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viernes, 5 de agosto de 2016

GR5 - Etapa 10 (18-06-2016)

GR5 - Etapa 10 (18-06-2016)
Aiguafreda – Sant Miquel del Fai.

Hoy 18 de junio de 2016 ponemos punto y final a la temporada 15-16, y como es norma habitual caminaremos poco y celebraremos mucho.

Una semana meteorológica un tanto atípica para la temporada en que nos hallamos nos ha mantenido en duda sobre la conveniencia, o no, de realizar la etapa. Tanto es así que hace dos días, ante la perspectiva de lluvia para la jornada de hoy sábado, había quien abogaba por suspender la caminata y concentrar toda nuestra energía en la comilona de Sant Llorenç Savall. Finalmente y tras alguna que otra deliberación por parte de las mentes pensantes, se decidió tirar para adelante, cruzar los dedos y confiar en que la lluvia nos diera una tregua y nos permitiera realizar el recorrido previsto.

La imposibilidad material de la mayoría de nosotros para participar en la etapa programada para el pasado día 8 de junio, primera del enlace con el GR5, nos obligó a suspenderla, así que hoy procedemos a recorrer el trayecto no andado (Aiguafreda – Sant Miquel del Fai), en lugar del inicialmente previsto (Sant Miquel de fai – Sant Lloreç Savall).

Tras acomodarnos en el autocar, algunos móviles empiezan a echar humo en su afán por adivinar, vía radar meteorológico, que nos deparará la jornada. Negros nubarrones se ciernen sobre la zona que vamos a transitar, pero las corrientes de aire parece ser que se han alineado con nosotros y aparentemente la borrasca  se irá alejando de nuestro recorrido. ¡Confiemos en la buena suerte!

Al descender del autocar en Aiguafreda, nuestros ojos se dirigen, inmisericordes, hacia las alturas para observar el panorama. El cielo, cubierto de un manto oscuro, no presagia nada bueno, pero… ¿Qué somos?... ¿Valientes y aguerridos  caminantes?... ¿O turistas de pacotilla que se arrugan ante unas cuantas gotas?

Unos por convicción y otros por que no se diga, el caso es que todos nos ponemos a caminar en dirección a la meta (¡Será que ya olemos los manjares!). Mientras Antoni busca cómplices que acarreen con los Walkys. ¡Menuda papeleta la suya!  

Teniendo en cuanta que todos vamos al mismo lugar y que hoy solamente hay una opción, lo lógico sería que transitáramos juntos. Pero para no romper la tradición nada más iniciarse la marcha se rompe la armonía y cada uno a lo suyo.

A las afueras del pueblo nos topamos con la iglesia de Sant Pere de Valldaneu y junto a la tapia del cementerio anexo nos detenemos para reagruparnos. ¡Todavía quedan GRManos con algo de cordura!

Después de una corta espera, al fondo, por la retaguardia, aparecen la mayoría de los rezagados caminantes. Faltan a la cita Paco Victoria, Cesc y Marcos, pero según los entendidos no es menester esperarlos pues han salido de estampida y transitan por delante, a la cabecera del grupo, a velocidad de vértigo.

Tras despedirnos de las silenciosas almas que descansan bajo el sueño eterno, nos desviamos a la derecha, por una estrecha vereda perdida entre el arbolado y la maleza, para adentrarnos en el bosque.

Luego de un rato caminando, encaramos una ligera subida y nos topamos con una cerca metálica que pretende ponerle puertas al campo, y un poco más adelante, de entre la espesura del bosque, emerge una señorial masía medio oculta. Ésta se halla rodeada de tierras de cultivo, y en una de sus huertas destaca un cerezo cargado de encarnadas y apetitosas bolitas maduras. Uno, que pasa por ser un individuo incorregible, no puede resistirse a la tentación de probar la sugerente fruta prohibida y recolecta un puñado de frutos rojizos para degustarlos. ¡UUMM!

Nada más abandonar las propiedades del masovero aparece ante nuestra vista una exigente y retadora pendiente de difícil transitar, pues a la inclinación del firme, debemos añadir la ausencia de elementos naturales a los cuales aferrase para salvar el pronunciado repecho. Cada cual a nuestro ritmo vamos sufriendo los rigores de la empinada cuesta, y entre jadeos, sudores, resbalones, paradas para reponer fuerzas (que disimulamos con la excusa de esperar a los de atrás) y algún que otro contratiempo, vamos lanzando maldiciones a aquel que diseñó la ruta para alcanzar el primer altiplano.

A medida que vamos alcanzado el primer replano, nos vamos deteniendo para recuperar el resuello y esperar la llegada de los del furgón de cola. Todos menos Paco Ortega y Pepe Hervás que deciden tirar para adelante en solitario y los que se supone van por delante (Paco Victoria, Cecs y Marcos).

Alguno, entre los que me incluyo, ponemos en duda que Josefina y Pili puedan alcanzar el lugar donde nos hallamos nosotros, más por la dificultad orográfica del ascenso que por la elevada inclinación de la rampa. ¡Hombres de poca fe!

El discurrir del tiempo nos lleva a pensar que las rezagadas y sus respectivos acompañantes han desistido del empeño, y tras un leve conclave proseguimos la marcha para acometer el siguiente desnivel. Exigente y fatigoso también, pero mucho más fácil de salvar dado que el camino es amplio, está en mejor estado y es más transitable que el recién dejado atrás.

Sofocados por el esfuerzo alcanzamos la cima dels cingles de Bertí y nos acomodamos en una explanada para proceder a desayunar. La inigualable atalaya (que ya fuera lugar de descanso y recuperación de fuerzas hace algunas décadas cuando el grupo hizo la ruta a la inversa) nos acoge en medio del silencio y nos ofrece unas espectaculares vistas sobre el paisaje del valle y la comarca.

Entre bocado y bocado vamos comentando los sucesos de la mañana y nos preguntamos donde se habrán metido los ausentes. Algún conocedor de la situación afirma que Paco Victoria, Cesc y Marcos han tomado un sendero equivocado y han acabado en Tagamanent. Sin embargo desconocemos el paradero de los señores Ortega y Hervás, a los cuales esperábamos encontrar aquí.

Cuando estamos a punto de abandonar el lugar de reposo aparecen por sorpresa los dos extraviados. Éstos, en su afán por ser los primeros en alcanzar la cima se han salido de la ruta, han caminado más de media hora con rumbo equivocado y, al darse cuenta, se han visto obligados a desandar sus pasos para volver a la senda correcta. ¡Qué sería de GRManía sin las repetidas e irreparables pérdidas!

Mientras los aparecidos desayunan se ven obligados a aguantar las hirientes puyas, las risas burlonas y el choteo generalizado de parte de todos nosotros, aunque ellos, impávidos, se defienden como gatos panza arriba.

Acabado el ágape comenzamos a recoger los bártulos y en estas aparecen las dos valientes sufridoras: Josefina y Pilar, escoltadas por sus consortes. ¡Bravo! ¡No me lo tengáis en cuenta y perdonad mi oprobio por dudar de vuestra capacidad!

Recuperadas las fuerzas, reemprendemos la marcha por la senda del GR5 hasta localizar las ruinas de Sant Pere de Betí entre las cuales destacan los vestigios desmoronados de lo que fuera la iglesia del mismo nombre. En una pequeña explanada del camino, junto a la derruida construcción eclesiástica, volvemos a detener nuestros y una vez reagrupados nos encaminamos camino abajo, hasta adentrarnos en el torrente de Puigfred, y continuar en pos de la ansiada meta.

La estrecha senda nos conduce por entre la espesura del bosque, y en nuestro avance nos encontramos, luciendo entre el verde, varias matas de fresas con sus rojizos frutos silvestres. ¿Cómo desperdiciar la ocasión de probar la ofrenda?

Ante la proximidad de la meta, lo tardío de la hora o los oscuros nubarrones que se desperezan por el horizonte, Jordi, Ramón, Evaristo poner la directa y tiran para adelante en pos del Monasterio de San Miquel de Fai. Yo también aligero el paso, e intento seguirlos, pero mis esfuerzos son baldíos y no logro alcanzarlos hasta llegar al parquin del monasterio.

Por turnos, en torno a las dos del mediodía, vamos llegando a la meta donde nos aguardan nuestros compañeros y compañeras del grupo B y el trío de cabeza.

Constatado el extravío del triunvirato (Paco Victoria, Cesc y Marcos), todos nos mantenemos a la expectativa intentando minimizar la indescifrable espera. Jordi, Pepe, Antonio Gil, Cati, Fátima y algún@ más, intentan vanamente contactar con ellos por teléfono y WhatsApp para saber por dónde transitan,  calcular el retraso, y avisar al Restaurante de nuestra más que segura demora.

Una hora y media después de nuestra llegada al punto de encuentro, la trinca emerge de entre el arbolado por empinada senda que conduce al aparcamiento público entre vítores, aplausos y alguna que otra mirada reprobatoria.

Concluida la espera nos acomodamos en el autocar y partimos veloces rumbo a Cal Ramón para dar cuenta del menú consensuado por Jaume Valls.

Como por arte de magia, a las puertas del Restaurante nos encontramos con varios compañeros/as elegantemente vestidos, descansados como si no hubieran andado, muertos de hambre y sorprendidos de nuestra inesperada tardanza.

Luego de cargar el mochuelo a quien corresponde, accedemos al restaurante y nos acomodamos por afinidades o según vamos llegando. La comida, sencilla pero correctamente condimentada transcurre con normalidad, salvo para los que hemos solicitado “bacalao a la llauna” que debemos soportar una dilatada espera. ¡Quién sabe si porqué el bacalao era de Bilbao, porque la llauna estaba agujereada, porque en el horno no cabía tanto “pesaco”, o porque los hados se alinearon contra nosotros, los pringaos!

Mientras vaciamos el contenido de los platos volvemos a las andadas de siempre. Unas quieren la puerta abierta, otras la prefieren entornada y otras cerrada. Aquellos se quejan de calor, estos de frío y los otros de las corrientes. ¡Suerte que somos en torno a sesenta ¡

Cuando nos hallamos en plena comilona se acaban las discusiones sobre el estado en que debe permanecer la puerta, pues se desata una impresionante tormenta de rayos, truenos y viento, acompañada de un torrencial aguacero, que nos obliga a zanjar las discusiones y echar el cierre definitivo a la verja para que no penetre el agua hasta el centro del comedor.

A la hora de la sobremesa llega el momento de dar por concluida la temporada con los habituales actos festivo-culturales. Jaume Valls nos devuelve al pasado con el relato de alguna de sus aventuras de infancia y las particularidades de sus ancestros, sobre hechos acaecidos en el local donde nos encontramos y sobre diversas anécdotas del pueblo y la vida de sus lugareños. Pedro ¿cómo no?  nos conmueve una vez más con la maestría de sus trabajadas, sentidas, emotivas e inigualables rimas, versadas sobre diversos aconteceres de actualidad o sucesos acaecidos en el devenir de GRManía. Yo os doy mi subjetiva opinión (acertada para algunos y posiblemente una murga para otros) con mis habituales y manidos discursos (¡Que no caiga en saco roto la propuesta de que alguna moza se encargue de elaborar los discursos de cierre de temporada!) y, finalmente, Antonio Gil, nos pone la carne de gallina con el audiovisual que rememora los principales momentos de temporada que hoy clausuramos. Muchos de ellos son momentos de alegría, risas y diversión. Pero destaca por encima de todos el sentido, emotivo y doloroso homenaje a la memoria del desaparecido Fidel, que hace que los recuerdos se apoderen de nuestras incrédulas mentes, el dolor de nuestros afligidos corazones y las sentidas lágrimas corran silenciosas por nuestras mejillas. ¡Siempre en nuestro recuerdo, añorado Fidel!


Restaurante Cal Ramón (Sant Llorenç Savall)

Blog de GRManía:

Sant Llorenç Savall
Sábado, 18 de junio de 2016.

viernes, 17 de junio de 2016

Discurso de cierre de la temporada 2015-16

¡Buenas tardes compañeras y compañeros de GRMania!
 
Una vez más nos hallamos reunidos en torno a mesa y mantel (¡Cómo no!) para cerrar la temporada 2015-2016, y aquí estoy yo de nuevo con mi perorata.

Pero calma, que intentaré  ir al grano y no hacerme pesado, pues según decía Thomas Fuller, (un antiguo capellán de la corte del rey Carlos I de Inglaterra) -"El hombre sabio, incluso cuando calla, dice más que el necio cuando habla".Por tal motivo, y como en mi caso lo de sabio es pura utopía, procuraré ser breve para distanciarme lo más posible del necio. ¡Otra cosa será si lo consigo!
Muchos han sido los senderos transitados, y numerosas, también, las jornadas y horas empleadas en recorrerlos, pero si nos circunscribimos al mero aspecto paisajístico, según mi modesta opinión, el de esta temporada que hoy termina ha sido, sin duda, uno de los GRs más bellos. ¡Aunque para gustos… colores!. Desgraciadamente, también, el más duro de sobrellevar. 
Un GR más que añadir a nuestras fatigosas piernas y otro año más que sumar a nuestras deslomadas espaldas. Pero no un GR más, ¡Nooo! Por desgracia, las amargas circunstancias otoñales así lo quisieron y uno de los nuestros apenas si nos acompañó a lo largo del placentero caminar. Eso sí, siempre estuvo, y estará, en nuestra memoria y nuestros pensamientos. 
Nueve meses (como si de una feliz gestación se tratara) hemos tardado en recorrer la distancia que separa la Jonquera de Sant Lloreç Savall. Dos GRs (GR2 y GR5) que confluyendo en Aiguafreda nos condujeron desde el Alt Empordà hasta el Vallé Occidental. Diez lindas etapas plagadas de fantásticas aventuras; salpicadas de pérdidas y encuentros; de desatadas estampidas y esporádicas esperas; de alocadas carreras y de paseos en calma; de alegres celebraciones y opíparas comilonas; de vermuts y sobremesas que reconfortan cuerpo y alma; de recogedores silencios y de ruidosas conversaciones; de puntos de vista coincidentes y otros enfrentados; de momentos de inmensa felicidad y alguno de dolorosa e infinita amargura; de fatiga y sudor por el esfuerzo, o de goce y regocijo al caminar sumergidos entre la belleza de estos idílicos parajes; de aire fresco, cielos limpios y aromática naturaleza en libertad; de frescas mañanas y tórridos mediodías al justiciero sol… En definitiva, de enriquecedoras experiencias compartidas entre todos, vividas, eso sí, según la percepción que de la realidad y de las circunstancias tenemos cada cual.
A lo largo de las diversas etapas de este “curso” hemos ido comprobando que mientras los tarambanas del A avanzábamos desperdigados, pasando a galope tendido por lugares y caminos cual alocados veinteañeros, sin tiempo material para detenernos a hacer una foto, pararnos a disfrutar del paisaje, cambiarnos de prenda de abrigo, beber un trago de agua, saborear una fresca cerveza, o liberar la vejiga (salvo que no nos importara quedarnos descolgados y caminar en solitario), los del pelotón de cola, se detenían a la menor excusa, sin prisas ni agobios, ¡por que sí! Ya fuera para contemplar el paisaje y disfrutar de las flores y los animales, plasmar preciosas instantáneas con las cuales inundar el WhatsApp, conversar distendida y amistosamente sobre temas de actualidad diversos, visitar monumentos o lugares de interés, degustar un refrigerio acompañado de sus correspondientes y deliciosas tapas o simple y llanamente por el placer de detenerse a descansar en los lugares que invitaban a ello. 
Durante las incontables horas de satisfactorio caminar, desde la frontera con la Catalunya del norte hasta donde hoy nos encontramos, hemos ido constatando de manera eficiente la evolución y heterogeneidad de GRManía. Si hace unos años este fantástico grupo lo formaban una inmensa mayoría de laboriosos currantes y algún que otro merecido pensionista, el tiempo ha ido avanzando inexorablemente, y sin darnos cuenta nos hallamos en puertas del día en que la mayoría de nosotros seremos unos achacosos jubilados y solo unos pocos los ensalzados cotizantes. ¡Es ley de vida compañeros! Si hoy parece que unos vuelan y los otros renquean, pronto renquearán los unos y gatearán los otros, y en un futuro no demasiado lejano… ¡Todos a rastras! ¡De qué sirve, entonces, ofuscarnos con que la vida es demasiado breve, si luego somos incapaces de detenernos a disfrutar de las maravillas que ésta nos ofrece!
Pero bueno compañer@s, como no pretendo atravesar la siniestra frontera de los necios ni parecerme a ellos, cerraré la boca y os dejaré tranquilos. Bastante os fustigo ya con la vara de mis manidas e interminables crónicas (a los y las valientes que osáis leerlas) como para seguir atosigándoos con más moralinas.
Permitidme, sin embargo, queridos amigos, compartir en voz alta una reflexión personal que hace tiempo me ronda por la cabeza. Recientemente, charlando con a una de las cabezas pensantes de GRMania le sugerí la conveniencia de encontrar savia nueva para los habituales discursos. Aire limpio, fresco, sutil y por supuesto femenino. La voz de alguna versada moza ¡muchas hay! que nos haga partícipes de sus experiencias, exprese sus sentimientos, exteriorice sus opiniones sobre lo que sucede en los GRs y lo exponga en las celebraciones, festividades, cierres de temporada, o cuando ella lo considere oportuno… Principalmente, y en honor a la paridad, porque hay otros puntos de vista sobre la realidad y otras maneras de enfocar los acontecimientos que de conocerlos, nos permite a tod@s “ver las cosas como son, y no como somos”. ¡Ahí lanzo la caña! ¡Ánimo y sin miedo! ¿Dónde está la valiente que muerde el anzuelo?
Para concluir, un breve recordatorio sobre el futuro venidero. Si el tiempo y las circunstancias no lo impiden, la temporada 2016-17 acometeremos el GR4 que partiendo de la Pirenaica Cerdanya (La Guingueta–Bourgmadame-) llega hasta Montserrat, y finiquitar la ruta en el Monasterio de Santas Creus! 
¡Gracias por vuestra infinita paciencia camaradas! ¡Feliz verano para tod@s!

Sant Lloreç Savall
Sábado 18 de junio de 2016

viernes, 10 de junio de 2016

GR2 - Etapa 9 (21-05-2016)

Santuari del Puig de l’Agulla – Aiguafreda. 

Después de varias jornadas de presencia multitudinaria de GRMan@s, volvemos a los tiempos de crisis y apenas sobrepasamos a la treintena. Eso sí, los suficientes como para cubrir gastos y no tener que meter la mano en nuestra la pingüe y maltrecha “la Caja de las Pensiones”. 

Como viene siendo habitual en las últimas etapas partimos todos juntos de salida, aunque con objetivos diferentes: Aiguafreda, a 24 Km, para los alocados andarines del grupo A, y El Brull, para los sosegados caminantes del B.

En un intento por alterar el fatídico sino que nos persigue, el comandante Pepe propone una agrupación, a primera hora de la mañana, para desayunar juntos y compartir un momento de camaradería entre todos. En su afán por conseguirlo, amenaza veladamente a los más veloces, con privarles del vino de la bota que carga a sus espadas, si éstos no aguardan hasta la llegada de los del grupo B al lugar de reunión. Sin embargo, la intimidación cae en saco roto pues el ingenuo Camarada desconoce que la otra bota viaja a lomos de Paco Ortega. 

Hacia las 10 de la mañana, los de la avanzadilla del grupo A abandonamos la senda y nos adentramos en la espesura del bosque. A escasos metros de la ruta correcta localizamos una soleada explanada, cimentada en un roquedal, y nos detenemos en espera de la llegada de los del grupo B para desayunar juntos.  
 
Al poco de acomodar nuestras posaderas encima de las lanchas, una voz comenta que no considera muy acertada la idea de esperar a los del pelotón de cola, para empezar a alimentarnos, pues según las noticias que vomita el Walky, éstos se hallan bastante alejados del lugar donde nos encontramos nosotros. Además, el trayecto que a ellos les queda  es casi la mitad que el nuestro y eso retrasaría el final de la etapa. Instantáneamente, varias voces hacen suyo el pensamiento del compañero, descartamos la espera y comenzamos a la ingesta de los nutrientes.

Unos cuantos nos zampamos unos grasientos bocatas engordados con jamón serrano, de york, chorizo, fuet, salchichón, queso,… etc. Otros se descantan por oleosos emparedados de atún. Algunos por sabrosas tortillas a la francesa o de patata. Unos pocos ingieren alguna fruslería vegetal. Y los menos se conforman con degustar alguna que otra fruta de temporada o simplemente frutos secos.

Tras compartir el vino de la bota; aceitunas y frutos secos; galletas, chocolates y dulces a granel; el delicioso té de Caty y José Castillo (¡A quien le llega!); el café de Carlos; el vodka de Antonio; y otras menudencias, los del grupo A ponemos pies en polvorosa y nos lanzamos frenéticamente en pos de la meta.

Nada más reiniciada la marcha ascendemos por una veredera que discurre entre la arboleda de la Serra de Goitallopos y continuamos transitamos por su cresta, con el Montseny a nuestra izquierda, hasta alcanzar las Rocas de Sant Genís.

Las lluvias de los últimos días han aliviado, en parte, la pertinaz sequía de los últimos meses  y el paisaje nos ofrece una buena muestra de ello: El arbolado brilla con el esplendor de sus nuevas hojas; las sendas y caminos, salpicados de charcos, ven adornadas sus lindes y proximidades con el radiante fulgor de la fresca y renaciente hierba; las coloreadas mariposas revolotean zigzagueantes ajenas a nuestra presencia, mientras las aves mezclan sus melódicos trinos con nuestras ruidosas conversaciones. ¡La hermosa primavera en todo su esplendor!

Acalorados por el alto ritmo de la marcha, continuamos con nuestra andadura y vamos descendiendo hasta cruzar, sin problemas, el sediento cauce del río Gurri.

Tras dejar atrás el reseco torrente, una ligera subida que discurre por una senda forestal nos aleja del bosque y nos lleva a la población de Seva. Sin detenernos,  cruzamos la urbe sin que ninguno de sus habitantes salga a nuestro encuentro.

Con la población a nuestra espalda, el Montseny a nuestra izquierda y Sant Miquel del Fai al frente, avanzamos por el camí de Masset en dirección a El Brull. A nuestro paso vamos dejando de lado frondosos campos de cereal en proceso de granado, esporádicas y verdes praderas con algunos animales pastando, el espectacular estany de l’Estanyol, y edificaciones aisladas vigiladas por sabuesos enclaustrados que ladran a nuestro paso.

Bajo un sol de justicia alcanzamos el Brull (fin de trayecto para los del grupo B), y a medida vamos llegamos al lugar apagamos nuestra sed en la fuente pública. Los más ingenuos de nosotros rellenamos nuestras vacías cantimploras con el líquido de la citada fuente, otros, más espabilados (¿verdad Aurelia, Caty y P. Ortega?) se adentran en el bar y aplacan la sed con una refrescante cerveza.

No sé porqué, pero mi retorcida mente me dice que cuando los integrantes del grupo B lleguen al este sitio, obviarán la visita a la Rectoría de Sant Martí del Brull y en su lugar se adentrarán en el bar para hacer correr la reconfortante y espumosa cerveza de la cantina. ¿Qué mal enseñados los tienes José Antonio!

Con los cuerpos correctamente hidratados, reemprendemos la marcha por el camino del pla del forn, que discurre entre la arboleda a lo largo de la Serra del Arca, hasta alcanzar los Cingles de Sani. En este paraje se localizan los restos de una gran cantidad de dólmenes (El Brull, el Bry, el collet de la costa, el del serrat dels moros o de la Serra de l’Arca, el dela Casanova de Can Serra…) que obviamos a nuestro paso. Ya sea por el ruinoso estado de las megalíticas construcciones, o debido a nuestra escasa afición a los descubrimientos geológicos, pasamos por la zona sin disfrutar de las riquezas del lugar.

Después de un buen trecho marchando por las alturas alcanzamos las Runes de Can Serra de l’Arca y poco después acometemos un pronunciado descenso, por una pedregosa y reseca canal, que nos conduce a la pista forestal que nos llevará a Aiguafreda. Al poco de adentrarnos en el amplio camino pasamos por debajo de una gran roca (la Balma de Can Serra) que sobresale en forma de visera y permanece anclada al suelo en un equilibrio aparentemente inestable, dando la la sensación de que está a punto de desprenderse y precipitarse sobre nosotros.

Poco antes de alcanzar Aiguafreda nos topamos con el depósito del agua y poco después con las primeras cimentaciones. Éstas, no son sino unas horripilantes construcciones de cemento armado cuyo diseño y edificación se que se asemejan más a un búnquer que a una vivienda o lugar de residencia.

Tras un trecho zigzagueando por entre la arboleda, a la derecha del camino, nos topamos con un solar presidido por un precioso e inusualmente bien conservado molino de viento, construido con piedra autóctona como la edificación anexa.

Nada más alcanzar la primera calle del poblado nos vemos obligados a caminar, en paralelo, junto a un impresionante muro exterior levantado a semejanza de los de una prisión de máxima seguridad, que protege el interior de la propiedad de las miradas de curiosos y forasteros. Poco después, en torno a las 14 horas, alcanzamos Aiguafreda, y tras contactar por teléfono con nuestros compañeros, nos encaminamos al bar Miguel para reunirnos en torno a la masa y dar buena cuenta de los alimentos transportados para la comida.

Al llegar al establecimiento, ubicado junto a la carretera, nos encontramos a la  mayoría de los integrantes del grupo B apoltronados en las sillas de la terraza, vaciando voluminosas jarras de cerveza y consumiendo todo tipo de refrescos.

Una vez concluida la etapa, todos los caminantes nos acomodamos en una sala reservada para nuestras huestes y procedemos a reponer fuerzas. Como viene siendo habitual, los alimentos que engullimos durante la comida del mediodía difieren bastante del sustento que devoramos a la hora del desayuno. Así, vemos como desciende de manera considerable el número de bocadillos y aumenta, proporcionalmente, el de comestibles condimentados: pasta, arroz, tortillas, combinados de varios alimentos, verduras, ensaladas, precocinados…

Para no romper las buenas costumbres, devoramos la pitanza como osos recién salidos de la hibernación y gritamos cual energúmenos enfrentados en una pelea. Además, y por si todo ésto no fuera sufieciente, la visión de la realidad y las circunstancias que nos rodean suele ser bastante particular. Si para unos hace calor en la estancia, para otros se está bien e incluso hace fresquito; si unos proponen abrir los ventanales, para airear el ambiente y liberar el tufillo que desprenden nuestras sudadas prendas, otros prefieren mantenerlos cerrados y evitar las molestas corrientes de aire; los hay que engullen a la carrera para emprender el viaje de retorno lo antes posible, mientras otros se lo toman con parsimoniosa calma; unos prefieren cerveza, otros vino, éstos refrescos, aquellos agua… Y si hablamos de los cafés, mejor no entrar en detalle: yo solo, yo largo, yo corto, yo cortado, yo con leche, yo de sobre, yo de máquina, yo descafeinado, yo cortado descafeinado, yo sin azúcar, yo con ella, a mi no me gusta el café y prefiero una infusión de: manzanilla, menta poleo, hierbabuena, roibos, digestiva, antioxidante, relajante, laxante… E incluso… Yo, ni café, ni infusiones. -¡Yo un helado! -¿De hielo, de nata, de…?

¡Qué grupo tan singular! ¡En la variedad está el gusto, señoras y señores!

Bar Miguel- Aiguafreda

Blog de GRManía:
http://grmaniaweb.blogspot.com.es/

Aiguafreda
Sábado, 21 de mayo de 2016.

jueves, 26 de mayo de 2016

GR2 - Etapa 8 (23-04-2016)

Vilanova de Sau – Santuari del Puig de l’Agulla

Transcurrido casi un mes desde que finiquitáramos el enriquecedor Camino de Santiago, retomamos de nuevo las viejas costumbres y nos rencontramos, una vez más, para disfrutar de otra maravillosa etapa por la Cataluña interior. ¡Este asombroso GR2 es un auténtico y fascinante placer para los sentidos!

De inicio, partimos todos juntos de Vilanova de Sau para abandonar el valle y regresar de nuevo al altiplano, pero apenas dejamos atrás poblado el grupo se estira como una goma de mascar y se convierte en una hilera interminable.

Nada más penetrar en el bosque una prolongada cuesta nos obliga a realizar el primer esfuerzo de la jornada. Los vigorosos deportistas acometen la dura subida a toda pastilla y en un santiamén alcanzan la cumbre. Mientras, el grueso de los caminantes nos lo tomamos con bastante más calma y necesitamos algo más de tiempo para cubrir el riguroso trayecto. En los tramos más exigentes el esfuerzo nos obliga caminar en fila y a guardar un infrecuente silencio. Por el contrario,  cuando la subida se torna más liviana, retornan las conversaciones aparcadas, regresan las carcajadas y se escucha algún que otro malévolo chiste. En uno de los tramos menos severos, Maribel y Mª Morales debaten sobre sus innatas dotes para el apalabrado y discrepan acaloradamente sobre cuál de ellas dos es mejor competidora. ¡Yo, por si acaso, me mantengo al margen y sin tomar partido!

Después de un par de kilómetros de penitencia hacia las alturas alcanzamos la planicie. Allí, junto al camino, en un claro del bosque, nos aguardan descansados nuestros predecesores, impacientes y ansiosos por reemprender de nuevo la marcha. Sin embargo, ante la propuesta de reagrupación lanzada por los más razonables, se impone la cordura y permanecen en el lugar hasta la llegada de la mayoría de los rezagados. Todos, menos José Antoni y Pilar, que se han visto obligados a tomárselo con calma, al sufrir ella una traicionera “pájara”.

Viendo que se retrasa la llegada de los achacosos, el comandante Pepe se ofrece a esperarlos y nos conmina a los demás a seguir avanzando hasta localizar un espacio soleado, y con buenas vistas, donde poder desayunar placenteramente.

De repente, como si hubiera reventado la compuerta de un pantano, el alocado personal de lanza a una carrera desbocada por el camino. ¡No tenemos remedio!

Tras descartar algunas zonas, por húmedas o umbrías, localizamos una pequeña planicie, despejada y soleada, que nos ofrece una fantástica panorámica del lugar. Curiosamente, el paradisíaco lugar es conocido por algunos veteranos, GRManos, pues en él se detuvieron, también, hace décadas, a reponer fuerzas.

Acomodados en el promontorio, y mientras disfrutamos de las maravillosas vistas que els Cingles de Vilanova nos ofrecen, vamos devorando nuestro piscolabis y vaciando de contenido las embreadas botas de vino. A los postres, a fin de aligerar el trabajo a nuestros abotagados estómagos, agregamos toda clase de azúcares y suplementos alimenticios; regamos convenientemente la pócima con unos tragos del exquisito té de Cati y el señor Castillo; y añadimos un sorbito del aromático café de Carlos. Finalmente, procedemos a la desinfección del sumiso aparato digestivo, complementando la ingesta con un chupito del ardiente orujo venido de Galicia y unas leves gotitas del abrasador vodka ruso de Antonio Gil.

Concluido el tentempié, redondos e hinchados como globos de aire, levamos ancla y nos acomodamos en nuestros respectivos grupos: Los del A, alocados, veloces y esparcidos, con destino al Puig de l’agulla, final de la etapa; y los del  B, agrupados, parsimoniosos y relajados, rumbo a Sant Julià de Vilatorta.

A la altura de kilómetro cinco aproximadamente, uno de los conocedores de la zona nos invita a abandonar la ruta principal para desviarnos hacia un abrupto acantilado. La improvisada excursión fuera de ruta resulta ser un inesperado y verdadero encanto. Un imponente observatorio natural enclavado en lo alto de unas rocas graníticas nos ofrece la oportunidad de disfrutar de la espectacular panorámica del valle de Sau con las Guilleries al fondo. (Cuenta la tradición que el citado mirador fue lugar de asiduas visitas, esporádico refugio y fuente de constante inspiración para el bardo Mosen Cinto Verdaguer. Y que en el silencio de aquel idílico paraje, el inmortal rimador compuso un poema de juventud dedicado a la Nina del Cingle y cierta prosa que evocaba una leyenda del lugar).

Saciada la curiosidad y henchidos de gozo los sentidos con la preciosidad de las vistas robadas, regresamos de nuevo al camino abandonado para continuar con la etapa. Nos topamos entonces con la aparición de nuestros alegres compañeros del grupo B y les animamos a que se desvíen de la ruta, visten el altozano, y se recreen, ellos también, con las hermosísimas vistas que el mirador ofrece.

Nada más retomar la senda abandonada, el grupo A se rompe y queda partido en varios grupos que transitan por separado, y a ritmos desiguales, hasta alcanzar las primeras casas de Sant Julià de Valltorta. Punto y final para los del grupo B.

Gracias a la generosidad de Ginés, me acompaña mi mágica vara anti lluvia (que ha viajado en el maletero de su coche desde tierras Celtas hasta Catalunya) dispuesta a espantar cualquier atisbo de tormenta. El palitroque, fiel servidor, cumple perfectamente con su función y nos regala otra placida jornada de sol.

Las lluvias de los últimos días y el despertar de la primavera nos permiten poder disfrutar de la belleza de los campos floridos; de la frondosidad de los renacidos árboles; del vergel de las hojas; de los animales con sus crías recién llegadas al mundo; y del trino de las revoloteadoras aves en búsqueda de apareamiento.

Pasado el mediodía, los diseminados del grupo A volvemos a reencontrarnos a la entrada de Sant Julià y, una vez reagrupados, nos adentrarnos en el poblado callejeando de aquí para allá hasta alcanzar el parque de las Peonzas. En este lugar de ocio y esparcimiento, según fuentes bien informadas, hace ya varias décadas, y en sus años mozos, algunos/as miembros de GRManía dedicaron múltiples fines de semana a concienzudas deliberaciones, sesudos debates y acaloradas discusiones verbales sobre diversos temas de interés filosófico. Sin embargo, como nuestra habitual filosofía se sustenta en el principio de: ¡Ande yo caliente y ríase la gente!, pasamos de largo y descartamos cualquier tipo de reflexión metafísica que requiera el más mínimo esfuerzo mental. Conocedores, además, de que la Filosofía ha desaparecido de nuestro infumable currículum estudiantil, y conscientes a la vez, de que nuestro Aristóteles particular está retirado de la docencia, aparcamos “sine die” las teorías de Sócrates, los designios de Platón, o los teoremas de Tales de Mileto, y ponemos rumbo al Puig de l’Agulla para encomendar nuestras descarriadas almas a Santo Tomás.

A pesar de que no es demasiada la distancia que nos separa de la meta, la subida se me hace más larga y pesada de lo que imaginaba. Ya sea por el sofocante y bochornoso calor, por la pegajosa humedad, o porque no me encuentro en plena forma, la cuestión es que el tramo final parece no acabarse nunca.

A mitad de la subida al santuario, de improviso, un traicionero apretón intestinal me obliga a detener la marcha. Sin tiempo que perder, me despojo de mi raída mochila y mi prodigiosa vara de lluvia, y las abandono a la vera del camino, junto a unos hierbajos, para desaparecer a la carrera entre la intimidad de los protectores matorrales. Paco Victoria, que me acompaña en el caminar, se percata de mi repentino proceder y se ofrece voluntario a custodiarme la vara para evitar que algún desaprensivo la haga desaparecer. Incauto de mí, luego de agradecerle su afable y generoso ofrecimiento, rechazo erróneamente su razonable propuesta. Lógicamente, cuando abandono mi salvador escondite y regreso a la senda para recuperar mis preciadas pertenencias, la tentadora vara se ha esfumado. ¡Quién será el bandido que se ha apropiado de mi tesoro?

Para no quedarme descolgado del pelotón, emprendo una frenética carrera hacia adelante hasta dar alcance a mis compañeros de aventura. Poco a poco voy adelantando a los que transitan en la cola del pelotón y, al pasar junto a ellos, los voy escrutando minuciosamente para desenmascarar al vil ladronzuelo.

Para sorpresa mía, observo incrédulo que la vara viaja a manos de Montse Carné. ¡Muchos eran los candidatos a cleptómano pero jamás me hubiera imaginado que fuera ella! Al llegar a su altura me detengo disimuladamente, me acomodo a su caminar, e intento descifrar el porqué de su innoble proceder. La conversación se desarrolla de manera amena y distendida pero no avanza en el sentido que yo desearía. Entonces, como quien no quiera la cosa, le comento lo feo que se está poniendo el día. Aunque lo que en realidad pretendo es hacerla entender es que el empeoramiento del tiempo se debe a su incapacidad para hacer un buen uso de la vara. Al momento, y sin hacer mención del objeto que nos enfrenta, me entrega amablemente el fetiche y desmonta por completo mi malévola teoría. Su cordial y natural proceder me hace pensar de inmediato  que no ha sido ella la causante del hurto. ¡Algún desalmado se ha apoderado de la vara y la ha utilizado a ella como chivo expiatorio! No hay duda de que el desaprensivo que ha realizado la patraña le ha querido cargar el muerto a una inocente. ¡De los amigos me guarde Dios, que de los enemigos me guardo yo!

Aclarado el entuerto recupero mi ritmo de marcha y observo que voy inmerso en un nutrido grupo de valientes, andarinas y habladoras féminas. Solo entre tanta moza, en el trayecto final hasta llegar al santuario, me mantengo atento a sus sabias conversaciones y permanezco con la boca cerrada para no meter la pata.

De pronto, a la salida del bosque, nos tropezamos con una carreta asfaltada y un edifico de dimensiones considerables. Al principio, al no ver a nadie por los alrededores, dudamos de si aquel es el lugar donde finaliza nuestro recorrido, pero poco después oímos las voces de nuestros compañeros y salimos de dudas.

Una vez alcanzada la meta los participantes nos acomodamos en el comedor del establecimiento para proceder a la comida de turno. Algún que otro despistado, que ha olvidado su manduca en casa, se ve obligado a recurrir a las viandas que ofrece la carta del restaurante. ¡Bien pintan las butifarras! ¡Qué suerte la suya!

El lugar escogido para la ocasión es íntimo y acogedor, y nos permite realizar las actividades programadas para celebrar la diada de Sant Jordi con total libertad. Sin embargo el servicio es lentísimo y la mayoría de nosotros comemos a secas.

Tras la comida, (como siempre acompañada a los postres, chocolates, dulces, pastas y todo tipo de alimentos calóricos) degustamos una deliciosa copa de cava, a cargo de GRManía, como homenaje a la efemérides cultural que ese día celebramos. Posteriormente, procedemos al sorteo de los números que nos permiten escoger un libro, según nuestra buena o no tan buena suerte, de entre los portados para la efeméride, y que, silenciosos, permanecen expuestos en una de las mesas del local, a modo de improvisado mostrador, aguardando dueño.

Como colofón al acto, Jaume ameniza el momento con un precioso cuento que nos deja a todos embelesados. Y, Pedro nos regala otra de sus maravillosas rimas  versadas dedicada a las andanzas acaecidas en el pasado Camino de Santiago.

De regreso a casa, la vara pierde sus poderes o nos abandona a nuestra suerte, pues un generoso chaparrón nos acompaña mientras circulamos por la autopista.

¡Menos mal que vamos todos cobijados en la comodidad del moderno” autocar!

Restaurant de Puiglagulla

Blog de GRManía:

Santuari del Puig de l’Agulla (Osona)
Sábado, 23 de abril de 2016.

sábado, 2 de abril de 2016

GR2 - Etapa 7 (12-03-2016)

Rupit – Vilanova de Sau. 

De nuevo, y como viene siendo habitual en las últimas jornadas, autocar casi al completo, aunque a última hora algunos veteranos/as se hayan caído de la lista.

Sin apenas percatarnos del hecho, hemos pasado de partir de Terrassa en la más absoluta oscuridad a hacerlo con la luz del alba despuntando por el horizonte. Y en puertas de finalizar este extraño invierno nos disponemos a disfrutar de una nueva y reconfortante etapa. Dejaremos atrás la maravilla paisajista de la inigualable Garrotxa para adentrarnos en la diferente, pero no menos bella, comarca de Osona. 

A pesar de que el final de la inexistente y fría estación está cercano, y de que el aumento de horas solares es ya evidente, el adormecido invierno se resiste a perecer. Una álgida y generosa helada cubre de humedad congelada la silenciosa campiña y tamiza, con su manto acristalado, los tejados de las edificaciones. 

A su tiempo, y sin extravío alguno que lamentar, nos presentamos en el aparcamiento de la atractiva Rupit para iniciar el recorrido. A horas tan tempranas, la pequeña población, habitualmente concurrida, nos recibe muda, desértica y adormecida.

Nada más descender del autocar, los más espabilados encaminan sus pasos hacia los servicios públicos para liberar de líquido sus repletas vejigas ¡Uf que alivio! 

La presencia del sol y la ausencia de viento enmascaran los rigores de la fresca mañana. Como el inicio de la etapa es en ascenso, surgen, de inmediato, dudas razonables sobre la conveniencia de protegernos concienzudamente, o guardar en la mochila las prendas de abrigo y encarar la pendiente hasta el Mas Rajols a cuerpo. Solo los más osados caminantes esconden sus abrigos y con gran valentía acometen la subida, evitando con ello el sudario que ésta provoca en los demás.

El recorrido de hoy discurre por las inmediaciones del altiplano de Collsacabra, y en nuestro alocado avance atravesaremos la Serralada Transversal de norte a sur. 

Si hace unas fechas era el fotógrafo Rafael quien sufría los rigores de la soledad, hoy el turno le toca al Trackero Josep Ferrer. Y al igual que sucediera entonces con el retratista, hoy, el luchador “iaioflauta,” refleja en su desencajado rostro la angustia del caminante solitario. Él, habitual y lenguaraz parlanchín, apenas si abre la boca. Permanece cabizbajo y con la mirada perdida, arrastrando cansinamente los pies y desconfiando de su sombra y su propio GPS. Es tal su angustioso estado de ensimismamiento que nos vemos obligados a levantarle el ánimo varias veces a lo largo de la jornada, propinándole repetidas y lastimeras palmaditas en la espalda, para evitar que el ocioso jubilado no tire definitivamente la toalla y continúe avanzando sin desfallecer. Ya sabes, María Ocaña ¡No más jornadas de puertas abiertas en el curro, o el pobre Josep no lo superará!

Resulta significativo qué mientras “ellos” deambulan perdidos, “ellas”: Tessa, María Morales, Aurelia, Pili, Rosa Gil y alguna otra que no recuerdo, para nada echan de menos a los maridos ausentes. Las lozanas mozas caminan como gacelas en libertad y se desplazan con la cabeza bien alta. Alegres, risueñas y dicharacheras se muestran esplendorosas cual flores de primavera. ¡Qué cosas tiene la vida! ¿Queda claro quiénes son las fuertes aquí? ¡Ellas sin ninguna duda! 

Viendo la descoordinación y las incontables pérdidas de la última jornada, uno se hace cruces, y se sorprende, de que los que se estrenaron hace poco en el grupo repitan nuevamente la experiencia. ¡Gracias por vuestra obtusa confianza! 

Tras el liviano ascenso hasta la planicie de la Masía Rajols nos reagrupamos y caminamos por los Cingles del Pla Bolixer. Dejamos  de lado, a nuestra derecha, el Cim de Rocallarga y, al fondo y a la izquierda, l’agullola i el Far.

Mientras contemplamos las preciosas vistas que la atalaya nos ofrece, Paquita y Conchi sufren un ataque de hambruna repentina a deshora. Inconscientes ellas, desenvuelven sus bocatas y comienzan la ingesta de los mismos. Sin embargo, los machos alfa no se dan por enterados, levantan el vuelo y ponen rumbo a una cercana explanada, en el centro de la cual descansa una gigantesca roca de granito. Allí, todos sedntaditos, establecemos el campamento y engullimos el ansiado desayuno. 

En el trayecto hacia el plano, unas piedras suelas del camino se interponen en el transitar de Sonsoles y la hacen trastabillar. Pero como la moza es originaria de tierra de cantos, y va acompañada de un Santo paisano como yo, salva el escollo sin padecer percance alguno. Quien no tiene tanta suerte es una de las novatas, que ve como sus nuevas y relucientes zapatillas se hunden en una fresca, mullida y generosa plasta de vaca de las muchas que motean los pastos de montaña.

Una vez acomodadas las posaderas en unos montículos de la minada pradera, atacamos con gula nuestros bocatas y observamos atónitos como las mozas del grupo acaban con el vino de una de las botas. ¡Que borrachuzas ellas! 

Alejados de la ruidosa muchedumbre se instalan los amantes Maribel y Antonio, y a la par que ingieren sus bocatas, charlan amistosa y distendidamente sobre asuntos particulares. ¡Tantos años juntos y aún tienen cosas que contarse!

A la hora de los postres, oteo el horizonte y por las alturas creo reconocer el vuelo de unas fascinantes águilas. Sin embargo, Paco Ortega, y algún otro de los cercanos comensales, me sacan de mi ensoñación y me informan de que las aves que revolotea por el cielo no son águilas sino cuervos. Como no podría ser de otra manera, achaco mi burdo equívoco a la suciedad de las gafas y descarto por completo que el desatino se deba a una errónea percepción de mis sentidos.

Acabado el banquete mañanero avanzamos por los Cingles de Tavertet hasta alcanzar un impresionante mirador desde el cual, ahora sí, observamos el bello y majestuoso vuelo de varias águilas, algunos buitres y un precioso alimoche. Este último perfectamente identificado por mis cuatro ojos, los cuatro de Sonsoles y dos más de Ginés. ¡Sin duda alguna, diez ojos ven bastante más que dos!

Al poco de dejar atrás el mirador nos topamos con la lujosa construcción de l’Aven de Tavertet. Lugar paradisíaco de descanso y ocio para gentes que buscan el relax y el reposo entre la naturaleza y el silencio, pero que a la vez disponen de un generosa billetera con la cual poder hacer frente a la elevada factura que la estancia en la bucólica mansión genera.

Después de serpentear repetidamente por una ancha y asfaltada pista forestal alcanzamos Tavertet. En una céntrica plaza del pueblo detenemos nuestros pasos para reagruparnos y realizar la acostumbrada fotografía de grupo, dejando a nuestra espalda la pared del centenario patio de la iglesia, o… ¿quién sabe?, ¡tal vez la restaurada tapia de lo que antiguamente fuera un santo cementerio!

En la instantánea se encuentran a faltar las figuras de Pepe Hervás y Paco Troya. La veterana pareja se han escabullido del grupo y se han adentrado por las callejuelas del pueblo, para inmortalizar el momento, con otra fotografía particular, en el mismo lugar donde antaño posaran ambos para la eternidad.

Plasmada la instantánea y descansado el personal nos dividimos en dos grupos y nos ponemos en marcha rumbo nuestros destinos. Cada cual a nuestro ritmo acometemos la exigente bajada por la pedregosa e inclinada canal que partiendo de las abruptas estribaciones del Collsacabra desemboca en el valle de Sau.

Con la vista del Pantano de Sau en nuestras retinas vamos descendiendo en fila de a uno, concentrados, sin prisa pero sin pausa, hasta alcanzar el valle del roble y posteriormente bordear las instalaciones del desamparado hotel la Riba.

En este punto, Paco Ortega confunde el camino y, en su afán de acortar el rodeo por el exterior de hotel, coge un rumbo equivocado. Se adentra, en solitario, por una senda paralela, pero en sentido contrario a la que habíamos traído en el descenso, y sin percatarse va alejándose cada vez más del pantano y aproximándose de nuevo a la Cinglera. Finalmente se percata de su error y retoma sus pasos. Aunque a esas horas los componentes del grupo A ya estamos en las proximidades del Pantano de Sau, inquietos y preocupados, pues desconocemos el devenir de sus erráticos pasos.

Luego de una nueva reagrupación, y de analizar el hecho acaecido con el amigo extraviado, los móviles comienzan echan humo y los Walkis se ponen a vociferar descontroladamente. Al poco, alguien confirma que ha hablado por teléfono con el descaminado y nos informa que de éste ha recuperado la senda correcta. De inmediato la calma vuelve al grupo y reemprendemos la marcha a fin de cumplir con el objetivo marcado y hacerlo dentro del horario previsto.

Una escalinata de 480 peldaños (según Antonio, aunque para mí fueron más de 1000) se presenta ante nuestros ojos y nos obliga a realizar un esfuerzo supremo hasta alcanzar el mirador de Sant Romà de Sau  y la carreta que transcurre a su lado. Una vez arriba, nos percatamos de que Evaristo y Ramón no se hallan entre los presentes. Entonces algunas voces críticas ponen el grito en el cielo y despotrican sobre la práctica habitual de ir cada uno a nuestra bola. ¡Suerte que los ausentes no oyen los comentarios, pues de lo contrario agacharían las orejas ante las reflexiones vertidas!

Una vez dejado atrás el altivo mirador acortamos por un atajo de la carreta y nos disponemos a continuar la ruta marcada por el track, que difiere de las marcas.

Una leve parada para despejar dudas, nos devuelve al camino que discurre junto al cementerio de Sant Romá de Sau, aunque al poco nos vemos perdidos entre la maleza, pues el nuevo propietario del Mas Francesc, en restauración, ha tapiado el sendero original del GR con ramajes y broza para evitar que los caminantes pasen por las inmediaciones de su propiedad. Mas como nosotros somos tozudos, y creemos tener la razón, desbrozamos en camino pretérito y atravesamos el patio de la solitaria residencia por el lugar donde siempre discurrió la verdadera senda. ¿Quién será el incívico personaje que se permite el lujo de inutilizar un milenario sendero de uso público, para uso privado, simplemente por voluntad propia?

Tras muchas jornadas de ausencia, hoy nos acompaña el incansable Florenci que, cual perrillo guardián, se preocupa por la integridad del grupo, vigila nuestro arrabundo caminar y, yendo sin parar de aquí para allá, intenta poner un poco de orden y cordura en el alocado grupúsculo de irresponsables caminantes. Esta singular pandilla panchovillesca necesitaría un poco de mano dura para hacerla entrar en verada, pero… ¡Ay amigos!... ¿Quién es el valiente que le pone el cascabel al gato?

Hacia el mediodía abandonamos la zona boscosa enclavada en el territorio de les Guilleries (por suerte sin habernos topado con el famoso bandolero Serrallonga ni con ninguno de sus ilustres compinches) y nos adentramos en un valle de secas praderas próximas a Vilanova de Sau. En dichos cercados pastan varias vacas mansurronas con sus terneros y algún que otro altanero toro; peludos caballos, y yeguas con sus crías. A la vez que un rancio olorcillo a heces de herbívoro perfuma el rural ambiente.

A la entrada de Vilanova de Sau pasamos por delante de la casa de Colonias “El Company” y, acto seguido, nos adentramos en el poblado por su empedrada calle principal hasta alcanzar la plaza mayor. A la altura de ésta, dejamos atrás y a nuestra derecha, la iglesia parroquial y seguimos avanzando hasta llegar al edificio del ayuntamiento. Poco después, en la margen izquierda de la calle, localizamos el Restaurante Ferrer de Tall (lugar escogido por los fugados Evaristo y Ramón para minimizar las consecuencias de su escapada en solitario, y evitar, con ello, ser quemados en la inquisitorial hoguera, por alguna ofendida GRMana).
Una vez acomodado el último de los GRManos en las mesas del establecimiento público, procedemos a saciar nuestro voraz apetito rellenando hasta los topes nuestro insaciable buche. ¡Comemos como osos recién salidos de la hibernación!

Sin embargo, la cosa no queda ahí ¡ni mucho menos! A la hora de los postres, Tessa nos invita a degustar generosos trozos de deliciosa coca, acompañados de dulces onzas de sabroso chocolate negro, para celebrar su reciente y bien llevado sesenta aniversario. ¡Muchas Felicidades Moza! 

Concluido el ágape, y en vísperas del inminente peregrinaje por tierras Gallegas, Paco Troya hace entrega de las camisetas confeccionadas para conmemorar la exitosa finalización del Camino de Santiago. ¡Gracias a tod@s l@s colaborador@s! Mientras, al mismo tiempo, un pringado servidor debe hacer de recaudador de impuestos ante la ausencia de nuestro particular tesorero: ¡El cobrador del frac, Joan Lluis! 

Del viaje de regreso a casa... mejor no hablar. El cansancio, los sudores y alguna que otra bomba olfativa anestesían al personal. Eso sí.. ¡Los ronquidos que no falten!



Bar-Restaurante Ferrer de tall (Vilanova de sau)

Passeig Jacint Verdaguer, Vilanova de Sau




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