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miércoles, 21 de junio de 2017

GR172 Etapa 11 (17-06-2017)

GR172 Etapa 11 (17-06-2017)
Formigosa – Santes Creus.

-       ¡Algo de retraso y calor mañanero!

Sábado, 17 de junio de 2017. Hoy damos por concluida la temporada 2016-2017.  ¡Cómo pasa el tiempo! Nueve meses han transcurrido desde que a mediados de septiembre iniciáramos la aventura. Una nueva gestación (que no embarazo) nos ha llevado desde las cumbres Pirenaicas (Puigcerdà) hasta una de las comarcas en las que se halla dividido el Camp de Tarragona (Alt Camp – Santes Creus).

Dado que la jornada va teñida de aires festivos y el calor amenaza con hacernos sudar la gota gorda, la salida viene programada para las 06:30. Sin embargo, los hados juegan en contra nuestra y el autocar llegar con 20 minutos de retraso. Al parecer, unos borrachos nocturnos no han podido contener los excesos etílicos dentro de sus estómagos y al liberarlos en los asientos del autocar han obligado al conductor a practicar una limpieza a fondo antes de venir a recogernos.

Entre lo inesperado del retraso y la distancia que nos separa del punto de partida, cuando conseguimos ponernos en marcha el reloj marca las nueve de la mañana.

Por segunda vez consecutiva volveremos a realizar una nueva etapa todos juntos. ¡Al final, aunque tarde, llegaremos a conocernos de verdad!

Los primeros kilómetros de la caminata discurren por un amplio camino forestal en medio del reseco bosque de pinos y aunque el sol permanece aún bastante bajo en el horizonte, la ola de calor que estamos padeciendo ya se deja notar.

Zigzagueando de aquí para allá avanzamos por el camino de Querol a Pontons, que secciona el bosque y nos regala esporádicos momentos de sombra. Próximos a la cima, y mientras localizamos en espacio adecuado donde poder desayunar, alcanzamos el lago Formigosa y lo dejamos de lado sin dignarnos a visitarlo. ¡Vaya a ser que nos permitamos disfrutar de la belleza que el paisaje nos regala!

En torno a las 10 de la mañana, en un claro del bosque, aparece ante nosotros la excelsa construcción de la iglesia de Sant Jaume de Montagut. Los más ingenuos se acercan a la puerta de entrada del edificio de culto para ver si este se halla abierto y poder echar un vistazo a su interior, pero la suerte les es esquiva y el santo lugar permanece cerrado a la curiosidad de los ingenuos visitantes.

A pesar de no permitirnos encomendar nuestras pecadoras almas al santísimo, las recias paredes de la bien conservada obra nos regalan, en su vertiente oeste, una magnifica y reconfortante sombra que aprovechamos para desayunar.

-       Un bosque reseco, unos sembrados míseros y un sol de justicia.

Consumado el habitual atracón, regresamos a la marchitada senda para continuar sufriendo los rigores del abrasador calor mañanero. Nos hallamos a mediados de junio, pero bien podríamos decir que estamos en pleno verano. ¡Qué bochorno!

Continuando con nuestra travesía, nos adentrándonos en la Serra del Ramonet. La mayoría del trayecto fluye a través de camino forestal. De tanto en tanto las zonas boscosas se van alternando con otras de matorral bajo y pequeños campos de cereal. Ello nos obliga a caminar por la linde de varios sembrados para enlazar con los caminos venideros. Se nota que el año ha sido parco en lluvias pues las doradas simientes apenas alcanzan un palmo de altura y sus raquíticas espigas anuncian una cosecha paupérrima.

Al dejar atrás uno de estos míseros sembrados regresamos al resacoso bosque y nos topamos con una estrecha senda, plagada de obstáculos en forma de árboles centenarios caídos en medio de la arteria, que nos dificultan el paso. Para poder salvar los impedimentos camineros se hace necesario encaramarse a los troncos derrotados y saltar hacia el otro lado a fin de continuar con la ruta prevista. Algún solicito GRMano ofrece su ayuda a los hombres y mujeres que lo solicitan. ¡Qué galante, él!

Concluida la mitad del recorrido de la etapa, los ropajes de los sufridos GRmanos se hallan empapados por el sudor y los rostros marchitos reflejan los rigores causados por las elevadas temperaturas del día.

A caballo entre los términos municipales de Pont de Armentera (a la derecha) y Les pobles (a la izquierda) descendemos por una canal levemente humedecida hasta alcanzar la masía de Can Galeno. Con las primeras vistas de la comarca de l’Alt Cam al fondo, los de la avanzadilla nos detenemos para esperar a los más rezagados del pelotón. Tras un rato de incertidumbre, una de las componentes de la retaguardia nos informa de que se han equivocado de trocha y de que tardarán un rato en llegar al cruce de caminos donde nos encontramos nosotros.

Mientras algunos nos cobijamos a la sombra de los pinos, Jaume Pavón decide desandar sus pasos y regresar en búsqueda de las amigas extraviadas. Media hora después de nuestra llegada, las descaminadas emergen alegres y sonrientes por la estrecha senda. ¡Por fin todos juntos!

Poco antes de partir hacia la meta algunos caminantes comentan la posibilidad de solicitar al conductor del autocar que se acerque a recogerlos en alguna de las calles asfaltadas de la urbanización que se encuentra en las proximidades.

La gran mayoría de los senderistas decide ponerse en marcha, pues aún queda un largo trecho hasta llegar a la meta y el sofocante calor aprieta sin desmayo. La otra minoría se decanta, sin dudarlo, por esperar la llegada del autocar.

Con el astro en su máximo apogeo y calentando de lindo, pasamos de largo por la urbanización donde esperaran nuestros compañeros y continuamos la ruta por la calle Madrid. De nada sirve que los dueños de un Bar situado a la izquierda de la calle que nos inviten a adentrarnos en el local, hacemos oídos sordos y seguimos adelante. ¡Prevalecen las ganas de llegar a la meta antes que una buena cerveza!


El último tramo de la fogosa jornada no resulta demasiado agradable. Desaparece por completo el arbolado del bosque y en su lugar emergen campos de viñedos y almendros. “Lorenzo” campa a sus anchas y el suelo de la senda está del todo desecado. Leves gotas de sudor corren silenciosas por los acalorados rostros de los andarines surcando a su paso las empolvadas y enrojecidas mejillas de estos.

-       ¡Una larga espera y un cierre fantástico de temporada!

Hacia la una del mediodía los primeros andarines se presentan en Santes Creus. Como no ha signo evidente de la llegada los demás trashumantes, algunos de los allí concentrados se dirigen al Bar El Casalot para refrescarse con una cerveza. Evaristo y yo, por el contrario, nos sentados en un banco, a la sombra, en espera de la llegada del autocar y del resto de GRManos.

Tras un largo rato de espera aparece el autocar con unos pocos viajeros abordo y se detiene en el margen derecho de la carretera. Nuestros amigos, mientras tanto, siguen apoltronados en el interior de refrigerado local dando buena cuenta de la espumosa bebida.

Al ver que nadie aparece por la zona donde se encuentra detenido el autocar, primero Evaristo y luego yo, intentamos contactar con los ausentes por medio del teléfono. Después de varias tentativas nadie parece recibir nuestras llamadas y me veo obligado a regresar al bar en búsqueda de los “borrachos”. Para sorpresa mía, a las puertas del establecimiento público me encuentro con la totalidad de los GRManos que han llegado a la meta andando. ¡Ya podíamos esperarlos, ya!

Nuestra parsimonia en embarcar obliga al conductor a abandonar el improvisado lugar de aparcamiento y acercarse al espacioso parquin público para estacionar.

Una vez acomodados todos a bordo del desproporcionado e "incandescente" vehículo nos dirigimos al Pont de Armentera para cerrar la temporada en el Restaurante "La sort".

Francisco, nuestro "hábil" conductor, no parece estar muy contento con nuestro proceder y nos aparca junto al albino muro del cementerio municipal. Desganados, descendemos del vehículo de transporte y caminamos sin rumbo fijo hasta que anciana lugareña nos aclara que el punto de avituallamiento se halla justo al otro lado del pueblo. De vuelta otra vez al autocar nos dirigimos al Restaurante reservado por Maribel.

La reserva efectuada por nuestra ausente compañera resulta ser un verdadero éxito. La comida es exquisita; el servicio excelente; el espacio asignado para el evento, el adecuado; la temperatura, la ideal para la ocasión; y la compañía, inmejorable. ¡Gracias Maribel!

Acabado el suculento banquete procedemos a celebrar el cierre de la temporada 2016-17 con los actos culturales que suelen ser habituales en tales acontecimientos. Un acertado discurso ideado por de Evaristo, Mª Ángeles y Cati nos sumerge de lleno en la realidad, la diversidad y la camaradería del grupo. Los versos del maestro Don Pedro, cargados de sabiduría, gracia, ironía y buen humor, nos retrotraen a algunos instantes inolvidables de la temporada que hoy finiquitamos. El montaje audiovisual de Antonio Gil (¡lástima del añoso proyector!) nos devuelve a nuestras retinas paisajes y momentos especiales captados por su cámara, la de Rafael, y las de otros compañeros/as que se mantienen en el anonimato.

¡Gracias a los “culpables” de que GRManía siga siendo… ¡UNA GRAN FAMILIA!

Para cerrar el acto culinario - festivo, Evaristo nos hace partícipes de una idea engendrada por él, y compartida con Ginés, de cara a la venidera temporada. La novedosa actividad consiste en celebrar una especie de cena literaria donde se entremezclen la prosa de una novela, la belleza de las imágenes del lugar al cual hace referencia el texto escrito y la experiencia viajera de los afortunados que han visitado el sitio en cuestión.

De regreso a casa volvemos a realizar una larga ruta turística por las autopistas catalanas, y justo al llegar a la Avenida Ángel Sallent, Francisco, nuestro chofer, se ve en la obligada necesidad de abandonar el asiento del conductor, pues ha agotado el número de horas que la ley le permite mantenerse aferrado al volante del vehículo, durante su jornada laboral.

¡Pobre Joan Lluis, él, que confiaba en acudir con puntualidad a sus obligaciones maritales, ve como todo se tuerce, y casi le da un patatús ante los inesperados retrasos de la jornada!

¡FELIZ VERANO, compañeros!

Restaurant La Sort
C/ La Sort, Nº 1
43817- El Pont d’Armentera
Tel:  977 63 82 01


Blog de GRManía:

Santes Creus.
Sábado, 17 de junio de 2017.

jueves, 15 de junio de 2017

GR172 Etapa 10 (3-06-2017)

Piera – Sant Joan de Mediona.

-       ¡Algo pasa con GRManía!
A fin de concluir el programado GR4 durante esta temporada 2016-17, una de las dos etapas previstas para este abrasador mes de junio nos obliga a madrugar un poco más de la cuenta. De tal manera que a las 6:30 de la mañana (¡ya de día!) nos ponemos en danza acomodados en el viejo autocar que de un tiempo a esta parte nos transporta a las salidas.
Recordando la película romántica interpretada por Cameron Díaz “Algo pasa con Mary”, podríamos concluir que “Algo pasa con GRmanía”. No se entiende sino, que de un tiempo a esta parte pesen más las ausencias que las presencias. Tal vez sería conveniente analizar los porqués de esta desbandada incesante.
Algunos de nosotros ya hemos ido comentando en “petit comité” esta circunstancia y varias son las causan que creemos pueden conducir a la innegable realidad. ¿Quizás sea que los años no perdonan y la edad empieza a hacer mella en nosotros? ¡A lo mejor deberíamos replantearnos el kilometraje de las etapas! El número de jubilados y abuelitos crece y estos (con todo su derecho) programan sus quehaceres diarios de manera diferente a como lo hacían cuando el trabajo y el día a día les ligaba a sus hogares y lugares de residencia. A varios “afiliados” las ineludibles obligaciones laborales no les permiten disponer de los sábados a su antojo. Es posible también que nos estemos repitiendo demasiado en ir y venir por territorio Catalán, de norte a sur y de este a oeste, o a la inversa, dejándonos llevar por las sendas que marcan los clásicos GR. ¿No sería mejor plantearnos al conveniencia de adaptar los recorridos a nuestras particulares necesidades? ¿Tal vez descartar de las etapas los km de asfalto que machacan las extremidades y no enriquecen el alma del caminante? Puede ser que simplemente se hayan conjurado los astros y una serie de condicionantes adversos expliquen lo ocurrido, y en el futuro volvamos a formar un número de caminantes más concurrido. Estas y otras, ¡o no!, pueden ser las causas que expliquen la baja asistencia de esta temporada. Lo que ésta claro es que de no ser por las nuevas incorporaciones la situación sería preocupante, hasta tal punto que últimamente no cubrimos ni para gastos. ¡Convendría no perder el norte y hacer un análisis pormenorizado!
-       ¡Recortando que es gerundio!
El madrugón de la mañana respondía a la intención de no dilatar demasiado la jornada, pues el recorrido del grupo A era inicialmente largo y la etapa sabatina se preveía fatigosa. Pero como no hay nada mejor que intentar controlarlo todo para que todo de un vuelco y la situación avance por el camino de lo imprevisto, eso es lo que nos sucede en la jornada de este sábado 3 de junio.
A fin de librarnos de los tortuosos primeros kilómetros del recorrido, que discurrían por la carretera asfaltada, tras arduas deliberaciones en el autocar, los integrantes del  grupo A aceptamos la sensata opinión mayoritaria y decidimos, de buen grado, realizar ese tramo acomodados en el añoso vehículo de transporte.
Siguiendo el plan acordado a última hora, el conductor se salta la primera parada, en Piera, y todos juntos continuamos rumbo a las afueras de la localidad. Sin embargo, al tener que rodear el casco urbano, lo que en un principio parecía ser un simple recorte de poco más de 2 kilómetros, se larga en demasía hasta dejar atrás el poblado y detenernos en una especie de anexo separado de la propia localidad. De tal manera que los 2 km de asueto se convierten en casi 6, y como consecuencia de ello el asunto del consabido madrugón pierde por completo su sentido.
Por primera vez en mucho tiempo partimos todos en armonía y desde el mismo lugar. Se hace raro ver un grupo de caminantes tan numeroso de salida. Se mezclan las caras, las conversaciones, los pasos y las risas de los integrantes de ambos grupos. ¡No hay mal que por bien no venga!
A punto de abandonar las últimas casas del lugar nos topamos, a la izquierda, con una propiedad en la que destaca una atractiva y señorial edificación Gaudiniana, posiblemente fruto de la imaginación arquitectónica de Julio M. Merino. ¡Nada mejor que tener pasta para dar cobijo a los bellos proyectos que otros imaginan!
Tras abandonar la carreta nos adentramos en la campiña a través de caminos o sendas que delimitan los sembrados. En esta rica zona de cultivo, el paisaje es bello, silencioso y cromáticamente cambiante. Se suceden amplias parcelas de cereales dorados, a punto de madurar, con extensiones de viñedos en periodo de desarrollo. Varias extensiones de bosque mediterráneo no demasiado verde, y otras de matorrales y hierba deshidratados a causa de la incipiente sequía que nos persigue, nos acompañan en nuestro recorrido. De tanto en tanto, el campo se adorna con pequeñas campanitas violetas, enrojecidas amapolas y frondosas retamas (ginesta) que endulzan el seco ambiente con el genuino perfume de sus delicadas flores amarillas, mientras bordean los diferentes labrantíos y marcan las sendas.
El cielo, grisáceo y plomizo, mantiene a buen recaudo el calor sofocante de los rayos solares que amenazaban nuestra caminata, mientras se ve surcado por el majestuoso vuelo de pequeñas avecillas (torcaces, gorriones, golondrinas…).
El hecho de que hayamos partido todos juntos no significa que transitemos todos en compacto grupo. Como suele suceder habitualmente, la formación se alarga en demasía y se establecen diversos grupos en función del ritmo de cada cual, de manera que atravesamos las solitarias calles de El Castell de Cabrera divididos en multitud de parejas, tríos (¡en el buen sentido!), o en reducidos pelotones. ¡Una cosa es lo programado y otra bien distinta lo ejecutado!
Nada más cruzar la carretera comarcal C 244 encontramos un cartel que anuncia el poblado de “La Font del bosc”, lugar que en un principio resultaba ser el punto final de la etapa para los integrantes del grupo B. ¡Son poco más de las 10 de la mañana, sin haber desayunado ni siquiera, y los del B ya han alcanzado la meta!
Un simple y lógico replanteamiento de la situación nos anima a todos, menos a Manuel y Mª Jesús que abandonan la expedición con la excusa de ofrecerse voluntarios para localizar un establecimiento donde poder comer, (¡jajaja! ¡a otro perro con ese hueso!), a continuar juntos hasta el final de la etapa. Ellos (los del B) se comprometen a completar la totalidad del recorrido de la jornada y nosotros (los del A) a acompasar nuestros pasos al ritmo de aquellos ¿Seremos capaces de llegar juntos a la meta? ¡Resulta difícil de creer, pero habrá que intentarlo!
De no ser por el típico extravío GRMano no hubiéramos ni siquiera desayunado juntos, pero un despiste entre los del grupo A, nos obliga a desandar nuestros pasos, y sin darnos cuenta, al retomar el camino, nos vemos engullidos por los pacíficos perseguidores de la retaguardia.
-       Un día de camaradería.
En un recodo del camino, que discurre entre el bosque y las afueras del poblado de la Font del bosc, nos detenemos para reponer fuerzas. Mientras platicamos, damos buena cuenta de nuestro opíparo desayuno; degustamos los frutos secos, catamos los dulces y chocolates que corren a granel; saboreamos el rico vino de la bota, los odoríferos tés, el aromático del café y el abrasador Vodka “Russsso; probamos unas deliciosas cerezas, y nos zampamos todo lo que cae en nuestra insaciable boca.
Acabado el ágape, mientras recogemos bártulos y nos disponemos a reiniciar la marcha, leves gotas de lluvia comienzan a caer silenciosas sobre nosotros. Antonio Gil se informa a través del actualizado radar meteorólogo en su móvil y nos invita a largarnos de allí antes de que el aguacero empape nuestros ropajes.
Sin necesidad de anunciar la partida, nos ponemos todos en marcha huyendo del amenazante temporal como alma que lleva el Diablo.
Dejamos atrás el ralo bosque y avanzamos por un amplio camino delimitado por hierbajos, arbustos, retama y almendros con frutos a medio madurar, entre otras plantas, que separan la senda caminera de las parcelas de viñedo.
Poco antes de alcanzar las doce del mediodía nos topamos con la aislada masía de Can Cabreta. La señorial edificación se engalana adornada por bellas plantas enraizadas en varias macetas. Por detrás de la misma se aprecian las antiguas cuadras y corrales que daban cobijo al extinto ganado doméstico, y que han sido convertidos en garajes para la maquinaria agrícola y los vehículos de transporte. Separada ligeramente de la construcción, a uno de sus costados, se aprecia lo que antiguamente debió ser la era, y frente a ella una mastodóntica y horrorosa máquina de fumigar, ¡pobres abejas! Lo mejor, sin embargo, descansa en el triángulo que forman la vivienda, los corrales y la era. Allí, destaca un pequeño, cargado y sugerente cerezo que desata la codicia y la gula de varios caminantes. ¡La redondeada fruta está deliciosa a pesar de que le falta un poquito de maduración! ¡Menuda pandilla de cuatreros! 
La fina lluvia arrecia levemente durante unos minutos y aquellos previsores que llevan chubasqueros (¡los que no llevamos no nos plateamos esa disyuntiva!) dudan entre detenerse y cubrirse con las citadas prendas o continuar caminando en espera de que amaine. El dilema se solventa de inmediato, pues los extensos y grisáceos nubarrones se olvidan de nosotros y nos ofrecen una tregua momentánea.
La milagrosa jornada de camaradería nos presta a todos los senderistas (del A y B) la extraordinaria oportunidad de compartir el camino con nuestros “desconocidos”  compañeros, y acompasar nuestros erráticos pasos a los suyos. Entonces ¡oh, milagro!, nos percatamos, insólitos, de que no es tan complicado avanzar juntos y entablar conversaciones entre los miembros de ambos grupos. Comprobamos, también, hipnotizados, que hablamos idiomas afines; que tenemos intereses bastante parecidos; que compartimos puntos de vista sobre la vida, y en general, bastante coincidentes. Escuchando las voces de los “otros” advertimos que nos resultan agradables al oído. En definitiva, que tanto ellos como nosotros parecemos gente maja, que somos capaces de dialogar de forma amigable; de reírnos de semejante manera; de respiran de igual forma; de jadear en las exigentes subidas y sudar ante el esfuerzo; de agruparnos y descolgarnos por momentos. ¡Qué impagables sorpresas suele darnos la vida!
Luego de un buen rato de caminar dejando a nuestro paso los viñedos, volvemos a adentramos en la espesura del bosque. De pronto, algunos antiguos aventureros nos informan de que el camino por el cual transitamos hoy es el mismo que ellos, en sus años de esplendorosa juventud, debieron recorrer para completar, desfallecidos y doloridos, la durísima, exigente y casi inhumana travesía “Montserrat – Reus”. ¡Qué tiempos!
Para confirmar la veracidad de las afirmaciones de los antiguos “Iron Manes”, una marca en un poste de un cruce de caminos, con las iniciales M - R y los colores pertinentes, confirma que nuestros amigos conservan intacta la memoria.
Aprovechando la parada en cuestión, procedemos a la última reagrupación de la jornada, y una vez compactados todos, nos ponernos en marcha para atacar el tramo final del recorrido. Este último trecho, en descenso, discurre por en medio de un bosque de coníferas. Al parecer, los sedientos árboles deben de haber alcanzado un acuerdo con el Dios de las aguas, pues de improviso, la fina lluvia arrecia y comenzamos a mojarnos de verdad. El bendito líquido inodoro, refresca un poco el tórrido ambiente y humedece levemente el suelo del camino, provocando algún que otro involuntario resbalón, pero al aumentar la humedad, aumenta también el bochorno y nos vemos envueltos en una mezcla de sudor y agua.
De golpe, igual que había llegado, escampa el temporal y desaparece la lluvia. Justo después abandonamos el bosque y ante nosotros aparece el valle que da cobijo a Sant Joan de Mediona, punto final de la etapa.
La diligencia de los “voluntarios”, María Jesús y Manuel, nos brinda la posibilidad de acomodarnos en un limpio y espacioso Casal donde damos cuenta de nuestra comida del mediodía. A las excelentes cualidades del establecimiento se añaden, además, un buen servicio, un precio ajustado y un ambiente acogedor.
Al acabar, los integrantes de la mesa más ruidosa y concurrida recogernos los desperdicios, sobras y envases en una bolsa de plástico de Casa Evaristo, y ¡cómo no!, hacemos entrega del generoso presente al GRMano apodado como tal para que proceda a hacer con ella lo que le plazca. ¡Vade retro Diógenes!
De regreso a la urbe, el conductor se olvida amablemente de todos nosotros y nos castiga sin el bendito aire acondicionado. Tal actuación impide al sudoroso gentío conciliar el sueño, pero a cambio, también, nos libra de los ruidosos ronquidos.
Bar/Restaurant Casal Medionenc
C/ Florenci Gustems, Nº 12
08773 Sant Joan de Mediona - Barcelona
Tel.:   931996123

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Sant Joan de Mediona
Sábado, 03 de junio de 2017.

sábado, 6 de mayo de 2017

GR4 Etapa 8 (22-04-2017)

GR4 Etapa 8 (22-04-2017)
Sant Vicenç de Castellet - Montserrat. 

En la etapa de hoy, sábado 22 de abril de 2017, concurrirán tres acontecimientos  especiales: Finalizaremos este precioso GR4, alcanzaremos el Monasterio de Montserrat, y celebraremos la tradicional Diada literaria de Sant Jordi. Lástima que las circunstancias personales impidan a varios de nuestros habituales compañeros de fatigas acompañarnos en el disfrute de la etapa y sus particulares eventos.

Dada la cercanía del desplazamiento, y lo avanzado de la estación en la que nos encontramos, saldremos hacia nuestro punto de partida a plena luz del día.

Mientras platicamos en espera de la llegada del autocar se descubre un pequeño malentendido. Algunos GRManos, al no estar seguros de si se celebraría o no el intercambio literario, se presentan en la parada del bus sin los pertinentes libros.

Aunque la etapa es relativamente corta y no demasiado exigente, de salida, nos dividimos en dos grupos. El grupo A parte de Sant Vicenç de Castellet por una amplia y polvorienta pista forestal con dos claros objetivos: el primero, atrapar a nuestros compañeros de la avanzadilla; y el segundo, alcanzar el Santuario de la Moreneta antes de que los tórridos rayos solares achicharren nuestras seseras.

Después de tres cuartos de hora caminando en leve ascenso por la reseca pista forestal, en cuyas márgenes languidecen inertes varias barracas de piedra, nos topamos con unas naves de ganado de las cuales amena un perfumado olorcillo a estiércol que impregna el ambiente y nos acompaña durante un buen rato. Una vez superado el escollo olfativo, el desecado camino desemboca en una curva pronunciada de la carreta BV1122, a la derecha de la cual se halla el bar el Racó, punto de partida de los compañeros del grupo B.

La extensa explanada que hay frente al citado establecimiento sirve como lugar de reagrupación para los integrantes de la sección A. Los primeros en llegar a la planicie acomodan sus posaderas en unas piedras, comienzan a desempaquetar sus ricos bocatas y se disponen a dar buena cuenta de ellos. Sin embargo, apenas los pobres hambrientos han hincado el diente, un par de veces, en el suculento manjar, la mayoría de caminantes desiste de detenerse allí y se pospone la hora y el lugar del yantar para más adelante. Tal decisión, obliga a los famélicos a empaquetar de nuevo sus viandas y a ponerse en marcha por la senda que discurre entre la riera de Marganell y la citada carretera BV1122, hasta el término de Sant Cristòfol.

Al poco de adentrarnos en la estrecha pista dejamos a nuestra izquierda, y sin visitar, la capilla románica de Sant Jaume de Castellbell, y pasamos de largo junto al centro de equitación Natural Hípic, que queda a la derecha. Allí, en una pradera vallada con alambres electrificados, se alimentan varios ponis que, impertérritos, hacen caso omiso a la invasión de los intrusos caminantes forasteros.

A caballo entre Sant Cristòfol y Marganell, avanzamos junto a un precioso plantío de cereales, que luce orgulloso el refulgente verdor primaveral de sus jóvenes tallos, mientras, sus espigas, aun sin granar, se mecen lentamente acompasadas al son de la brisa matinal cual olas de mar batidas por suaves ráfagas de viento.
Nuestros sentidos permanecen completamente embelesados bajo los efectos del impresionante cuadro pictórico que nos envuelve: Un precioso y extenso vergel a nuestros pies; las golondrinas revoloteando al compás de sus trinos por encima de las espigas; la rocosa majestuosidad del Macizo de Montserrat al fondo; el sol surcando el cielo por el impoluto azul de la despejada jornada; y el reconfortante silencio de la campiña revistiendo de paz el encanto. .

Tras dejar atrás el refulgente campo de cultivo nos adentramos en la urbanización El Prat y avanzamos en dirección sur, hasta la vecina Can Prat, a través de la solitaria calle de la Agulles. La fantasmagórica vía asfaltada mantiene ocultas las almas de los recluidos lugareños, y solo el hosco ladrido de los coléricos canes, que celosos custodian las clausuradas propiedades, rompe la monotonía del desamparado lugar.

Poco antes de las diez y media de la mañana, y una vez rebasadas las últimas viviendas, localizamos una explanada en el bosque situada entre nuestro camino y el torrente de Can Martorell, y abandonamos la senda para reponer fuerzas. Nos acomodarnos en el virginal y despejado suelo del ralo bosque y, entre risas, bromas y chanzas, engullimos nuestro exquisito desayuno, mojamos el gaznate con el delicioso vino de la bota de Paco y devoramos todo tipo de alimentos calóricos: galletas, chocolates, frutos secos… ¿Qué buen paladar tenemos para dulces y demás comestibles suplementarios! 

Concluido el suculento desayuno recogemos bártulos y reiniciamos la marcha. La proximidad de la mágica montaña Montserrat imanta nuestra visión y, hechizados, nos vemos obligados a mantener fija la mirada en la espectacularidad de la misma.

Sin prisa, pero sin pausa, vamos avanzando y alcanzando altura prácticamente sin percatarnos. El ascenso por esta vertiente es bastante cómodo y muy llevadero. Nada que ver con el exigente y fatigoso camino que une Monistrol con el Santuario.

Relajados, descansados y risueños, alcanzamos la antigua abadía benedictina de Santa Cecilia. Y, para no romper la tradición, y seguir siendo fieles a nuestra idiosincrasia, dejamos para mejor ocasión la visita a las dependencias monacales y los rezos en la ermita del mismo nombre. ¡Que Dios se apiade de nosotros!

En la escalinata que hay frente a la ermita de la abadía nos reagrupamos para hacernos una fotografía conmemorativa del evento. Con el objetivo de salir todos los presentes en la toma, Antonio Gil solicita ayuda a uno de los visitantes que merodean por el lugar, pero para sorpresa general, el obtuso “caballero” se niega a tomar la instantánea y debe ser nuestro fotógrafo particular el que inmortalice el instante.

En el citado lugar de culto coincidimos con un grupo de jóvenes que se dirigen al mismo lugar que nosotros. Mientras nos hacemos la foto, ellos se ponen en marcha ocupando la amplitud del camino en su totalidad. Debido a que su ritmo es extremadamente cansino, y que la senda es algo estrecha, no conseguimos adelantarlos y nos vemos obligados a transitar lentamente tras ellos durante un buen trecho. La marcha de la numerosa e ínclita juventud es tan parsimoniosa que nos permite detenernos repetidamente, y cada poco, a observar los diferentes escenarios del imponente macizo: les agullas, el cavall Bernat, els flautats, la paret del diable, la trompa de l’elefant, la mòmia, el mirador de Sant Jeroni; los valientes escaladores ejercitándose…, y girando la vista hacia otros horizontes, la extensión del verde Bages; los nevados Pirineos en lontananza; la cuenca del Llobregat; las estribaciones del Vallés Occidental con la Serra de l’Obac, la Mola o el Montcau.

Finalmente, los agotados y sudorosos veinteañeros se detienen en un recodo del camino para recuperar el resuello, momento que aprovechamos nosotros, con escaso disimulo, para adelantarlos a la carrera, poner pies en polvorosa, y poder transitar a nuestro ritmo.

A pesar del inoportuno tapón que la calmosa tropa juvenil ha ejercido sobre los del grupo A, observamos con insano regodeo que tenemos al alcance de nuestra vista a los sufridos componentes del grupo B. Al olor de la rica presa, nos lanzamos en su búsqueda como fieras hambrientas en pos de su ansiada captura. Momentos después, llegamos a su altura, los sobrepasamos, los abandonamos a su suerte y seguimos adelante, obviándolos, hasta presentarnos en la ansiada meta. ¡Primero de los objetivos de la mañana superado!

La última parte del recorrido, que converge con el camino que conduce de Sant Jeroni hasta el Santuario de Montserrat, discurre en un prolongado descenso a través de unas irregulares e incómodas escaleras. Éstas, cimentadas en unos desvencijados peldaños desiguales, labrados en la piedra de la propia montaña, o erigidos sin ningún tipo de miramiento con materiales de construcción, nos obligan a caminar concentrados en la anómala y farragosa superficie para no trastabillar y darnos de bruces con el suelo.

Pasadas las 12 del mediodía vislumbramos el Monasterio desde las alturas, y minutos después, nos perdemos entre la ingente la multitud de curiosos que deambula de aquí para allá por las calles del lugar. Muchos, simples turistas ocasionales de excursión; varios, asiduos visitantes de la abadía; algunos, eventuales creyentes del catolicismo; y los menos, fervientes practicantes de la oración y el culto religioso. ¡Segundo objetivo para el zurrón!

Entre nosotros, los esforzados caminantes, destacan sobre manera los amantes de la espumosa cerveza. Y como casi todos conocen perfectamente las particularidades del lugar, la mayoría se decanta por visitar el bar, descansar, degustar unos sorbos de la rubia y refrescante bebida, y desechar la idea de invertir los pingües caudales en velas, ofrendas, limosnas, oraciones, peticiones al altísimo, o ideas por el estilo, que se supone regeneran el alma, limpian la conciencia, perdonan las ofensas y liberan del mal a los pecadores.

Pasadas las 13 horas nos reencontramos todos en el repleto aparcamiento del recinto para acomodarnos en los asientos del autocar. Minutos después partimos, alegres y ruidosos como siempre, hacia el Bar "El Caliu", de Casstellbel i el Vilar, donde pretendemos realizar la comida del mediodía y, acabados los postres, celebrar el evento literario de San Jordi.

Distribuidos por grupos en las mesas rojas de la terraza vamos consumiendo los variados y particulares alimentos preparados la noche anterior. Los GRManos más sibaritas tiran de la socorrida fiambrera; otros, quizás más prácticos, lo hacen de emparedados generosamente preñados; y algunos, menos previsores o posiblemente más espabilados, se zampan unos sugestivos platos combinados o raciones variadas, encargadas a la camarera que se cuida de servirnos en el exterior del establecimiento público. Tras los abundantes postres, y para complementar la generosa comilona, nos embuchamos, glotonamente, una caja de galletas caseras aportadas para la ocasión por la generosa Angelines. ¡Qué delicia de pastas!

Finalizado el suculento banquete varias mozas del grupo se encargan del reparto de los números que determinarán el orden de recogida de libros a intercambiar. Contrariamente a lo que canta el refranero, una de las desinteresadas organizadoras, que “parte y reparte”, infortunadamente se quedará sin su parte.

El acto cultural alcanza el pleno apogeo con la lectura del precioso poema de la Mallorquina Antonia Vicens, “Poesía”. Nuestras versadas compañeras Núria y Cati, ora en català, ora en castellano, (obviamos el urdú), nos emocionan con la inigualable belleza de las rimas.
La poesia
Antònia Vicens (Santanyí, Mallorca, 1941)
Plana sobre
la vida fulgors d’altres mons
t’esclata als ulls també
estrelles
d’aigua eixugades a la cala
de la infantesa quan
retuts tornen
els àngels ja sense
sal sense ales i tu
intentes agafar-ne les ombres
penjalls als fils
d’estendre les paraules l’hora
que més voldries
revocar els morts que
et pugen per
les cames
baldament omplis
la nit
de colomes blanques tot
esperant
una espurna de foc
que t’encengui el poema.

Acabado el festejo recuperamos nuestros asientos en el autocar y partimos felices rumbo a casa, de la que apenas nos separa media hora de carretera.

¡Feliz Diada de Sant Jordi, compañeras y compañeros!
 
Restaurant El Caliu
C/ La Bauma 2- 4
08296 Castellbel i el Vilar - Barcelona
Tel.:   938282353
 
http://dondecomer.es/barcelona/castellbell-vilar/caliu-20/

Blog de GRManía:

Monasteri de Montserrat
Sábado, 22 d’abril de 2017.

miércoles, 29 de marzo de 2017

GR4 Etapa 7 (18-03-2017)

GR4 Etapa 7 (18-03-2017)
Cabrianes - Sant Vicenç de Castellet.

Según canta el refranero, “lo bueno si breve, es dos veces bueno” pero este modesto escribano debe desconocer tal afirmación, pues no es precisamente la brevedad lo que destaca en sus interminables peroratas.

Intentaré, aunque solo sea por una vez, ser conciso en mis reflexiones y no andarme demasiado por los cerros de Úbeda. ¡Otra cosa es que lo consiga!

Después de un otoño de madrugones, este sábado nos permitimos el lujo de retrasar media hora la salida. Los últimos coletazos del invierno son ya evidentes y el alargar de los días hace que abandonemos la ciudad a plana luz solar.

El corto trayecto hasta Cabrianes no impide que los locuaces GRManos entablen amenas y enriquecedoras conversaciones sobre temas de actualidad.

Sin apenas nubes por el horizonte, la jornada se presenta propicia para caminar: La escarcha de la madrugada dormita en los sembrados y cubre de humedad los verdes campos. Los primeros rayos solares de la mañana hacen su apariencia y se reflejan, brillantes, en las múltiples gotas de agua que adornan las hojas de las tiernas plantas. Los pájaros revolotean alegremente, de aquí para allá, mientras  lanzan al aire sus felices trinos anunciando la proximidad de la nueva primavera.

De salida, partimos todos juntos por la carretera de Artés pues compartimos recorrido hasta El Pont de Vilomara, pero como suele ser habitual, antes de alcanzar el primer kilómetro, ya vamos todos desperdigados, y más que un grupo de caminantes parecemos un pelotón de ciclistas ascendiendo las durísimas rampas de un puerto de primera. ¡No hay más cera que la que arde, Florenci!  ¡Así nacimos, así crecimos y así pereceremos! ¡Antes muertos que agrupados!

Poco antes de alcanzar Torrellla de Baix, cuando nos disponemos a abandonar el duro asfalto y adentrarnos en la campiña, procedemos a la primera reagrupación de la jornada y allí nos damos cuenta de que Rafael se ha extraviado. Al parecer el artista iba tan enfrascado en sus pictóricos quehaceres paisajísticos que se ha despistado y ha cogido una ruta equivocada. Nadie, sin embargo, parece preocupado por la ausencia del errático caminante. Es tal la confianza que tenemos en la pericia y la capacidad de orientación del descaminado, que ninguno de nosotros duda de que con su amplia zancada pronto volverá a estar integrado en el panchovillesco grupo.

A la altura del kilómetro 5 cruzamos la carreta de Vic, dejando a nuestra derecha Sant Fruitós. Poco después alcanzamos la cuenca de Llobregat y caminamos en sentido descendente junto al río durante un buen rato. Mientras avanzamos en paralelo a la vera de la exigua corriente pasamos junto al Pont de Cabrianes y vamos bordeando la cuenca del calmoso caudal hasta dejar Navarcles, que queda a nuestra izquierda.

Hacia las diez de la mañana llegamos al Monasterio de Sant Benet del Bages. ¡No para rezar, ayunar, hacer penitencia, o redimirnos de nuestros pecados, sino para desayunar dando buena cuenta de los manjares que rellenan nuestros deliciosos bocadillos!  
Sea, o no, cuestión de habilidad, azar, o tal vez atraído por el olor de los bocatas, la cuestión es que a la hora del desayuno, en la explanada que separa el devoto Monasterio de San Benet de la cuenca fluvial, el errático caminante vuelve a formar parte de la manada. Total… ¿Qué son un par de kilómetros de pérdida para él andarín?

Mientras desayunamos, los cuerdos senderistas amantes de la responsabilidad y el orden, (¡que los hay!) expresan sus discrepancias con el proceder de aquellos libertarios que marchan a sus anchas. ¿A qué obedece tal desmadre en el grupo? ¿Dónde nace nuestra incapacidad para caminar agrupados? ¿Después de tantas décadas pateando senderos, será posible que algún día avancemos juntos?

¡Tranquilo Comandante Pepe, que oírte te oímos, lo que sucede es que no te escuchamos! ¡Y… no sufras por nuestro caos, Florenci, pues el orden de este grupo radica en su total desorganización al andar! ¡Mientras los/las que coordinan temporadas, calendarios, recorridos, etapas, tracks, viajes, cuentas, comilonas, festejos y demás logística sigan cuerdos, el grupo funcionará por inercia!

Una vez concluida la ingesta de alimentos y con las fuerzas renovadas gracias a los generosos tentempiés, la compañía de andarines se divide en los dos habituales grupos: el A con meta en Sant Vicenç i el B con destino al Pont de Vilomara.

Al bordear el edificio del Monasterio de Sant Benet, los CorreManos integrantes del grupo A se lanzan al galope tendido y en apenas unos minutos los sosegados que viajamos en el pelotón de cola ya los hemos perdido de vista. ¡Ya nos esperaran si quieren!

Desde el lugar de culto y recogimiento hasta El Pont de Vilumara, el recorrido (un continuo tobogán de subidas y bajas por una pista forestal que alterna con algún que otro sendero estrecho, pedregoso e incómodo de transitar) discurre por entre la humilde cuenca del manso Llobregat y la disecada Riera de Mura.

La ausencia de nubes nos permite distinguir con claridad las alejadas edificaciones de Manresa, al oeste; las estribaciones de la Sierra de Sant Llorenç de Munt, al este; la inconfundible silueta de la mágica Montserrat, envuelta entre la calima, al sur; y las imponentes cumbres, aun emblanqueadas, de los Pirineos, al norte.

Alejados del ruidoso trajinar de las urbes, vamos caminando junto zonas de arbolado (principalmente pinos y encinas); amplios terrenos poblados de retama a punto de florecer, arbustos, romero en flor y otras plantas silvestres; escarpados bancales cubiertos de maleza que antaño fueran viñedos y hoy languidecen abandonados al olvido; jóvenes campos de cereales que lucen un verde resplandeciente; rieras, regatos y cuencas completamente disecados por la escasez de lluvia; construcciones de granito, medio derruidas, que en otra época sirvieron como tinas para almacenar la cosecha vitícola; ermitas en estado ciertamente ruinoso y solitarias masías.

Hacia las 12 del mediodía los rezagados del grupo A alcanzamos las afueras del Pont de Vilomara (final de trayecto para los colegas del grupo B). Tras bordear el sector industrial ascendemos por una empinada cuesta sin adentrarnos en el poblado. De improviso, como surgido de la nada, aparece ante nosotros Rafael, al que creíamos por delante. Parece ser que el hombre y su cámara se han vuelto a despistar para añadir a sus piernas un par de kilómetros extras al recorrido programado.
Una vez dejada atrás la población del Pont de Vilomara acometemos las rampas más duras de la jornada. Nos adentramos en el Parque Natural de la Serra de Sant Llorenç de Munt i l’Obac ascendiendo las lomas del Serrat dels Trons, por una amplia y zigzagueante pista forestal, hasta alcanzar la cota en Sant Jaume de Vallhonesta. Allí destacan las ruinas del antiguo Hostal y la restaurada ermita que dieron nombre el citado lugar (¡cerrada por cierto!), y una decrépita fuente de la que mana un hilillo de agua potable que a duras penas nos permite repostar y rellenar nuestras agotadas cantimploras.

Una vez reagrupados, y tras despedirnos de un trío de senderistas parapetados junto a una inmensa estelada extendida en el suelo, reemprendemos la marcha, en por un estrecho sendero en descenso, en dirección al Torrent del Rubio, el cual discurre más seco que la mojama.

Cruzamos por unas lanchas que sirven de lecho al reseco cauce del torrente y volvemos a ascender levemente por una senda entre matorrales, hasta alcanzar la ermita de Sant Pere de Vallhonesta y la impecable Font del Pit Roig. A pesar de nuestro loable intento por visitar el templo, el mismo permanece cerrado y ello nos impide plantearnos el más mínimo rezo.

La parte final del recorrido discurre por un sendero en descenso hasta llegar a la meta, la cual alcanzamos pasadas las trece horas.

Al vislumbrar las primeras edificaciones de Sant Vicenç de Castellet nos vemos en la necesidad de cruzar por encima del puente que franquea la Autopista de Montserrat. Poco después nos adentrarnos en las primeras calles de la población, y minutos más tarde nos topamos con la vía del tren que, seccionando el poblado, nos obliga a un leve rodeo para poder salvarla por la zona de seguridad.  

Caminando sin rumbo fijo por la calle General Prim nos presentamos, de milagro, en las inmediaciones de la Plaza del Pí, lugar que se halla a escasos metros de donde nos aguardan el resto de descansados GRManos.

Una llamada telefónica nos permite localizar correctamente el punto de encuentro con nuestros compañeros y compañeras, y tras cruzar  nuevamente la vía férrea, esta vez por debajo de un puente, nos presentamos en el lugar convenido: El Bar el Racó d’en Manel.

Aposentados en nuestras respectivas sillas disponemos nuestra comida del medio día con la esperanza de ser rápidamente atendidos por el camarero que sirve la terraza. Mientras se produce espera desempaquetamos las viandas y algunos, a secas, comenzamos a dar buena cuenta de ellas. La poca destreza del camarero, o nuestra absoluta invisibilidad a sus clausurados ojos, nos obliga a levantarnos y acercarnos a la barra para demandar la ansiada y espumosa jarra de cerveza, pues corremos el riesgo de que caiga en el olvido nuestro pedido y que debamos tomarnos la espumosa rubia a la hora del café y no en el momento de la ingesta del condumio. ¡Qué falta de ganas de trabajar o incompetencia lucen algunos!

Prevenidos de lo que nos espera a la hora del café, Antonia, bolígrafo y papel en mano, toma cartas en el asunto y anota los pedidos cafeteros para que no nos den las tantas. Poco después algunos/as compañeros de fatigas se desplazan a la barra para acarrear y servirnos los cafés demandados. ¡Gracias compañeras/os por vuestro generoso acto! ¡Que Dios os lo pague que tiene buena bolsa!

Concluida la sobremesa recogemos bártulos y partimos rumbo a Terrassa, a la que llegamos a una hora inhabitual, apenas sobrasadas las cuatro de la tarde.


Restaurant El Racó d’en Manel
Plaça Generalitat, 4-5,
08295 Sant Vicenç de Castellet
Barcelona
Tel.:   34 938 33 06 97
 
https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g1235036-d8261134-Reviews-El_Raco_d_en_Manel-Sant_Vicenc_de_Castellet_Catalonia.html

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Sant Vicenç de Castellet
Sábado, 18 de marzo de 2017.