda mitad del siglo XI, fue ocupado por Ramon Gombau de Anglesola (1084). Un siglo después, durante la política repobladora de Alfonso I el Casto, interviene otro Anglesola, concretamente Gerbert d'Anglesola, en colaboración con los templarios), se realiza en pequeños y desgajados grupos de GRmanos, fruto de la mezcla espontánea de ambos grupos. Próximos a la meta, unos pocos aligeran el paso para terminar de una vez con el tortuoso asfalto del final de la etapa. Otros (los más) se lo toman con relativa calma, dando prioridad a las conversaciones y disfrutando del paisaje que la exuberante naturaleza primaveral nos regala a los ojos.
Finiquitada la marcha nos reagrupamos junto al autocar, sin contratiempos ni pérdidas aparentes, para dirigimos hacia el Bar a fin de dar buena cuenta de la comida. Allí, acomodados en las mesas del establecimiento engullimos, a grito pelado, cual jaula de grillos: bocadillos, platos de pasta condimentada, ensaladas, cerveza, vino, frutos secos, chocolates y todo aquello que ose pasar por delante de nuestra nariz.
Acabado el ágape procedemos a celebrar la tradicional Diada de Sant Jordi, tal y como sucede en la “hermandad” GRMana desde tiempos remotos. ¡Pasión y cultura!
La algarabía y el jolgorio se instalan entre “princesas” y “caballeros” ansiosos por conocer el secreto tan celosamente guardado. Tras unos instantes de espera, los vítores y aplausos estallan en el abarrotado local y al son de los mismos recibimos la buena nueva: las cabezas pensantes han decidido conmemorar el 23 de abril de 2013 con un libro atípico ¡Nada de novelas de aventuras como suele ser habitual ¡ ¡NO, NO! Este año recibiremos un fantástico, maravilloso, único e inigualable documento gráfico que recopila gran parte de lo acontecido en GRManía durante sus 17 años de historia.
Como preludio a los repartos del “tesoro”, expectantes asistimos a los discursos de rigor. A modo de prólogo, Pepe Hervás, haciendo de telonero, se dirige a las fervientes huestes GRmanas para dar inicio al sublime acto con un mensaje de presentación breve (como su estatura), pero conciso y agudo (como su inteligencia). Le sucede Evaristo, el cual amparándose en su labia, conocimientos y dominio de las masas (fieras y patrones vividores) nos explica y aclara, con aplomo y maestría, el cómo y el por qué de las cosas. Toma el testigo Antonio: individuo poco dado a la improvisación, meticuloso, ordenado y detallista, que se saca de la manga (mejor dicho del bolsillo) su perorata bien “entrenada” para superar el “muro” sin contratiempos y llegar a la meta a la hora prevista. Continua Pedro, aceitunero y genial “rimaor” de palabras que según la percepción de este humilde escribano (y que me perdone si erro en mi interpretación) se siente mucho más cómodo entre lápices y letras (¡no digamos si se trata de rimas!) que practicando la oratoria ante el enfervorizado populacho. Acto seguido, y para cerrar el acto, interviene María: dama sin igual, concienzuda y eficaz trabajadora, que esconde sus nervios tras la mejor de sus sonrisas e intenta quitarse méritos humildemente y salir de atolladero cuanto antes, mientras piensa….¡Lo mío no son los discursos!
Finalmente (y tras pasar por caja… jajajajaja), se procede al reparto del preciado tesoro. Éste, viene milagrosamente cargado de: Epístolas, poemas e imágenes; de múltiples vivencias, situaciones y recuerdos; de emociones, sentimientos, alegrías y algún que otro sustillo”, impregnados todos ellos de olor a gloria; experiencias únicas que marcaron el devenir de nuestros días; momentos de júbilo y otros de cierta angustia que enriquecieron al grupo y ayudaron a cohesionarlo aún más, si cabe.
En definitiva una obra de arte, amamantada diariamente por cada uno de nosotros, donde queda plasmada la impronta, enjundia y valía del grupo ¡Solo quien lo vive es consciente de la magnitud de su grandeza! ¡Un placer y un honor formar parte de él!
P.D. ¡Mil gracias a los pensantes y a los ejecutores de tan maravilloso plan!
Pero recordad; ¡No os olvidéis de mí y hacedme entrega del material lo antes posible! Pues al final, y por cuestiones de imprenta, me quedé (como otros varios) sin el preciado tesoro y … ¡No pienso soltar la mosca hasta tenerlo bien agarrado!.
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