- Un ilustre ausente y dos jóvenes novatos.
El frío sigue encogiendo los cuerpos, arrugando las almas y propagando los virus. Los años no pasan en balde y los achaques invernales parece que han horadado la salud de varios de los nuestros compañeros. Como consecuencia de ello, volvemos a ser un grupo bastante reducido.
De entre todas las ausencias, la más dolida y comentada de la jornada, es la de Josep Ferrer, que se halla en pleno proceso de recuperación de la intervención quirúrgica a la cual fue sometido la semana anterior. Todo nuestro cariño, mucho ánimo, y nuestros mejores deseos de una pronta y total sanación. Nos quedan, aún, incontables lugares por descubrir; infinitos caminos por recorrer, demasiadas conversaciones por mantener y muchas festividades por celebrar. ¡Salud, amigo! ¡Esperamos y deseamos volver a verte pronto con nosotros, Josep!
Como contrapeso a las citadas ausencias, hoy nos acompañan, para sorpresa general, dos jovenzuelos: Guillem y Pau descendientes de Inés Díaz y Paco Ortega.
La presencia de Guillem podría considerarse como algo no habitual, pero factible, al vivir en Terrassa, pero la de Pau resulta del todo inesperada, pues su residencia actual se ubica en tierras almerienses, y pocos so os los que estamos al cabo de su regreso temporal a la ciudad que le vio nacer y donde discurrió su infancia. ¡Bienvenidos jovenzuelos! ¡Habéis conseguido disimularr, un poquito nada más, la media de edad del grupo! ¡Savia nueva entre tanto árbol añoso!
- Un invierno como los de antes.
Ya se nota el avance de los días en la estación, y nada más abandonar Terrassa comienza a clarear por el horizonte. Al penetrar en la comarca del Bages, las nubes que flotan silenciosas en las aturas absorben los reflejos de la claridad recién estrenada. ¡A estas horas, nadie diría que la lluvia es una amenaza!
Como el hábito hace al monje, la bonanza climatológica de las últimas estaciones invernales nos ha hecho creer que el frío era cuestión del pasado. Nada más lejos de la realidad. Al final, todo vuelve a sus orígenes, y el despertar de la naturaleza, por tanto, nos ha pillado desprevenidos. Llevamos algunas semanas, como las de antaño, donde el frío, las heladas, y las nevadas eran el pan de cada día de nuestra añorada infancia. Así, ante los rigores de este inusual invierno, todos vamos bien abrigados. Algunos, incluso, llevamos ropa y calzado de recambio por si se cumplen las previsiones climatológicas que anuncian lluvia para el mediodía.
Para alegría general, hoy hace menos frío que el habitual en las últimas jornadas. Sin embargo, la salida de Solsona, a través de un camino que avanza en paralelo a la de la cuenca de un riachuelo, hace que la humedad se incruste en nuestros huesos, y cuerpo, cara y manos, se contraen para protegerse de las inclemencias.
Pronto abandonamos la vega del arroyo y nos adentramos en la campiña adormecida. El suelo por el que avanzamos esta humedecido por la reciente nevada, y encontramos algún que otro charco producto del deshielo. El sol se mantiene oculto tras las nubes; el viento sigue calmado; y animales y lugareños parecen acostados o enclaustrados en sus aposentos. ¡Nos rodea el silencio!
Cerrando el valle, al norte y a nuestra izquierda, divisamos con claridad e inmenso gozo las maravillosas vistas del Port del Compte y el Pedraforca, cubiertos por la nieve de la semana anterior. Más atrás, entre las estribaciones del Prepirineo que nos rodea, y en la lejanía, divisamos algunas cumbres del Pirineo sepultadas por una generosa capa de inmaculada nieve.
- De pérdida en pérdida… camino del pantano.
Apenas si hemos iniciado la etapa, al toparnos con un solitario polígono industrial, nos despistamos ¡cosa rara! y nos adentramos por una senda equivocada. Suerte que algún espabilado se percata del error y nos pone en cuarentena. Debido a la proliferación de “jefes”, y a la singular organización, necesitamos un buen rato de discrepancias, discusiones y reflexión, para podernos de acuerdo y retomar el rumbo correcto. Es el sino de nuestro grupo: ¡varios encargados por trabajador!
Conforme avanza la mañana, vamos perdiendo y recuperando la senda correcta, como si del Guadiana se trataba ¡Florenci, vuelve y pon un poco orden!
En torno a las diez de la mañana nos detenemos en un recodo del camino para desayunar. Tras la ingesta de los bocatas, compartimos los suplementos que suelen ser habituales: galletas, chocolates, frutos secos, vino, aguardiente… y té. Bueno, el té no nos alcanza a varios de nosotros. Parece ser que el señor Castillo se ha olvidado de sus verdaderos amigos y se ha vendido a los conocidos. ¿Dónde estás Cati? ¡No es que añoremos tu presencia, es que no nos llega el té!
Nada más retomar el camino volvemos a coger una ruta alejada del track. Tras la correspondiente agrupación, y las habituales discusiones, llegamos a la sabia conclusión de que es necesario retroceder para recuperar la senda correcta.
Desandamos unos doscientos metros y nos adentramos por un estrecho sendero cubierto de maleza y matorrales, que permanece semi oculto entre la naturaleza del bosque. Poco a poco vamos ascendiendo la cuesta hasta alcanzar una planicie, donde se alza una solitaria masía rodeada a campos de cultivo. Al pasar por la finca sale a nuestro encuentro una jauría de chuchos ladradores. Los cánidos, más que amenazadores, se limitan a mantenerse alejados de nosotros, y desde la distancia, a mostrar, con temerosa prudencia, su incomodidad por la invasión de su propiedad, por parte de los alocados intrusos.
Tras dejar atrás la hacienda perruna, alcanzamos una pista forestal que discurre por entre los sembrados. A pesar de la nitidez del camino, los de la avanzadilla nos saltamos el cruce, a la izquierda, y a punto estamos de provocar una nueva pérdida. ¡Vaya día! Algún mal pensado lo achaca a una jugarreta de Josep Ferrer, para vengar su ausencia y hacernos pagar los platos rotos de pasadas ocasiones.
Luego de transitar un rato, de nuevo, por el bosque, alcanzamos la cota y al fondo divisamos el repleto pantano de San Ponç. Entonces, alguien, se percata de las ausencias de Paco Victoria y Pepe Hervás. Como no podía ser de otra manera, los ponemos verdes, despotricamos de su actuación y comenzamos a calibrar el retraso que su irresponsable aventura acarreará al grupo.
Mientras pretendemos descender para alcanzar el pantano, nos damos cuenta de que volvemos a estar extraviados. Un nuevo cónclave convence a los cuerdos de que es necesario volver sobre nuestros pasos para localizar el camino correcto. Sin embargo, los más listillos (Ana, Carmen, Maribel, Evaristo y yo), decidimos hacer odios sordos a la sensatez, tirar por la tangente y lanzarnos a la aventura por la pendiente que conduce al embalse. Avanzamos por entre los árboles, lahojarasca y el matorral; sin senda que seguir; salvando el desnivel y saltando piedras como cabras montesas, con destino a la presa.
Mientras pretendemos descender para alcanzar el pantano, nos damos cuenta de que volvemos a estar extraviados. Un nuevo cónclave convence a los cuerdos de que es necesario volver sobre nuestros pasos para localizar el camino correcto. Sin embargo, los más listillos (Ana, Carmen, Maribel, Evaristo y yo), decidimos hacer odios sordos a la sensatez, tirar por la tangente y lanzarnos a la aventura por la pendiente que conduce al embalse. Avanzamos por entre los árboles, lahojarasca y el matorral; sin senda que seguir; salvando el desnivel y saltando piedras como cabras montesas, con destino a la presa.
En un claro del bosque, observamos, atónitos, cómo Paco Victoria y Pepe Hervás, avanzan tranquilos y charlando amigablemente por el camino que bordea el pantano. No solo no estaban extraviados, sino que la pareja de descarriados ha avanzado por la senda correcta y llegará al punto de reunión bastante antes que todos nosotros. ¿Quién fue el truhan que osó criticarlos por la espalda?
Cuando alcanzamos el dique nos reciben los dos amigos y estos se interesan por nuestras andanzas. Con la cabeza gacha, nos vemos obligados a reconocer que ellos, a los que creíamos extraviados, han resultado ser bastante más listos que nosotros. Que su decisión de continuar por el camino forestal, que discurre en paralelo al embalse, las ha conducido al lugar correcto, sin pérdidas, rodeos, ni alocados descensos, y que, además, se han ahorrado centenares de metros.
Mientras aguardamos la llegada de nuestros compañeros, matamos el tiempo charlando y fotografiando el espectacular paisaje que nos rodea. Las impolutas aguas el pantano absorben la hermosura del lugar y nos la devuelven en forma de reflejos: el bosque de pinos y algunos chopos deshojados, el humo de una fogata, el cielo encapotado, y, al fondo, como si de una obra pictórica se tratara, la majestuosidad de las cumbres nevadas del Prepirineo y el cielo grisáceo de las nubes cargadas de humedad.
Una vez reagrupados todos, solicitamos la ayuda de una amable deportista que corre por las inmediaciones, paraqué inmortalice el momento con los móviles y las cámaras convencionales.
Concluido el posado para la fotografía de rigor nos dividimos en dos grupos y reemprendemos la marcha. Unos, los del grupo B, en dirección a Clariana de Cardaner donde concluirán su recorrido; y los otros, los del grupo A, en dirección a la meta: Cardona.
- Un río cristalino y una granja infame.
Nos alejamos del pantano avanzando por la margen derecha del río Cardaner. Su caudal: manso, relajado y cristalino, nos acompaña durante un buen rato. Él, calmoso, descendiendo pausado y cantarín por la cuenca fluvial; y nosotros, charlatanes y desperdigados, zigzagueando de aquí para allá, a su vera, para salvar los obstáculos de la senda y la frondosa vegetación que nos rodea.
En las inmediaciones de una nueva masía atravesamos el caudal del río, por un puente, y nos disponemos a continuar avanzando por la margen izquierda.
La vida es una suma de contrastes. De la belleza del río y sus inmediaciones pasamos, en un santiamén, a un escenario inesperado y desolador.
Al entrar en la propiedad, descubrimos
varios animales domésticos enclaustrados en sus cercados, cuadras y pocilgas. Las vacas se hacinan en un cobertizo sucio e inundado de boñigas. Parece ser que al ganadero no le importa demasiado que las rumiantes chapoteen en sus propios excrementos, pues el estiércol les llega por encima de las pezuñas y la piel de sus costados está toda “decorada” con la inmundicia de las heces. Poco más adelante nos topamos con unas pocilgas donde gruñen los cerdos. El estado de limpieza de las mismas no mejora en demasía al de sus compañeras de cautiverio. Finalmente, localizamos una nave donde permanecen enrejadas unas cerdas de engorde en unas condiciones de espacio lamentables. ¡Qué ineptitud, dejadez y desprecio hacia los animales!
varios animales domésticos enclaustrados en sus cercados, cuadras y pocilgas. Las vacas se hacinan en un cobertizo sucio e inundado de boñigas. Parece ser que al ganadero no le importa demasiado que las rumiantes chapoteen en sus propios excrementos, pues el estiércol les llega por encima de las pezuñas y la piel de sus costados está toda “decorada” con la inmundicia de las heces. Poco más adelante nos topamos con unas pocilgas donde gruñen los cerdos. El estado de limpieza de las mismas no mejora en demasía al de sus compañeras de cautiverio. Finalmente, localizamos una nave donde permanecen enrejadas unas cerdas de engorde en unas condiciones de espacio lamentables. ¡Qué ineptitud, dejadez y desprecio hacia los animales!
A consecuencia del desgraciado hallazgo, surgen voces críticas sobre el maltrato animal y las insalubres e indignas condiciones de hacinamiento y habitabilidad, que sufren la mayoría de los animales destinados a la cadena de alimentaria.
Una vez abandonada la morada de los horrores nos adentramos, de nuevo, entre la naturaleza del monte.
Para sorpresa general, varias vacas que viven en libertad, salen en estampida de entre los árboles y, asustadas, huyen a la carrera de los intrusos, hasta alcanzar una distancia prudencial. Entonces, se detienen y nos observan desconfiadas.
- ¡Entre Tacks y marcas!
Escrutados por la recelosa mirada de las herbívoras detenemos la marcha. De nuevo parece ser que vamos fuera de track y conviene encauzar el rumbo. Los amantes de las tecnologías se decantan por hacer caso al Tack y olvidarse de las marcas. Los más tradicionales, prefieren hacer caso de las marcas y dejar el Track para ´momentos de pérdida contrastada. En definitiva, que vuelven a surgir las desavenencias sobre qué método debería prevalecer. Tracks o marcas, sea cual fuere, es lo de menos. lo esencial sería que nos pusiéramos de acuerdo.
Para no tener que volver sobre nuestros erráticos pasos, decimos continuar por sendero haciendo caso a las marcas recién pintadas. La decisión no se basa en el consenso, sino en la convicción inquebrantable de los que vamos en cabeza. ¡Para qué votar, si en este país todos ganan y cada cual hace lo que le apetece!
Siguiendo las marcas del GR3 nos acercamos a las proximidades de Cardona. Volvemos a cruzar el cauce del río y avanzamos por una carreta secundaria que discurre entre los campos de cultivo y las viviendas de las inmediaciones.
Frente a nosotros se alza la población con su imponente fortaleza dominando el paisaje. A través del Wake contactamos con los compañeros del grupo B y les informamos que nos quedan unos veinte minutos. ¡Qué ilusos!
Poco antes de alcanzar las casas de la parte baja del poblado, cruzamos la carretera principal, por debajo de un puente, y acometemos la exigente subida por una calle asfaltada.
El grupo se estira y los jadeos nos acompañan en el ascenso hasta la puerta de la antigua muralla. Allí detenemos los pasos, nos reagrupamos y recuperamos el resuello. Disertamos sobre la ruta a seguir para alcanzar a la Plaça de la Fira donde nos esperan nuestros compañeros. Por una vez, decidimos hacer caso a la lógica y siguiendo las indicaciones de los carteles nos encaminamos a la citada plaza. Al final, y fieles a nuestro habitual proceder, nos saltamos el último desvío y alcanzamos la plaza por la parte trasera, tras el conveniente rodeo.
Concluida la etapa nos apelotonamos en la carpa exterior del Restaurante “El Menut de la Bauma”. El espacio es tan reducido que Dolors y Pitu deben irse a una estancia contigua para poder tomar asiento.
- Día de celebraciones:
Somos tantos los Grmanos, que es habitual la celebración de alguna efeméride al finalizar cada etapa. Hoy, para no ser la excepción, se nos juntas dos eventos: los aniversarios de Evaristo y Paco Ortega, y ambos vienen cargados de embutido, aceitunas, pastas, dulces y otros presentes para conmemorar su juventud. Paco Ortega, al percatarse de la doble coincidencia, decide guardar sus alimentos y posponer la celebración para la siguiente jornada. ¡Adiós empacho!
Una vez hartos de bocadillos, platos cocinados, ensaladas, frutos secos, patatas fritas, embutidos, pastas, chocolates y otros manjares, corre sin control el orujo gallego de Paco Troya y el vodka de Antonio. ¡Pandilla de glotones y borrachos!
Restaurante “El Menut de la Bauma”
Plaza de la Fira, 19
08261 Cardona (Barcelona)
93 869 10 02
Blog de GRManía:
Genial la crónica. Como siempre. Pero lo que más me ha gustado es saber que Paco Ortega nos trae para la etapa próxima los manjares de su cumple que no pudieron deglutirse por acumulación de alimentos.
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