Ayer subí a la sierra devastada
El dolor se perdía en la distancia
y el silencio enlutaba mi mirada.
De negro, la arboleda iba tiznada
y en el aire ni un rastro de fragancia.
El río vomitaba sangre rancia
al despeñar su luto en la cascada.
De pronto, la luz se avino a despertar
y la belleza comenzó a florecer.
Pétalos blancos con fuerza vi brotar
que a mi corazón lograron convencer.
Feliz, al viento yo le escuché cantar:
¡Viva la esperanza del amanecer!
©Moisés González Muñoz
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