sábado, 30 de octubre de 2021
Cambio de URL
lunes, 20 de septiembre de 2021
Vuelve la vida
miércoles, 8 de septiembre de 2021
Se me muere Ávila.
lunes, 6 de septiembre de 2021
Abandono, mentiras y olvido.
Cayó el silencio sobre las cenizas.
Y los viejos lloran por otra traición.
de quien del mentir hace su función.
Poco les importa la inmensa ruina
ni la incompetencia que la generó.
Ríos de luto bajan de la sierra,
viles guadañas con filo de horror,
asfixiando con perversa inquina,
acuíferos, vegas, los prados, la flor.
lo que ayer fue vida, alegría y verdor,
para que a la historia se añada un renglón:
¡Lo que el pueblo siembra, lo roba el felón!
sábado, 21 de agosto de 2021
La Castilla espoliada.
Más de 95 minutos en coche donde el horror, la desolación, la pena y la impotencia se mezclaron a partes iguales con la rabia contenida.
¡La España vacía, NO, la Castilla devastada por el abandono y desprecio institucional de los últimos cinco siglos.
Desde aquel triste y lejano 23 de abril de 1521, el maltrato a Castilla (sin la cual España no existiría) se ha convertido en algo habitual por parte de los de arriba para contentar a los de siempre.
El otrora territorio más rico de la península ibérica, es hoy un erial de castillos derruidos, gentes sin esperanza de futuro, fantasmas esparcidos por la meseta, almas abandonadas a una defunción segura. Un territorio abrasado, un esqueleto de infraestructuras obsoletas y tercermundistas, un campo disecado y una ausencia total de inversión empresarial. Todo ello en beneficio de los nobles del reino. Se asesina al mundo rural para que los de las poltronas corruptas, los lameculos, los vividores y los de la “famiglia” puedan seguir mangoneando a sus anchas, corrompiendo, prevaricando y esquilmando a los “pueblerinos.
Ávila (y Soria de la mano) son tratadas como las más plebeyas de todas las provincias castellanas.
Si a la menor ocasión no voceas tu himno identitario, agitas tu bandera excluyente y haces del idioma un arma de enfrentamiento, los que mueven los hilos del poder ni se acuerdan de ti, ni existes y así te conviertes en algo invisible y proscrito. En este país solo sacan tajada los nacionalismos periféricos y el ombligo del reino (¡ay, Maydryt!).
Tal vez Castilla necesite de nuevos Padilla, Bravo y Maldonado para recuperar la dignidad y la senda truncada en Villalar. Y no para disgregarse de nadie, ni para creerse superior a los demás, sino para hacerse respetar y comenzar a ocupar el lugar que, por su historia, su tierras y sus gentes,
lunes, 28 de junio de 2021
Cantos, santos y algunos garbanzos
Podría remitirme a cualquiera de sus obras para aparcar mis locuras eróticas, pero, por aprensión al tesorero, me voy a decantar por algunos de sus relatos e historias reales, con los que he estado al borde del orgasmo cada vez que los he leído. ¡Disculpe mi osadía, maestro, si no lo hice mejor, es porque no supe!
Con diez años yo tampoco conocía a Miguel Delibes, pero ya me sentía ligado a su relato Una larga carrera futbolista, pues también me sabía las alineaciones de varios equipos de Primera División. Por la noche, liquidaba los deberes a toda pastilla para poder escuchar Radio Gaceta de los Deportes. Los domingos de invierno por la tarde, pegado al brasero, soñaba con el gol de mi equipo (este año hemos horado la camiseta al quedarnos en blanco) en Carrusel Deportivo, y, con ello, evitaba maldecir a mi madre, que me impedía salir a patear la nieve. A veces, mi padre se iba a echar la partida y me llevaba con él al bar, pero nada más engullir la Fanta, le decía que me volvía a casa y aprovechaba el guiño para robarle un poco de tiempo al reloj y entablar un partido con mis amigos. Pero, claro, como las madres tienen línea directa con el altísimo, antes de atravesar la puerta de casa, ella ya sabía que yo no venía del bar y me caía la del pulpo. Por suerte para mis progenitores, mis amigos nunca ocultaron que yo no servía ni para darle una patada a un bote y, al escogerme siempre de los últimos, descubrieron mi futura ocupación; de mayor sería vendedor de neveras en el ártico. ¡Eureka! ¿Lo de escribir libros?... Eso… ¡ni soñarlo!
Desde que tengo uso de razón, La bici que rodara siempre cuesta abajo de mi padre (en nuestro caso la Mobylette) fue un miembro más de la familia. Él tenía trece hijos que olían a colonia los sábados por la noche, cuando mi madre nos lijaba en el barreño (el resto de la semana hedíamos a campo, humo de la lumbre, felicidad y, en mi caso, a nobles flatulencias, ¡salud, según el médico del pueblo!), pero, además, papá le compraba los zapatos a su hijo de hierro, que apestaba a gasolina y que me hacía subir a pie las cuestas prolongadas, tras él, porque el vehículo no podía con el peso de todos. Aquel descendiente no se prestaba ni a los amigos, así que no me dejó conducirla hasta que cumplí los dieciséis años. Lo que no sabía él, era que mi tío Lute me dejaba su nueva Mobylette, a escondidas, desde los catorce años, y, a veces también, la otra.
Por cuestión numérica, le oí excusarse a mi padre frente a sus amigos cuando yo era niño, en casa no teníamos coche. No se fabrican autos para quince personas, exclamó a modo de justificación. Ni coche ni dinero, añado yo ahora que valoro el esfuerzo que tuvieron que hacer parar criarnos a tantos. Así que como no puedo contar mis experiencias con nuestro particular Cafetín os animo a que os dejéis arrastrar por la magia de Delibes y perdonéis a este vendedor de… humo, pues la orgía pregonada al inicio ha derivado en coitus interruptus.
jueves, 24 de junio de 2021
Locuras
Desde la atalaya, el valle se disolvía en el infinito. El agua que discurría silenciosa por el lecho del río, al reflejar la luz del atardecer, me impedía tomar conciencia de lo que estaba a punto de suceder. El fondo me atraía a la misma vez que me producía desasosiego.
lunes, 7 de junio de 2021
Padres
Al levantar la persiana del salón, la luz, cautiva entre las rejas de aquella vivienda cerrada desde hacía casi dos años, comenzó a desperezarse. Un rayo de polvo en suspensión atravesó la estancia y se estrelló contra la cristalera del vasar lastrada por el silencio. El calor, que tostaba las calles, se había mantenido alejado del interior. A medida que me adentraba entre las paredes que habían dado calor a mi vida, el pasado iba vistiendo los objetos de recuerdos. Las puertas, oxidadas por el desuso, al abrirse, aullaban su dolor como lobas solitarias. Encima de la mesilla de la habitación languidecía un sobre recubierto por la mortaja del olvido. Lo toqué con una mano y me senté encima de la cama dispuesto a recordar lo que se ocultaba en su interior, pero, al sentir el papel, me detuve como si una fuerza oculta hubiera desconectado mis dedos de mi cerebro. Me rescató de las tinieblas una voz que surgía del pasillo que conducía a la calle. Al ponerme en pie, para salir de la habitación, descubrí que mi pena había dejado su imprenta marcada en el papel. Con el ánimo arrastrando mi soledad por el pasillo, salí a recibir a la persona que había venido a mi encuentro. Por primera vez en muchos años, nuestras lágrimas se fundieron antes de que lo hicieran nuestros abrazos. Luego de un afligido gimoteo ocupamos dos sillas del comedor. Sin mediar palabra, posamos la mirada en la fotografía de color hueso que había llenado de mariposas aquel hogar desde que ambos teníamos uso de razón. La tarde se nos fue en añorar las ocurrencias de papá y los besos de mamá. Al quedarme solo subí a la habitación, cogí las dos esquelas y las enganché detrás de la fotografía.
Horas después llegó la familia.
jueves, 3 de junio de 2021
Premios Arquero de Plata 2019
martes, 9 de febrero de 2021
San Valentín
Notas de vida
lunes, 25 de enero de 2021
A Juan Francisco, que se nos fue en silencio.
© Moisés González Muñoz
23/01/20221
miércoles, 20 de enero de 2021
Paremias de un soñador.
Pese a los intentos de algunos por infravalorarla y el odio que genera en otros, nuestra lengua es el nexo de unión entre los pobladores de varios continentes. Vive Dios que si Don Quijote levantara la cabeza estoy seguro que arremetería contra aquellos que se desviven por humillarla, salvo que el bonachón de Sancho le achantara con alguno de sus manidos refranes. Tal vez ese que proclama que «Es querer atar las lenguas de los maldicientes lo mismo que querer poner puertas al campo».
Pero no estoy aquí para complacer a los necios, sino para disfrutar del esplendor de la jerigonza castellana. Como, por albur, mi esqueleto y mi locura se asemejan bastante a los del noble caballero de la triste figura, y mi fútil intelecto diríase emparentado con la simpleza y el amor a la tierra del iletrado Sancho, voy a intentar cocinar un guiso de letras con algunas de las paremias que tan buen lustre dan al habla que me vio nacer.
Sumidos, como nos hallamos, en esta devastadora pandemia que nos está robando a muchos de los nuestros ―los mayores de forma inhumana y solitaria, tras una vida de amor, entrega y sacrificio en pos de dejarnos un futuro mejor, y otros muchos en la flor de la vida―, me viene a la memoria la reflexión que Mafalda engendró del gran Quino Lavado y me pregunto si en nuestro afán por el progreso y el ansia de poseer «¿No será acaso que esta vida moderna está teniendo más de moderna que de vida?».
Si un servidor fuera un sanguinario justiciero, que no lo soy, hace tiempo que, viendo cómo actúan ciertos individuos, me hubiera disfrazado del guiñolesco Valle Inclán para sentenciar que «hay que establecer la guillotina en la Puerta del Sol». Pero no me malinterpretéis, que no quiero demonizar a los pobladores de la capital, sino retratar a aquellos truhanes que vocean que «Las necesidades del rico por sentencia pasan para el mundo», o a los que se nutren del espolio cotidiano de lo público y cuyo único objetivo es mantener a buen recaudo todo lo usurpado y encubrir sus privilegios, pues «Les cuesta poco prometer lo que jamás pueden ni van a cumplir». Y lo más sangrante del caso es que, para la mayoría de esos, una vez alcanzado el sillón, todo vale, ya que hasta «El propio republicano reconoce que la propiedad es sagrada».
Podría seguir avanzando por este triste camino y dejar que la toxicidad me arrastrara al pesimismo o adentrarme en las tinieblas de Alighieri, pero he decidido aferrarme a la inocencia de mí idolatrado Panza y disfrutar de las maravillas que nos regala la vida. De esta manera, y al dar por sentado que «No hay mal que cien años dure», sueño con que pronto superaremos la pandemia y dejaremos volar los abrazos reprimidos, regalaremos las sonrisas enmascaradas y compartiremos la esperanza segada. Y, si bien es cierto que «Nunca llueve a gusto de todos», yo no quiero seguir odiando y prefiero entregarme al amor en los tiempos del cólera para encarar las duras cuestas que se adivinan en el futuro venidero. Por todo ello, tendré que aplicarme la máxima que Florentino Ariza inculcó en su amante, la viuda de Nazareth, a la que convenció de que «Uno viene al mundo con los polvos contados, y los que no se usan por cualquier causa, propia o ajena, voluntaria o forzosa, se pierden para siempre». O lo que es lo mismo, ―y dado que el español proviene del latín―, me rindo a Horacio y ―¡a voz en grito!― proclamo… «¡Carpe Diem quam minimum credula postero!».
Un idioma de postín con el cual convivimos en el mundo, y que cada día nos muestra su gloria, es el inglés de Ray Bradbury, quien en su distopía Farenheit 541 sentenció que «Sin bibliotecas, ¿qué tenemos? Ni pasado ni futuro», hoguera que algunos de los más funestos gobernantes actuales del planeta desearían prender de inmediato, pues sus maquiavélicas mentes saben que, como bien decía el citado autor, «No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe». Nuestro reto, amigos, será que no se salgan con la suya.
Así pues, como «Desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano» te animo a que te subas al carro de los soñadores y viajes conmigo. Y aunque «Una golondrina sola no hace verano», juntos «Confiemos en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades». Si eres uno de esos ilusos, aceptarás que «Año de nieves es año de bienes» y batallarás para atravesar este satánico túnel y liberar, que ya toca, los besos y los abrazos que nos están calcinando el corazón.
Dicho lo cual, y mientras llega ese día, luchemos por «Abrid escuelas y se cerraran las cárceles», en homenaje a Concepción Arenal; «Procuremos ser más padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado», en alusión a Unamuno; y loemos a Cervantes, pues «El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho».