domingo, 17 de noviembre de 2013

Camí de Sant Jaume. (16/03/2013).

Por tierras de la Segarra. (La Pandella-Tàrrega). (16/03/2013).


Hoy nos disponemos a recorrer la Segarra. Comarca de “les de Ponent” situada en el altiplano que da nombre a la misma y en la cual abundan los campos de labranza dedicados preferentemente al cultivo de cereales. Caracterizada por un clima típicamente continental (fríos inviernos y tórridos veranos) ésta habitada por  “pageses” de la “terra” una de cuyas singularidades es la austeridad.

La Panadella: 8:30 horas de una fresquita mañana de Marzo.

No solo el desvió de la carretera ha afectado a nuestro emblemático punto de partida  (de paso obligado hasta hace unas décadas pero solitario a estas horas de la mañana), sino que el cambio climático ha ido enterrando las duras condiciones meteorológicas que antaño visitaban con regularidad estos lares. Atrás quedaron los duros inviernos en los que el blanco elemento solía ser asiduo compañero de lugar y sus transeúntes. Las constantes y puntuales nevadas, que hace unos lustros emblanquecían el paisaje y congelaban la vida de los lugareños, han pasado a mejor vida y se han convertido en hechos esporádicos que los jóvenes de hoy viven como algo mágico e idealizado.

Despedimos el alto en pos de nuestra meta (Tárrega), con la certeza de que ¡Hoy  Sí! daremos alcance a nuestros colegas de la avanzadilla. Tal convicción nos lleva a marcar un ritmo frenético durante los primeros kilómetros, hasta que nos percatamos del desparrame que nuestra incomprensible obsesión está generando los miembros de nuestro nutrido grupo.

En nuestro transitar por la Segarra nos acompañan, alternándose a uno y otro lado del camino, las coníferas del bosque Mediterráneo y los campos sembrados de cereales (cebada en su mayoría). En ellos observamos el lento pero inexorable crecimiento de los jóvenes brotes, que nos alegran la vista con sus diferentes tonalidades de verde, dependiendo del tipo de especie, la edad, la época de sembrado, la humedad  y la cantidad de rayos solares que alimentan sus raíces. El avance de las estaciones irá transformando el vergel actual en una gama de colores variados que, tras pasar por el naranja, mutarán al amarillo anunciando el secado de las plantas, el inicio de la siega y el final de sus cortas pero productivas vidas. ¡Alegría para nuestros esquilmados silos!.

Nos acompañan, en fincas salpicadas de maleza, alineadas hileras de olivos desprovistos de sus aceitosas y apetitosas drupas; compartiendo terreno y espacio con almendros cargados de blancas flores que presagian una buena cosecha otoñal de deliciosos frutos secos. Amenizan el idílico paraje campestre diversos pajarillos y otras aves autóctonas que con sus trinos y cantos primaverales anuncian los cortejos nupciales. Éstos, y tras la construcción de los nidos, darán origen a futuras crías de majestuosos vuelos y dueñas de una idílica libertad.

En el grupúsculo de cabeza, junto a los mentecatos que marcamos el vertiginoso ritmo, transita Chary. Sin apenas esfuerzo y hablando con la locuacidad y verborrea  de una cotorra desbocada, la damisela intenta justificar su ausencia en la Marathon de Barcelona aduciendo falta de preparación para el evento. En su afán desmedido por convencernos de tal sinrazón, a duras penas consiente que metamos baza en la conversación que mantiene con nosotros, sus acompañantes. 

Al ritmo de nuestros pasos, surge una amena y “profunda” conversación sobre los objetivos que los hombres tienen en su punto de mira cuando caminan detrás de una mujer. Tras arduas y acaloradas divagaciones, conseguimos llegar a la conclusión de que, perseguir un “pandero” como Dios manda alivia el caminar e impide la desorientación de los Peregrinos. ¡Nada mejor que señuelo tan atrayente para orientar a los dubitativos!

Para descartar cualquier tipo de dudas al respecto, ella misma (Chary), nos confirma  que de un tiempo a esta parte declina todas y cada una de las amables invitaciones que, procedentes del género masculino, la ceden, jovial y desinteresadamente el paso a la hora de ascender por las escaleras del metro y lugares parecidos; pues tales invitaciones no tienen como objetivo complacer a la dama en cuestión, sino aliviar los miserables y bajos instintos visuales de los hambrientos. Dicho lo cual, y sin que ella se percate, decidimos seguir la senda de su trasero para no perder más unidades por el camino, a pesar de que la moza decide negarnos sus encantos ocultando las posaderas tras una chaqueta colgada de sus caderas. Su obcecada conducta hace que la adelantemos sin miramientos y la abandonemos a su suerte. ¡Ni un solo lamento al hecho de que pueda ser pasto de los carnívoros del lugar!. ¡Bien merecido  lo tiene por insolidaria con los compañeros de fatigas!

Aunque el ritmo de nuestros pasos es elevado, el cielo permanece completamente despejado y el sol se eleva sin obstáculos hacia las alturas, la fresca brisa de la mañana nos obliga a mantenernos al amparo de nuestras zamarras.

Superadas las cuatro casas de Pallerols, somos asaltados de improvisto por el nauseabundo olor de una granja de gallinas que impregna el ambiente y castiga nuestra pituitaria sin compasión. Aligeramos el paso para liberarnos de tales efluvios en pos de San Antolín, el cual cruzamos sin apenas prestar atención.

Poco a poco, los adormilados estómagos despiertan de su letargo matinal y empiezan a solicitar nuestra atención. Descarta la incomodidad del camino por la falta de asientos, a la llegada a Sant Pere dels Arquells nos adentramos en el poblado y al lado de la Iglesia, en Parc de l’Avia Manela, decidimos acceder a sus demandas y complacer sus súplicas, dando buena cuenta de nuestros bocatas.

(De las facciones del primer pelotón apenas si tenemos noticias. No será hasta la hora de la comida, cuando la indiscreción de un destacado miembro del citado grupo, nos desvelará que ellos han desayunado bien sentaditos e incluso han localizado un centro de ancianos donde, por el módico precio de unos céntimos, se podía degustar un buen café y unos croissants. Nos llegará, igualmente, el rumor no confirmado, que mientras uno de los jefes delanteros proponía dar aviso del citado hallazgo a los rezagados, otro de ellos hacía oídos sordos y se negaba en rotundo a transmitir tal información.

De todas formas, aunque resulte difícilmente comprensible, doloroso y cueste de asimilar, admitiréis conmigo, que algo decente deben estar haciendo los jefecillos delanteros, pues de un tiempo a esta parte, aunque a cuenta gotas, aumenta poco a poco el número de sus miembros a la vez que disminuye inexorablemente el de los “nuestros”. Tal vez no sean tan “escasas” sus dotes de mando,  o simple y llanamente están sobornando a los débiles de espíritu con sus: rimas, desayunos en los bares, chistes graciosillos,  el pausado y ameno transitar,  o vete tú a saber que artimañas. Lo que se descarta absolutamente, por imposible, es que la culpabilidad “de los de atrás” en tal trasvase de GRManos. ¡Faltaría más!

A pesar de que hasta transcurridos varios Kms algunos no nos percatamos de su ausencia. Nos coge por sorpresa el abandono de nuestras huestes por parte de Don Ginés. Primeramente lo achacamos a una puntual obnubilación pasajera o despiste involuntario; más tarde surgen en nuestra mente dudas al respecto de sus supuestas cualidades: ecuanimidad, liderazgo, justicia y seriedad; hasta que finalmente consideramos, sin el menor atisbo de duda, que aquello no ha sido sino  una deserción en toda regla. Craso error el nuestro, pues  tras la correspondiente comilona del medio día, descubrimos el motivo de su noble actuación y le perdonamos todos y cada uno de sus múltiples pecados.

Resulta perfectamente comprensible que teniendo que acarrear en su mochila con innumerables cajas de bombones y botellas de cava, (para goce del personal) nuestro ilustre veterano  haya decidido acortar la etapa. ¿Qué mejor manera de liberar de un excesivo sufrimiento a su maltrecha espalda y empezar la jubilación como Dios manda? ¿Cómo evitar, sino, esfuerzos superfluos que puedan perjudicar el maravilloso transitar por la ociosa retirada que le espera? ¡Adiós a los vagos que no tocan un libro, a los malcarados que no respetan las canas y a los energúmenos de turno! Y también ¿por qué no decirlo? a los modélicos estudiantes (aunque escasos)  que ocuparon sus quehaceres diarios durante décadas de abnegada dedicación a la docencia. ¡Que usted lo disfrute muchos años y que nosotros lo veamos!)

Con el buche repleto y la digestión en pleno apogeo, reanudamos la marcha hasta toparnos con una encrucijada que siembra dudas en la mayoría de nosotros. ¿Para qué reagruparnos y consensuar la decisión sobre el rumbo a tomar? ¡Adelante con los faroles! ¡Qué espabilen y arreen los de atrás! ¡Faltaría más!

Sin dudarlo un solo instante, nos desviamos hacia la izquierda por una senda casi imperceptible y en fila de a uno caminamos por ella entre el arbolado. Jadeantes por el doble esfuerzo (ascenso y digestión) serpenteamos por la ladera, subiendo y bajando, y enfangamos nuestras zapatillas con el barro de la humedad producida por las recientes lluvias. De improviso, y deduzco que para espantar el miedo a la espesura del bosque, Fidel comienza a canturrear extrañas canciones. ¡Imposible identificar las melodías a causa del desafino de su pésima interpretación! Curiosamente, segundos después se une a él otro cantor de pésimo oído (Joan Lluis). Tal es el desvarió musical del coro en cuestión que, al instante, aparecen los primeros nubarrones en el impoluto cielo azul de la mañana. ¡Mal presagio!

Recuperamos de nuevo el ancho camino y en ese preciso momento, Don Ferrer, recibe una llamada telefónica que le informa de la pérdida (¡momentánea no se haga usted ilusiones!) de su María y de Caty. ¡Si hubieran seguido, como quedó claro anteriormente, alguno de los traseros que las precedían, no se hallarían ahora en la encrucijada y nos habrían evitado el desconsuelo que sentimos “todos” por su temporal ausencia (jajajajajaja)!

Don Josep (a grito pelado) nos informa del contratiempo  y nos conmina a detener la marcha en espera de las “perdidas”. Tras una leve pausa para reagrupar a los presentes, y tras conseguir que calle la boca el pregonero, hacemos caso omiso a su súplica lastimera y remolonamente reiniciamos la marcha. Abandonamos a nuestras amigas a la aventura, mientras a la derecha dejamos a un lado las casas de Vergós.

Enfrascados en nuestras chácharas y debates superfluos, y sin apenas echar la vista atrás en busca de las extraviadas, nuestros erráticos pasos se dan bruces con el rio Ondara. A su vera  recorremos el Camí dels Horts en dirección a ciudad de Cervera (título otorgado por Felipe V en 1702 por su apoyo en la Guerra de Sucesión Española). Las escasas y contaminadas aguas del río en cuestión riegan los campos y huertos del lugar, y sirven de aprovisionamiento para alguna que otra granja. De una de ellas (habitada por una nutrida piara de cerdos) emana un “perfume embriagador” que contamina el aire con su hedor y los acuíferos con sus  y apestosos purines.

Desconocemos si fruto del olor reinante, Fidel, retorna nuevamente a sus desafinadas odas, lo que conlleva la inmediata y creciente aparición de nuevos y negros nubarrones en el horizonte. ¡La amenaza de empaparnos hasta los huesos es ya un hecho incuestionable! Más aun, cuando Joan Lluis, echando más leña al fuego, comenta que las previsiones meteorológicas anunciaban precipitaciones para las primeras horas de la tarde, por la zona ¡Porqué no te callas… bicho de mal agüero!

Tras cruzar el escuálido cauce, enfilamos el camino que nos conduce a las puertas de la ciudad universitaria, la cual nos recibe, silenciosa y tranquila desde su atalaya, al amparo de las antiguas y derruidas murallas medievales. 

La conquista del barrio antiguo nos obliga a un sudoroso y cansino esfuerzo por la empinada Cuesta de San Francisco de Asís y demás calles adyacentes, hasta alcanzar la plaza de la Paería.

Nuestra “fe” cristina nos conduce a la Iglesia de Santa María (Templo gótico con importantes elementos románicos de su origen. Hacia mediados del siglo XI ya consta en una relación de parroquias del obispado de Vic. Coincidiendo con su fundación el año 1081 fue cedida del priorato de San Pedro Gros al monasterio de Ripoll. Durante la baja Edad Media, gracias a la pujante situación económica de la ciudad, se construyó sobre el antiguo edificio románico del actual templo de estilo gótico) para proceder a la visita de rigor, pero una vez más nos encontramos con el recinto cerrado y nos quedamos con las ganas de “orar” y disfrutar de sus maravillas.

Por cuestiones de tiempo, declinamos la visita a la Universidad (Mezcla de Barroco y Neoclásico, fue construida por orden de Felipe V, que en 1717 dictaminó una orden que suprimía las seis universidades existentes en Cataluña y preveía la creación de una única universidad en Cervera)mientras inútilmente desperdiciamos el mismo en la espera de las rezagadas y sus acompañantes. Aprovechamos, eso sí, las dependencias de la Policía Municipal para sellar nuestra credencial y observar como los agentes del orden, charlan y calientan las sillas de las dependencias con maestría y sin el menor rubor. Uno de ellos, ¡el muy gracioso!  Nos anima a seguir hasta Bellpuig como si aquello fuera pan comido ¡Claro, como él solo mueve el culo en coche oficial, difícilmente sus piernas notan el cansancio de los Km!

Después de la larga e infructuosa espera, y tras la correspondiente pérdida de calor corporal, nos ponemos de nuevo en danza y abandonamos la fortificación por una de las semiderruidas puertas de la antigua fortificación. De entre las ruinas de la antigua muralla, emerge un pedregoso e inhóspito camino, salpicado de desprendimientos de la misma, que en dirección Suroeste nos conduce de nuevo las márgenes de río.

En una ligera elevación del terreno en la confluencia del torrente Salado con el citado río de Ondara, nos topamos con la iglesia de San Pedro el Gordo, curiosamente cerrada (De estilo románico, el edificio responde a las formulaciones propias de la arquitectura lombarda del siglo XI y es uno de los mejores ejemplares de la arquitectura medieval catalana que adoptan la tipología de nave con planta circular. Destaca por ser la iglesia románica ubicada más al oeste de todas las construidas en este periodo. Es un monumento declarado bien cultural de interés nacional). A escasos metros de ella, (tal vez para mitigar el olor que, según los cronistas, desprendían los monjes de la época) se ubica una granja. En  este caso se trata de una majada que da cobijo a un rebaño de ovejas y, como no podía ser de otra manera, nos deleita con el perfumado olor a amoniaco de las heces de sus inquilinas.

A estas alturas de la jornada nuestra nariz está saturada de efluvios pestilentes, pero aun deben soportar otro, de procedencia desconocida, aunque de origen humano sin el menor tipo de dudas.

Para sorpresa de sus acompañantes, el siempre ponderado Doctor Antonio, olisquea el ambiente con cara de sabueso y tras diseccionar los elementos, cual experto cirujano en la materia, con voz firme y serena nos hace partícipes de su irrefutable diagnóstico. ¡Aquí huele a mierda! … Pueden ustedes imaginarse el cruce de miradas (acusadoras hacia los demás y exculpatorias de uno mismo) que se produce entre los 4 caballeros errantes. ¿Quién ha sido? Pero como al parecer ninguno de nosotros es el causante del desaguisado, reemprendemos la marcha haciendo conjeturas sobre el posible agente contaminador.

Apenas hemos cruzado la carretera cuando, de repente y como surgida de la nada, abajo y a la izquierda del camino, aparece la explicación a nuestra angustia: La Depuradora comarcal. ¡Eh aquí la causa del delito! La planta potabilizadora trabaja a destajo, a las afueras del poblado, intentando purificar las aguas residuales originadas por los quehaceres diarios de la zona. Superado el mal trago y liberados todos de la sospecha,  tramamos nuestra venganza hacia “ella”. Entonces, como niños traviesos, lanzamos diversas piedras a la balsa de aguas purificadas, no sin antes cerciorados de que nadie observa nuestra gamberrada.

Poco a poco el cielo va tiñéndose de gris oscuro y la amenazadora tormenta se aproxima sin remisión. A pesar de que Fidel ha renunciado definitivamente a sus gregorianos cantos, las funestas previsiones de Joan Luis son ya un hecho fehaciente.

Dejamos atrás la Segarra y a las puertas de El Taladell (Urgell) el aguacero hace acto de presencia y nos obliga a protegernos con chaquetas y chubasqueros. La fina y fresca lluvia que golpea nuestras mejillas, se ha convertido ya en nuestra compañera de fatigas. ¡El abandono de la peregrinación ronda nuestras mentes!

Para sorpresa nuestra descubrimos que, en la lejanía y al amparo de la Marquesina de la parada de autobús, se cobijan nuestros compañeros/as de vanguardia a la espera del autocar que les librará del chaparrón.

Solo nosotros, los valientes: Joan Lluis, Antonio, Fidel  y un servidor hacemos caso omiso al aguacero y nos lanzamos raudos y veloces en pos de la meta situada a unos 2 Km  de distancia, Tárrega. Mientras, los demás se acomodan en el autocar y “obligan” al conductor a volver sobre sus pasos para recoger a los más retasados a fin de liberarlos también del remojón.

Al amparo de balcones y edificios (algunos abandonados y otros a medio construir) completamos los 29 Km de nuestra etapa, como unos auténticos jabatos.

En los aledaños de la estación de Bus localizamos el Bar en donde procederemos a comer. Escogemos los privilegiados asientos reservados a los primeros en llegar y solicitamos urgentemente al camarero nos sirva las correspondientes cervezas a fin de  evitar que los buitres de turno nos priven de tan preciado tesoro.

La comida transcurre con normalidad hasta la hora de los postres, salvo por los imbebibles cafés que se sirven en nuestra mesa (desconozco si en alguna otra también) sacados al parecer de los posos de otros. Hacia el final de la misma, para sorpresa de algunos y regocijo de todos, aparecen de la nada los bombones y botellas de cava ya mencionados anteriormente, con los cuales el Jubilado Ginés justifica su “actuación”, nos hace participes de su ascenso al club de los liberados de obligaciones laborales y, a caso también ¿pretende comprar nuestra voluntad?

En la sobremesa, sin motivo aparente, soy objeto de actos de amabilidad desmedida por parte de Pedro, José Antonio, Fina y otras GRManas. El primero de ellos, levantándose repetidamente de su asiento, se acerca hacia mí y me ofrece bombones y parabienes con la mejor de sus sonrisas y un cierto tufillo a “peloteo”. El Psiquiatra, para no ser mensos, me hace partícipe de sus bondades, su capacidad de liderazgo, el ingenio y locuacidad de sus chistes, del exquisito trato que otorga a sus subordinados/as, a la vez que me informa de alguno de los hechos acontecidos entre sus allegados y allegadas. Por su parte, Fina, me “obliga” degustar un delicioso bombón de chocolate que al parecer compró el ausente Carlos y otras féminas me ofrecen galletas, chocolate y apetitosos dulces ¿A qué motivos responden los intentos por complacerme de todos ellos/as?

Destaca el esmero que ponen 6Q (Cisco), Josep Mª y la mayoría de las féminas en pasar desapercibidos. Desconocen todos que su habilidad para cobijarse en el anonimato, esconder sus cartas y mantenerse a la sombra sin dar señales de vida, no les librará de aparecer en los “papeles” el día menos pensado si este cronista así lo decide.



P.D. Aunque eso de correr más 40 Km sea una nadería al alcance de cualquiera, felicitamos a los Maratonianos por su hazaña. 

La Panadella a Tàrrega. (Blog GRManía).

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