domingo, 16 de febrero de 2014

GR7: Etapa 6. Hostal del Cap del Pla - Solsona. (08/02/14)

¡Jolín que gentío! ¡Ni que hubiera comilona! Y “suerte” que algunos de los asiduos/as (Nuria, Cati, Maribel, María, Antonia, Fina, Joan Lluis, Jordi…y que me  perdonen los obviados, pues mi neurona ya no da para más) han desertado y se han quedado al amparo de las sábanas, que si no… ¡no cabríamos en el autocar! A este paso los del furgón de cola deberemos renunciar a la “sana” costumbre de disponer de dos plazas para cada uno de nosotros y compartir asiento y apreturas con los demás viajeros. ¡Que injusticia!

Sea porque... hay hambre caminero, porque... se presentó la etapa como una bajada a la gloria, porque... hoy madrugamos menos, o... simplemente porque... SÍ; el caso es que el grupo presenta un maravilloso y concurrido aspecto. Un poco más y colgamos el cartel de ... ¡AGOTADOS LOS BILLETES PARA LA FUNCIÓN DE HOY!

Tras abandonar puntualmente la Sede Episcopal de Egara por la autovía de la Bauma (tal y como se está poniendo el tema eclesiástico con los “fundamentalistas señores” que nos desgobiernan, habrá que estar a bien con el clero), nos dirigimos a recoger a los “Vacariseños”. Al llegar al punto que creíamos de encuentro, nos percatamos de que los lugareños aún no han dado señales de vida. El gallinero se alborota y algunos desinformados nos preguntamos: ¿Se habrán olvidado de que hoy es sábado? ¿Tal vez se les pegaron las sábanas o no madrugaron lo suficiente? ¿Quizás no calcularon bien el tiempo necesario para atalantar al ganado y proceder al ordeño de las vacas que dan nombre al lugar? Sea como fuere, los gallos hace rato que cantaron y ellos aun no han hecho acto de presencia, o sea que…  a esperar, mientras por lo “bajini”… les maldecimos los  huesos. Sin embargo la realidad de lo ocurrido nada tiene que ver con la ficción con que este desinformado cronista pretende embaucarles a ustedes, pues los Vacariseños sí se hallaban en el lugar acordado para el encuentro, con bastante antelación incluso al horario previsto, y fue la descoordinación GRMana y el cambio de conductor (que pasó del largo por el punto acordado de recogida), los causantes del embrollo.¡ Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios!

Al son de los ronquidos, un precioso amanecer nos da la bienvenida y va descubriendo a nuestro paso los deliciosos encantos de la Catalunya central: Majestuosas “Masías” solitarias rodeadas de bosques y praderas, ganado desperezándose de la noche pasada al abrigo de las estrellas, campos de sembrados que, desafiando al frío invernal, pintan el  terreno con los primeros brotes verdes de la temporada, y … al fondo… la sierra del Port del Compte, moteada de blanco por las últimas y copiosas nevadas de los días pasados. Pero… como todo no podía ser gloria y siempre hay un “pero”... por la estrecha carretera, normalmente solitaria, berrean enloquecidos en persecución desbocada, multitud de vehículos encabritados, repletos de ávidos esquiadores en pos de los placeres de la nieve.

Partimos del Hostal del Cap del Pla, donde suponemos se come bien, y digo suponemos, pues en la etapa anterior casi no nos permitieron pisar en su interior y a duras penas olisquear, efímeramente, sus aparentemente apetitosos manjares. Algún veterano, asiduo cliente del lugar, afirma que vale la pena detenerse allí, de  vez en cuando, a reponer fuerzas y a descansar. En la explanada anexa al hostal, que hace las veces de aparcamiento al aire libre, fumando, frotándose las manos y charlando amistosamente, se concentra una nutrida partida de cazadores de jabalí. Tras un leve intercambio de pareceres, nos despiden entre sonrisas y nos aconsejan no interponernos en su camino, vaya a ser que nos confundan con los salvajes porcinos que arrasan los sembrados.

Extrañamente compactos, iniciamos la etapa dando bandazos de un lado al otro de la carretera cual borrachos inconscientes. El continuo trasiego de vehículos abarrotados de ”gentes de las nieves” desaconsejarían nuestro irresponsable proceder, pero nosotros, amantes insensatos del riesgo y la aventura, hacemos oídos sordos a la prudencia y jugamos con el peligro como el niño imprudente juega con el fuego. Afortunadamente, el trazado por la carretera es corto y rápidamente nos ponemos a salvo de los peligros automovilísticos, acomodando nuestro deambular al amparo de una senda paralela a la calzada. 

Tras abandonar el asfalto hacemos un breve rodeo en el camino (a causa de un vallado que interrumpe el paso)  y recibimos la noticia del mareo de Angelines, en el grupo trasero. Alguien propone una pausa para reagrupar al personal y esperar a la enferma, sin embargo, en ninguno de nosotros parece calar lo de la pausa y al momento nos olvidamos de la damnificada y seguimos a nuestra bola.  ¡Viva la solidaridad!

La espléndida y fresquita mañana, que nos había dado la bienvenida en la explanada del Hostal del Cap del Pla, poco a poco va empeorando y negros nubarrones aparecen por el oeste amenazando nuestro futuro inmediato.

Abrigaditos, recorremos la pista forestal oteando las proximidades del lugar en búsqueda de algún paraje propicio para desayunar. Pero el track, que debería ser nuestro guía y timón, no hace sino todo lo contrario a nuestros intereses y nos despista en más de una ocasión llevándonos por el mal camino. Ya sea fruto del citado track (posiblemente bicicletero), del palique al que algunos nos abandonamos, o del despiste de rigor, el caso es que nos vemos obligados a desandar un trozo del trayecto recorrido, a fin de evitar adentrarnos de nuevo en el asfalto y así recuperar la senda perdida.

Descendemos por un amplio camino y de improvisto, a la salida de una pronunciada curva, de entre el  arbolado, en un claro del bosque, divisamos a nuestra derecha, en las alturas que dominan la vaguada, los emergentes restos de lo que antaño fuera un esplendoroso Castillo Fortaleza. Hoy ruinas desvencijadas añorantes de un pasado de vino y rosas. Contrastando con la sobriedad de los pedruscos de la atalaya, al otro lado, hacia abajo, en la hondonada, repartidas en diferentes bancales y al abrigo de las inclemencias climatológicas, se desperezan tranquila y mansamente unas cuantas vacas y sus crías. Pacientemente aguardan a que escampe el temporal y suponemos, desean, que por el horizonte aparezcan los benefactores rayos solares que calienten sus entumecidos huesos tras otra noche más pasada a la intemperie.

Con el estómago reclamando nuestra atención, algún avispado localiza una roca plana en la linde del camino y sin dudarlo nos acomodamos de inmediato en ella para reponer fuerzas… ¡Más allí no estamos todos! pues los del grupo delantero han continuado la marcha unos cientos de metros más y se hallan cobijados al amparo de una nave en compañía de varios aperos de labranza y un buen montón de serrín ¿Será aquí dónde vienen a rellenar el cerebro nuestros banqueros, políticos, gobernantes y gentuzas varias? 

Desayunamos acompañados de ligeras gotas de lluvia que no impiden el correr de la bota de vino ni nuestro avituallamiento, pero si nos obligan a rescatar de las mochilas los chubasqueros y algún que otro paraguas. Destaca, de entre los múltiples y variados atuendos antediluvianos el llamativo paraguas ROSA de Fidel, el cual convierte a su amo, "ipso facto". en el blanco de nuestras chanzas y burlas, y hace dudar a los más “machotes” de la supuesta hombría del portador. ¡Mallas ajustadas y paraguas rosa!? ¡Ui..ui...ui...! 

Concluido el tentempié reanudamos la marcha mientras la arrecia la lluvia. Alcanzamos el cobertizo de los “refugiados” y nos guarecemos en él para localizar nuestros protectores acuáticos y vestimenta de peregrinos encapuchados. Entre los citados protectores de la “FINA”… lluvia (entiéndase por fina lo referente al agua, pues ninguna de las otras Finas GRManas ha venido a la etapa) cabe resaltar el aparatoso y gigantesco paraguas Palentino de Don Hervás, que el susodicho se agenció en la pasada Semana Santa, allá por tierras castellanas. Al parecer, el amigo Pepe quiso ser fiel al refranero Mesetario y decidió tirar por lo sano… ¡Ande o no ande siempre burro grande!  Tal vez desconociendo aquel otro refrán que dice: ¡Al que compra paraguas cuando llueve, valiendo sólo seis le cobrarán nueve! … ¡o NO…, vaya usted a saber con los Chinos!

Poco a poco la lluvia va amainando y van desaparecen los disfraces que protegían y camuflaban nuestros cuerpos. Pero como la digestión de los chorizos, engullidos anteriormente, ha ralentizado el caminar, el grupo se estira como un chicle en manos de un niño juguetón y nos vemos obligados a una nueva parada con el fin de reagrupar al personal. 

Acompañados del Negro, a nuestra izquierda, reemprendemos la marcha y descendemos en pos del punto final de la etapa para los del grupo B: El Cementerio Modernista de Olius.

(El cumplimiento, muy tardío, de las disposiciones gubernamentales dictadas por Carlos III -que obligaban a la eliminación de los antiguos cementerios parroquiales-, dio origen al Cementerio Modernista de Olius. Éste se encargó en el año 1915 al arquitecto diocesano de Solsona - diócesis a la que pertenece el municipio de Olius - Bernardí Martorell i Puig, hombre de confianza del entonces obispo de Solsona - más tarde nombrado Cardenal Francesc d'Assis Vidal i Barraquer -.Bernardí Martorell i Puig, discípulo de Gaudí - que influye fuertemente en su estilo -, fue un arquitecto modernista tardío, en el que este estilo iba siendo sustituido por el Novecentismo.

El cementerio ocupa un espacio de rocas caídas, rodeadas de encinas, en que prácticamente no se ha alterado el entorno natural. Se combinan, pues, un símbolo de la muerte, las rocas caídas y un símbolo de la vida, las encinas siempre verdes. Estos elementos - muerte y vida - siempre están simbólicamente presentes en un cementerio cristiano. La entrada está formada por un arco parabólico típicamente gaudiniano, de una gran sencillez y elegancia, que encontramos al subir por una amplía escalinata de piedra rústica. Esta puerta, no es la abertura de una valla de piedra, como es habitual en todos los cementerios catalanes, sino que es un elemento edificado entre dos enormes piedras, que con otros elementos naturales sirven de cierre al recinto. En el interior aparece un espacio relativamente ancho de planta irregular, adaptada al terreno, dónde las tumbas y los panteones en buena parte excavados en las rocas, siguen el sentido ascendente de la montaña. Sobresale un esbelto acopio de pequeñas piedras en forma cónica que culmina en una típica cruz gaudiniana de cuatro ramas - siendo el punto más alto del cementerio -. Al pie de esta construcción encontramos la tumba de los rectores de Olius, de muy sencilla factura con una estrella circular de un diámetro aproximadamente de un metro en que figura siguiendo el círculo la declinación en latín de la palabra "Muerte". Por todo el recinto encontramos panteones cortados en la roca, pero también sencillas cruces de hierro forjado y en todas ellas el nombre de las personas enterradas y la fecha de su muerte como únicas inscripciones. El mausoleo más importante es una sencilla capilla construida de piedra rústica a la derecha de la entrada del cementerio.  El cementerio de Olius integrado en la naturaleza y el paisaje del entorno, es un modelo de imaginación, expresividad, libertad, fantasía y una expresión funeraria del arte Modernista popular única en Cataluña y el mundo.)

Acabada la visita de rigor al monumento artístico-funerario nos despedimos de nuestros compañeros de fatigas y sin orden ni concierto, “campi qui pugui”, ponemos pies en polvorosa hacia Solsona, la cual dista apenas unos 5 Km. En apenas una hora recorremos el embarrado trayecto saltando charcos, uno aquí otro allá, hasta llegar a las puertas de la capital del Solsonés. Un grupillo de desorientados peregrinos necesitamos recabar cierta información de los lugareños para orientarnos y dirigirnos al Casal del pueblo, lugar de reunión. Procesada la misma, nos adentramos por las callejuelas del centro histórico de la antigua Sede Episcopal a fin de localizar el Bar del Casal donde ya nos esperan nuestros compañeros a mesa puesta. Previamente me dirijo al autocar a recoger mis vituallas en compañía de Carmen, la cual no dice ni mu en referencia a lo que ella ha ido a buscar. ¿Qué secreto esconde su bolsa?

La comida transcurre en plena armonía entre bromas, sonrisas y chascarrillos varios. De improvisto, aparecen por doquier varias cajas de deliciosos bombones para conmemorar el cumpleaños de nuestra querida Carmen. ¡Desvelado queda el motivo de su viaje al autocar hace un rato! ¡Gracias y Muchas Felicidades, amiga! ¡Que usted cumpla muchos más y nosotros que lo veamos!, o … como decía mi abuelo ¡Muchas  veces!

Hoy, para no perder la repetida costumbre de las últimas fechas (lumineta y lotería) la mayoría debemos pasar por caja doblemente: Una, para abonar los gastos de la romería y,  otra, para adelantar fondos para la reserva del camino de Santiago de la próxima Semana Santa. Rafael, papel en mano, recoge los caudales y anota nuestra opinión sobre el medio de transporte preferido para el desplazamiento a León. Sus buenas y democráticas intenciones no consiguen deshacer el entuerto y lo dejan todo en el aire, pues se produce lo que se conoce como un empate técnico en la consulta, enredando aun más, si cabe, la madeja.

El trayecto de regreso a casa se realiza sin contratiempos, a una hora extrañamente temprana para la costumbre. Tanto recortar, recortar,  al final las etapas serán simple y llanamente de calentamiento.... jajajajaja.

A la altura de Vacarisses, el autocar debe detenerse para facilitar el descenso de los lugareños, pues al parecer estos "señoritos"... ¡aún no han aprendido a bajarse del vehículo en marcha! 

Solsona, sábado 8 de febrero de 2014.

Blog de Gramania: 

Fotos Rafael:  

Fotos Antonio Gil: 

Hostal del Cap del Pla:  

Bar Casal de Solsona :