domingo, 17 de noviembre de 2013

Camí de Sant Jaume. (16/02/2013).

La jungla del asfalto (Igualada-La Panadella). (16/02/2013).

Por tercer sábado consecutivo, de madrugada,  la lluvia nos persigue implacable, pero por tercera vez conseguimos esquivarla y todo queda en un susto pasajero.

A pesar de la crisis, la corruptela, los sobres, la impunidad, el espionaje y demás lindezas que nos regalan los sinvergüenzas de turno, GRManía sigue fiel a sus principios y quien más quien menos hace lo posible y lo imposible por no faltar a la cita mensual con los amigos, el camino, la naturaleza y las distendidas charlas sobre temas de candente actualidad.

A pesar de que algunas veteranas, enfermas de  última hora, han decidido abandonar la aventura para no empeorar su estado de salud, contamos con la presencia de otra no habitual. 
Hoy batimos el record de asistencia de la temporada y ante la avalancha de traseros ávidos de asiento, hay que actuar con prontitud para asegurarse una plaza en la zona habitual del autocar. A la hora del acomodo, una de las ingenuas no habituales (¡pardilla ella!) pretende instalarse en el gallinero al lado de su marido, más la presta intervención de los “gallos” la conminan a dejar en paz a su abnegado esposo y aposentarse unos asientos más adelante, a fin de evitar la ruptura de la armonía, seriedad y discreción que caracterizan al loado grupo.

Algún graciosillo de turno nos vende la “burra” de que para evitar el asfalto de la urbe es aconsejable iniciar la etapa  a las afuera de la misma. ¡A otro perro con ese hueso! El tiempo y el discurrir de la jornada demostrarán  falacia de tal afirmación pues nos espera una jornada de 23 Km de asfalto puro y duro ¡Si lo sé no vengo diría algún sufridor a posteriori!

Como viene siendo habitual últimamente el grupo se fragmente en dos unidades. El primero  de ellos  está compuesto en su mayoría por féminas, a las cuales, y con la escusa de hacer de guías, se les han unido tres desertores  sin escrúpulos, otrora aguerridos caminantes. A la cabeza de la expedición hállese el  “PITU” de Don Aparicio que pavoneándose delante del gallinero (como vulgar Pavo Real) vanaglóriarse ante ellas de sus insuperables dotes para la orientación y el manejo de la bandada. Incomprensiblemente el presuntuoso es  seguido, cual macho dominante, por las sumisas ponedoras  ¿Qué demonios tendrá el citado “PITU” que se las lleva de calle y le obedecen sin rechistar y sin el más mínimo esfuerzo? Tal vez sea necesario crear una comisión parlamentaria que espíe al citado individuo, nos informe de sus debilidades  y nos permita desenmascarar las supuestas virtudes del ínclito personaje. Le acompaña como ayudante el Poeta Don Pedro. Sí, ese personaje de poca monta, sensiblón  e insustancial, que hace de la poesía y la palabra su bandera, como si no supiéramos los más avezados que la palabra y la rima son armas diabólicas que carga el diablo y que solo sirven para tergiversar la realidad, despotricar de las bondades de nuestros gobernantes y embaucar a los miserables en su lucha por la igualdad y los derechos universales. Finalmente, y para rizar el rizo, el tercero en discordia no es otro que el Psiquiatra del grupo. Individuo amoral que nos abandonó no hace mucho, a las fauces de las alimañas, bajo la escusa de que se había torcido un tobillo cuando lo que pretendía era tomarse unas cervezas a la sombra. Pero bueno ¿qué se puede esperar de personajes como éste,  que te “tumban” en el diván, te “obligan” a contarle tus secretos más inconfesables y una vez han conseguido sonsacarte todos tus pecados y tenerte cogidos por” tus partes”, te ofrecen soluciones irrisorias y te “invitan” a seguir visitándole una y otra vez, bajo amenaza velada de delación a tu santa esposa?  ¡Pobres damiselas incautas… si supieran en qué manos han puesto su suerte!

El variopinto y vigoroso grupo perseguidor,  integrado por damas de alcurnia y valientes caballeros, transita raudo y veloz en pos de la avanzadill, tras dejar a tras la Iglesia de San Ginés, la cual a duras penas es merecedora de una triste mirada por nuestra parte.

Todo transcurre según los cánones previstos y vislumbrándose la estación de Servicio de Jorba, estamos a punto de alcanzar nuestro objetivo y fusionarnos con el grupo delantero. Pero entonces sucede lo impensable y en el preciso momento en que la fusión está a punto de culminarse, para desesperación de los perseguidores, los liantes jefezuchos del pelotón de vanguardia hacen oídos sordos a nuestros gritos y súplicas, y bajo engaños y  triquiñuelas instan a las indefensas mozas del grupo de reconocimiento a aligerar la marcha a fin de no ser absorbidos por la jauría de atrás. Ni la suplicante llamada telefónica de Ginés a su esposa consigue convencer a los de Villadiego que pies en polvorosa desaparecen de nuestra vista.

Roto el encanto de la unión del grupo, los del pelotón de cola se esmeran en localizar un lugar donde desayunar y aliviar las respectivas vejigas. Los más primitivos de nosotros apunto estamos de ser pillados infraganti por los Mossos cuando pretendemos fumigar las plantas y arbustos del lugar. La aguda visión de nuestro Director Gerente Don Jordi  Herrera nos pone sobre aviso a los desalmados y de inmediato nos batimos en retira a los Servicios de la estación.  Cabe destacar el desespero y frustración de los ínclitos agentes del orden que, afilando sus colmillos y desenfundado sus libretas, ven truncadas sus expectativas de sacarnos los cuartos sin el menor atisbo de duda y comprensión. Mientras tanto, la cola en el lavabo de las señoras se alarga interminablemente y sin dudarlo dos veces las abandonamos a su suerte para que acaben tranquilamente sus  quehaceres.

En un recodo del camino, junto a los muros semiderruidos de un huerto  y al amparo del ruido de camiones y automóviles, nos disponemos a aligerar el peso de nuestras mochilas degustando el desayuno y dando buena cuenta de las exquisiteces que cada uno acarreamos en nuestras alforjas. Compartimos bocadillos, frutos secos, chocolate, vino, vodka  y café, y con sonrisas burlonas y palabras punzantes maldecimos y renegamos  de los esquivos e insolidarios compañeros de fatigas.

A escasos metros de nuestro improvisado comedor, un orejudo pariente de los Aznar (oséase un asno), atado de pies y manos (como el nuestro), barbudo, de mirada resabiada, indeciso, usurero, tozudo y con modales de burro, nos observa atónito amenazando con recortar nuestras provisiones y maquinando cómo proceder al correspondiente reparto de las mismas en sobres, con los que untar a sus adláteres y corruptos compañeros de aventuras PPeroPuyoleras. Al parecer se le conoce con el nombre de Mariano Mas Nostijeras.

Acabado el ágape reemprendemos la ruta y al pasar junto al pollino (que nos ha amargado el desayuno) maldecimos sus huesos, su ignorancia, su vileza y lamentamos la desgracia de tenerlo como presidente. Jamás jumento alguno, tan escaso de cualidades y carente de méritos, llegó tan alto y consiguió desgobernar  un país y cepillarse de un plumero los derechos adquiridos con sangre, sudor y lágrimas por nuestros antepasados.  

Con el transcurrir de los Kms el grupo queda totalmente fragmentado en paquetes de unidades diversas, sin apenas conexión visual entre ellos debido a la distancia que les separa.

Con las plantas de los pies machacadas por la dureza del asfalto  (suerte que no hace calor y nos ahorramos el cocimiento de pies) continuamos la etapa en pos del destino, ya sin la más mínima intención de alcanzar a los huidizos predecesores.

Avanzamos cansinamente por la vieja Nacional II que, cadavéricamente decrépita, a duras penas conserva minúsculos vestigios  de la grandeza e impronta de su glorioso pasado. A nuestro recuerdo afloran aquellos interminables desplazamientos por la España de los 70-80 enganchados al trasero de los abarrotados camiones de la época, que nos obligaban a adelantamientos en ocasiones suicidas sino queríamos alargar nuestro viaje más allá de la mitad de las vacaciones.

A la salida de Santa Mª de Camí se procede a un nuevo intento de reagrupación de la retaguardia. Amenizamos la espera  observando desde el exterior la Iglesia que da nombre al lugar, pues curiosamente permanece cerrada como la gran mayoría de las que el peregrino puede encontrar a lo largo del Camino. Su historia cuenta que inicialmente fue capilla u hospital situado a pie del antiguo camino real de Aragón, y priorato benedictino desde 1228, momento en que fue cedido a Santa Cecilia de Montserrat, que puso monjes e hizo levantar la actual iglesia, de características aún románicas. Es de una nave con capillas interiores que apuntan a un pequeño crucero y ábside semicircular a levante. El elemento decorativo más singular es la ventana, de estructura circular, que se conserva en el centro del ábside, formada por dovelas radiales surcadas por tres filetes concéntricos y enmarcada por una cenefa decorada con doble zigzag. Se conserva el escudo de Montserrat en la dovela central de la puerta de acceso, situada en la parte norte, recordando sus orígenes vinculados a Santa Cecília de Montserrat, y que desde 1539 fue propiedad de Santa María de Montserrat.
Algún que otro impaciente no consigue aguantar la espera y sin que la totalidad del grupo se haya compactado aun, se desata de nuevo la veda y cada cual a su ritmo reemprende la marcha hacia el alto de la Panadella, fin de nuestro suplicio asfáltico.

A ambos lados de la carreta dejamos atrás edificios ruinosos de lo que antaño fueran posadas y lugares de descanso para Peregrinos y arrieros, a los que los que el tiempo, los avances  y la modernidad dejaron en desuso, y el abandono y las inclemencias meteorológicas deteriorar a marchas forzadas.

Con las piernas más castigadas de lo habitual a causa de la dureza del recorrido, arribamos a la meta cansados y sin apenas apetito. Por fin dejamos atrás el machacón asfalto que nos ha acompañado durante toda la jornada y alcanzamos a los supuestos amigos y amigas.

 Lo que antaño fuera un lugar de “obligado” paso y descanso para viajeros y Caminantes; de masificación de vehículos y personas;  de colas en los Servicios y Gasolinera; de bullicio y jolgorio en Bares donde el dinero corría espuertas, es hoy un lugar relativamente tranquilo, venido a menos de forma meridianamente perceptible, ocupado solo por los antiguos habituales del lugar y los viejos añorantes de un pasado que siempre creemos mejor. El desvío de la Nacional II sepultó a perpetuidad el floreciente auge de aquellos prósperos negocios, convirtiendo la algarabía en silencio, la opulencia en míseras migajas y el esplendoroso pasado en un futuro incierto plagado de negros nubarrones.

En la sala-comedor, habilitada a tal menester por un Bar- Restaurante de los de toda la vida, entre sonrisa y sonrisa, dimes y diretes, comentarios jocosos y alguna que otra puya bienintencionada, procedemos o dar buena cuenta de nuestra comida. Mientras  el olor nada gratificante del sudor y la humanidad de los Peregrinos se mezcla con los efluvios del yantar, corren las cervezas de mano en mano y descienden por nuestro gaznate a velocidad de vértigo,  sin dar tregua a la camarera a reponer las existencias. Algún que otro espabilado que no había hecho su correspondiente pedido (¿verdad Joan Luis  y Antonio?) se hace el “longuis” y se apodera de la del vecino dejándole a éste a dos velas y más seco que la mojama.  

Fruto de la  descoordinación que nos caracteriza, en la sobremesa, nos zampamos sin control las galletas caseras que Jackie ha elaborado personalmente. Exquisitas en otras circunstancias, pero de ínfimo nivel si lo comparamos con el jamón de pata negra que tanto ansiábamos probar, y del que al parecer ya no queda sino el hueso pelado apenas servible para un triste caldo. Por si esto fuera poco, Blanca nos “obliga” a engullir su pastel de chocolate, también casero e igualmente delicioso; y para rematar la faena,  Carlos se pasea  entre las mesas con su caja de bombones. Llegados a este punto nuestro estómago solicita clemencia ante la ingesta desproporcionada de alimentos  y amenaza con explosionar si continua nuestra voracidad y  descontrolada gula.

De lo anteriormente expuesto se deduce que de nada sirve perder 500 gramos en sufridas caminatas para luego atiborrarnos de suplementos y recuperar lo perdido, y con creces, en apenas unos minutos.  

A punto de emprender el retorno, y mientras esperamos la apertura de las puertas del autocar para proceder al regreso, unas vigas de cemento colocadas en el techo de una nave en decadencia dan paso a una amena y enriquecedora conversación sobre las mismas: su colocación, el tiempo que llevan en tal posición, el motivo por el cual están allí, el supuesto uso que los dueños dieron o piensan dar a las mismas, etc, etc…. Y es que este variopinto grupo de GRManos es capaz de sacar punta a un lápiz de acero con una hoja de papel de fumar.
Una vez a bordo y aposentados cada uno en nuestro asiento, un paparazzi sin escrúpulos haciendo de su capa un sayo se dedica a inmortalizar gráficamente a nobles personajes que, con los ojos cerrados y en silencio, meditan sobre las bondades del Camino y la belleza del lugar. Obtiene de esta guisa, y sin la pertinente autorización, imágenes fotografías de los reflexivos filósofos, para posteriormente , saltándose a la torera impunemente los derechos de autor y las normas de propiedad  intelectual,  publicar vía WhatsAp las citadas instantáneas  sin demostrar ni un atisbo de respeto o vergüenza torera y haciendo caso omiso a la SGAE.

En uno o dos días ¡Vive Dios! presentaremos la correspondiente querella contra el infractor, para que se cumpla aquello de que: ¡Quien la hace la paga y que cada palo aguante su vela!

De Igualada a la Panadella. (Blog GRManía).

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