domingo, 17 de noviembre de 2013

Camí de Sant Jaume. (15/09/2012).

Recorriendo el Bages.  (L'Estany-Artés). (15/09/2012)

Queridos GRmanos, y que nadie confunda GRmanos con “Germanos”, pues líbreme Dios de comparar las nobles y desinteresadas almas de estos insignes caminantes, con las de los viles “hijos de Merkel”.  Dueños y señores de los avaros y usureros “Mercados”, estranguladores de nuestra mísera economía y responsables indirectos del desmorone de nuestro bienestar; ayudados, dicho sea de paso, por nuestra incompetencia a la hora de elegir a nuestros gobernantes.

Conociendo como conocen, algunos y algunas de ustedes, mi innata capacidad para meterme en charcos embarrados y camisas de once varas, cojo el guante lanzado por nuestros insigne “Ginescólogo” el patriarca “Don Gines”.
Quede claro, de antemano, que no existe en mi ánimo intención alguna de usurpar el puesto al ilustre epistolario Don “Evalisto” González, por tanto, de manera extraordinaria a y sin que sirva de precedente, me lanzo al ruedo de los trovadores para intentar plasmar con estas letras las aventuras y “desventuras” acontecidas en nuestra reciente incursión forestal por la Catalunya central.

Para situarnos en el tiempo y retomar  el sendero al que nos condujo nuestra última etapa, acontecida allá por los albores del florido Mayo (l’Estany), podría comenzar el relato haciendo mención al viejo refrán que dice: “Mucho ha llovido desde entonces”, pero como no quiero  ser tachado de mentiroso (apenas cuatro gotas cayeron desde entonces), me limitaré a relatar, subjetivamente, lo acontecido en dicha jornada.

Transcurridos casi tres meses desde aquella  despedida, el reencuentro entre los/as pateadores /as de caminos resultó ser de lo más gratificante. La sucesión de  abrazos (tiernos), besos (escasamente lascivos) y apretones de manos (firmes y enérgicos), se fueron mezclando con sonrisas de complicidad, gestos de afinidad y palabras de sentida bienvenida.

En el crucial momento de subir al autocar, algunos de nosotros (los miembros más despiertos y avezados de la pandilla) dímonos cuenta “ipso facto” de que los nuevos encargados del “embarque”  (Señores Antonio y Carlos) actuaban con cierta inexperiencia  y dejaban entrever una alarmante escasez de dotes de mando que en nada ayudaba a dirigir el rebaño a su redil.  Tras puntear, anotar, contar y recontar repetidas veces el número de Grmanos congregados en la acera, necesitaron un nuevo intento, ya en el autocar, para cerciorarse de que ninguno de los inscritos faltaba a la cita. Llegados a este punto,  oyéronse las primeras voces discrepantes (todas ellas provenientes del discreto  y silencioso grupo de ”los de atrás”) que al grito de: - ¡Con Ginés esto no pasa! ¡Con Ginés ya habríamos salido! ¡Gines for president! demostraban a las claras su “respeto y admiración” por los nuevos encargados. Resultó sin embargo chocante, que estos efímeros “jefecillos” (sin motivo aparente y cobijados en su atalaya de poder)  lanzaran desafiantes miradas cargadas de resquemor, acompañadas de soeces y  malsonantes palabras hacia el grupo de “inocentes amigos” que amables, desinteresados y condescendientes reconocían las innegables y evidentes deficiencias de los citados  “jefes” .

Acomodados todos los GRmanos en sus  “marcados” asientos (cada oveja con su pareja en la parte delantera y cada mochuelo en su olivo en la trasera) se inició el desplazamiento hasta l’Estany entre un cierto aire de bulliciosa algarabía. Tal era el ansia de la mayoría del personal por desembuchar los avatares del verano que diríase que, a algunos y algunas, no se les hubiera permitido charlar con nadie en estos tres meses. Quizás, unos fueron arrastrados al silencio propia voluntad, pero la mayoría lo fueron, probablemente,  “aconsejados” por la “parienta” o el “pariente” de turno.  Sea cual fuese el motivo de tal comportamiento, quien más quien menos dio rienda suelta  a sus “neuras” y alivió sus congojas, como el que alivia su vejiga, tras enfilar a la carrera el interminable pasillo que conduce al servicio, desprenderse a toda prisa del maldito pantalón, acceder al escusado empotrando la puerta contra la pared y proceder a la angustiosa liberación de la micción.

La endeblez de liderazgo de los nuevos jefes (como ya quedó demostrada en el embarcadero) y la dejadez de funciones de otro de los “viejos” patriarcas (Don Hervás), se puso de nuevo de manifiesto recién comenzada la etapa. A escasos 200 metros del inicio de la misma, el gentío se detuvo aborregado en la primera encrucijada del camino, e indeciso y temeroso, se hacía el remolón para dar comienzo a la etapa que nos conduciría por tierras del Bages. Fueron  necesarios el arrojo de Dolors y Maribel, la valentía de Pedro “Ripios”, el liderazgo por fin asumido de Antonio “Gilfecillo” y las tablas de “Moiséis”, para que se diera el pistoletazo de salida que “obligó”, muy a su pesar, al resto de perezosos  GRmanos a tirar para adelante.

Tal fue la constancia, el ritmo vertiginoso  y el empeño de los primeros de Filipinas en su transitar, que al cabo de un trecho sus pasos pusieron tierra de por medio con respecto al resto de parsimoniosos miembros del grupo, imposibilitando cualquier tipo de comunicación visual o a través de radiofrecuencia, entre ellos. 

De improvisto, una llamada telefónica sobresaltó a un ilustre perseguidor de los valientes  vanguardistas, y éste, al instante y a grito pelado, conminó a los avezados sufridores a detener sus pasos para informarles del percance sufrido por uno de los del pelotón de cola.
Al parecer, un sujeto conocido como  “José Antonio” había decidido abandonar el peregrinaje, poner pies en polvorosa y dejar de caminar para saciar su sed con una rubia y fresca cerveza  y acomodarse posteriormente junto al conductor, al abrigo de la solana.
A pesar del esmero con que fue tratado por otro GRmano (vendaje incluido) el blandengue individuo, sin parar de quejarse, insistía en su imposibilidad para el avance y solicitaba con voz lastimera (menuda desfachatez) la compañía de alguien en su retirada. Finalmente, y a pesar de los ánimos constantes de sus compañeros de fatigas para que demostrara la hombría que se le suponía,  el sujeto en cuestión se salió con la suya y con  burlona sonrisa nos dejó en la estacada.  

El resto de valientes caminantes, desamparados ante el acoso imprevisible de cualquier alimaña e impregnados del nauseabundo olor de las granjas de cerdos, vacas y gallinas del lugar; abrasados bajo la chichara del sofocante calor de la mañana y con la boca pastosa a causa del polvo de la senda, lloramos su ausencia, envidiamos su “astucia” y cabizbajos emprendimos de nuevo el calvario deseándole una lenta recuperación. Imposible de dilucidar a ciencia cierta la causa de la deserción, la conclusión evidente es que el trío en cuestión volvió sobre sus pasos y tras contactar con el conductor se cobijaron a la fresca del autocar.  
Llegados a este punto, se localizó a la sombra de un robledal,  una zona de descanso que incitaba al reposo general e invitaba a los peregrinos a saciar su voraz apetito. De inmediato, el ambiente fue impregnándose de la extensa variedad de olores y sabores típicos del “bocata mañanero”: chorizo, jamón, atún y otros manjares de exquisita degustación; regados, todos ellos, con refrescos varios, el tintorro de “Ortega y Paquet”, el café de Carlos, y el fuego abrasador de la petaca “Burbonera” de “Paco el Victorioso”. Tales efluvios atrajeron la presencia inesperada de los “Mossos” que, obnubilados por la pacifica actitud de los sufridores paseantes, hicieron la vista gorda y olvidaron la inhumana misión de incautar los apetitosos manjares. Con el almuerzo en pleno apogeo, para sorpresa de la mayoría y regocijo de unos pocos, se produjo la insólita reagrupación de los “romeros del monte”, acabándose el ágape con el tradicional reparto de galletas, chocolates, frutos secos y demás suplementos de “régimen”, engullidos todos ellos sin excepción,  con gula incontrolada, por la mayoría de los famélicos.

La bondad del clima, la abundancia de km por recorrer y las múltiples oportunidades que la compañía ofrecía para el diálogo e intercambio de pareceres, dio paso a innumerables y acaloradas conversaciones sobre temas diversos entre los tertulianos.

Durante el trayecto, a veces a la sombra y otras muchas al sol, se debatieron cuestiones de interés particular y general. A los ya tan manidos temas de actualidad, como la devastadora crisis (que agujerea nuestros bolsillos y nubla nuestro futuro),  la maldita “Prima de Riesgo” (que más que una prima Republicana parece una “Suegra” Franquista),  el imparable desmorone de nuestra sociedad del bienestar (que nos conduce una jubilación sin una triste pastillita que echarse al ganznate), la catadura moral de nuestra clase política (en su mayoría corrupta y desvergonzada) y otras múltiples desgracias que nos persiguen sin descanso desde tiempos remotos;  se añadieron, relucientes, temas de rabiosa actualidad tales como: nuestras aventuras veraniegas (caseras algunas y allende los mares otras), todas ellas mágicas e idealizadas por ser cosa pasada; la reentré en el “dichoso”  trabajo (dicho sea de paso como una dicha, pues dichoso el que tiene la dicha de “disfrutar” de uno a día de hoy); la era post Guardiola en la nueva temporada futbolera, y por supuesto…  LA DIADA.  ¡Ay, La Diada! La Diada y los efectos y consecuencias que la riada de gentes que invadió las calles de Barcelona el 11S pueden depararnos (entre 4 gatos según  ”La Razón” y 20 millones según “Ara Cat”, en palabras del genial Sabina). Ante tamaña aventura, habrá que  “obligar”, sí o sí ,a nuestros gobernantes a que gobiernen para “todo” el pueblo; a que nos expliquen los pros y los contras, las ventajas y los inconvenientes, la gloria y el  infierno, las alegrías y las penas, los beneficios y las pérdidas, en definitiva… a que nos aclaren todo aquello que, para lo bueno o para lo malo, ayude a decidir en un sentido u otro, pues esa decisión marcará por “sécula seculorum” nuestras vidas y la de nuestros descendientes.  Será absolutamente necesario e imprescindible que las cartas estén boca arriba y que todo el mundo las vea con claridad para poder valorar en conciencia si el paso que vamos a dar es una  ventana al mar, de luz, esperanza y felicidad, portadora de esplendores incalculables como visionan los partidarios de la Independencia. Si por el contrario estamos ante la negra noche y el oscuro abismo plagado de fracturas y problemas que solo vislumbran los contrarios. O si hay que considerar la postura de aquellos que tras “un sí pero no”, o un “no pero sí”, esperan y confían en que los acontecimientos aclaren el presente, desentrañen  el futuro y despejen  el  destino. Solo el tiempo,  juez inexorable que todo lo puede y aclara, nos desvelará el resultado final, que confiemos sea el adecuado para todos.

Como suele ser costumbre (santo y seña inequívoca del grupo) en otra encrucijada próxima al final de la etapa (previa sorprendente y nueva reagrupación de la manada) se abrió el típico y manido debate sobre cuál era el camino correcto a seguir, pues la confusión de flechas, carteles, GPS del “padre Ferrer”” y opiniones de expertos en el tema incitaba a la discusión y ofrecía diversas alternativas hacia nuestro destino. Finalmente, se decidió por “unanimidad” seguir  tras los pasos del primero que echó a andar, independientemente de si el camino escogido era el correcto o no, el más corto o el más largo ¡Sabia decisión!
Hacia las dos del medio día, vislumbrándose ya las casas de Artés,  algunos energúmenos asaltaron las viñas y se apoderaron de varios racimos de uvas (dulces pero calentorras) que engulleron como pavos, a fin de evitar ser pillados” in fraganti” por los dueños del negocio.
Tras las típicas idas y venidas en pos del anhelado Bar-Restaurante donde devorar el contenido de nuestras fiambreras, deleitarnos con barriles de espumosa y fresquita cerveza,  y de saborear  el  café; fuimos asaltados por nuestro “Cesc Guindos particular” que para sorpresa general se estreno con un déficit inexplicable ¡Mal empezamos señor Ministro de Economía, si a las primeras de cambio nos presenta usted números rojos en nuestra cuenta de resultados!

Mientras degustábamos nuestros platos caseros, y debido a la indiscreción de una de las compinches de lesionado,  nos enteramos que el farsante enfermo imaginario no había parado de vanagloriarse de su astucia, explicar chistes, reír y darle a la húmeda durante toda la mañana, muestra inequívoca de la nimiedad de la supuesta torcedura. Además, y para sorpresa general del pueblo, el convaleciente y desvergonzado comió y bebió sin recato ante nuestra atónita mirada, sin el menor atisbo de dolor articular; algo del todo incompatible con cualquier esguince de tobillo que se precie, cosa de todos bien sabida.

Con el sol iniciando el descenso hacia su morada, nos acomodamos de nuevo en el autocar y regresamos sanos y salvos a casita, sin apenas tiempo para los ronquidos debido a la corta distancia que nos separaba de nuestra ciudad.

Recién apeados del autocar, y al comprobar que el nuevo ministro transitaba en solitario por las calles de Terrassa con nuestros caudales en su bolsillo, me ofrecí voluntario a acercarlo a su casa a cambio de la mitad de la recaudación, más el “honrado” recaudador  accedió únicamente a ser acompañado cerca de su domicilio, pero no al reparto de los fondos.  De lo que se deduce que el próximo día se va para casita andando.


P.D. A lo largo de la etapa se echó en falta a los ausentes, especialmente aquellos por su incapacidad física no pudieron asistir, a los “Matagalleros” que cambiaron la etapa por otra novia de más tronío, a la luchadora que se desplazó a la manifestación contra los recortes celebrada en Madrid y a todos aquellos que por H o por B no pudieron asistir.


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