GR5 - Etapa 10 (18-06-2016)Aiguafreda – Sant Miquel del Fai.
Hoy 18 de junio de 2016 ponemos punto y final a la temporada 15-16, y como es norma habitual caminaremos poco y celebraremos mucho.
Una semana meteorológica un tanto atípica para la temporada en que nos hallamos nos ha mantenido en duda sobre la conveniencia, o no, de realizar la etapa. Tanto es así que hace dos días, ante la perspectiva de lluvia para la jornada de hoy sábado, había quien abogaba por suspender la caminata y concentrar toda nuestra energía en la comilona de Sant Llorenç Savall. Finalmente y tras alguna que otra deliberación por parte de las mentes pensantes, se decidió tirar para adelante, cruzar los dedos y confiar en que la lluvia nos diera una tregua y nos permitiera realizar el recorrido previsto.
La imposibilidad material de la mayoría de nosotros para participar en la etapa programada para el pasado día 8 de junio, primera del enlace con el GR5, nos obligó a suspenderla, así que hoy procedemos a recorrer el trayecto no andado (Aiguafreda – Sant Miquel del Fai), en lugar del inicialmente previsto (Sant Miquel de fai – Sant Lloreç Savall).
Tras acomodarnos en el autocar, algunos móviles empiezan a echar humo en su afán por adivinar, vía radar meteorológico, que nos deparará la jornada. Negros nubarrones se ciernen sobre la zona que vamos a transitar, pero las corrientes de aire parece ser que se han alineado con nosotros y aparentemente la borrasca se irá alejando de nuestro recorrido. ¡Confiemos en la buena suerte!
Al descender del autocar en Aiguafreda, nuestros ojos se dirigen, inmisericordes, hacia las alturas para observar el panorama. El cielo, cubierto de un manto oscuro, no presagia nada bueno, pero… ¿Qué somos?... ¿Valientes y aguerridos caminantes?... ¿O turistas de pacotilla que se arrugan ante unas cuantas gotas?
Unos por convicción y otros por que no se diga, el caso es que todos nos ponemos a caminar en dirección a la meta (¡Será que ya olemos los manjares!). Mientras Antoni busca cómplices que acarreen con los Walkys. ¡Menuda papeleta la suya!
Teniendo en cuanta que todos vamos al mismo lugar y que hoy solamente hay una opción, lo lógico sería que transitáramos juntos. Pero para no romper la tradición nada más iniciarse la marcha se rompe la armonía y cada uno a lo suyo.
A las afueras del pueblo nos topamos con la iglesia de Sant Pere de Valldaneu y junto a la tapia del cementerio anexo nos detenemos para reagruparnos. ¡Todavía quedan GRManos con algo de cordura!
Después de una corta espera, al fondo, por la retaguardia, aparecen la mayoría de los rezagados caminantes. Faltan a la cita Paco Victoria, Cesc y Marcos, pero según los entendidos no es menester esperarlos pues han salido de estampida y transitan por delante, a la cabecera del grupo, a velocidad de vértigo.
Tras despedirnos de las silenciosas almas que descansan bajo el sueño eterno, nos desviamos a la derecha, por una estrecha vereda perdida entre el arbolado y la maleza, para adentrarnos en el bosque.
Luego de un rato caminando, encaramos una ligera subida y nos topamos con una cerca metálica que pretende ponerle puertas al campo, y un poco más adelante, de entre la espesura del bosque, emerge una señorial masía medio oculta. Ésta se halla rodeada de tierras de cultivo, y en una de sus huertas destaca un cerezo cargado de encarnadas y apetitosas bolitas maduras. Uno, que pasa por ser un individuo incorregible, no puede resistirse a la tentación de probar la sugerente fruta prohibida y recolecta un puñado de frutos rojizos para degustarlos. ¡UUMM!
Nada más abandonar las propiedades del masovero aparece ante nuestra vista una exigente y retadora pendiente de difícil transitar, pues a la inclinación del firme, debemos añadir la ausencia de elementos naturales a los cuales aferrase para salvar el pronunciado repecho. Cada cual a nuestro ritmo vamos sufriendo los rigores de la empinada cuesta, y entre jadeos, sudores, resbalones, paradas para reponer fuerzas (que disimulamos con la excusa de esperar a los de atrás) y algún que otro contratiempo, vamos lanzando maldiciones a aquel que diseñó la ruta para alcanzar el primer altiplano.
A medida que vamos alcanzado el primer replano, nos vamos deteniendo para recuperar el resuello y esperar la llegada de los del furgón de cola. Todos menos Paco Ortega y Pepe Hervás que deciden tirar para adelante en solitario y los que se supone van por delante (Paco Victoria, Cecs y Marcos).
Alguno, entre los que me incluyo, ponemos en duda que Josefina y Pili puedan alcanzar el lugar donde nos hallamos nosotros, más por la dificultad orográfica del ascenso que por la elevada inclinación de la rampa. ¡Hombres de poca fe!
El discurrir del tiempo nos lleva a pensar que las rezagadas y sus respectivos acompañantes han desistido del empeño, y tras un leve conclave proseguimos la marcha para acometer el siguiente desnivel. Exigente y fatigoso también, pero mucho más fácil de salvar dado que el camino es amplio, está en mejor estado y es más transitable que el recién dejado atrás.
Sofocados por el esfuerzo alcanzamos la cima dels cingles de Bertí y nos acomodamos en una explanada para proceder a desayunar. La inigualable atalaya (que ya fuera lugar de descanso y recuperación de fuerzas hace algunas décadas cuando el grupo hizo la ruta a la inversa) nos acoge en medio del silencio y nos ofrece unas espectaculares vistas sobre el paisaje del valle y la comarca.
Entre bocado y bocado vamos comentando los sucesos de la mañana y nos preguntamos donde se habrán metido los ausentes. Algún conocedor de la situación afirma que Paco Victoria, Cesc y Marcos han tomado un sendero equivocado y han acabado en Tagamanent. Sin embargo desconocemos el paradero de los señores Ortega y Hervás, a los cuales esperábamos encontrar aquí.
Cuando estamos a punto de abandonar el lugar de reposo aparecen por sorpresa los dos extraviados. Éstos, en su afán por ser los primeros en alcanzar la cima se han salido de la ruta, han caminado más de media hora con rumbo equivocado y, al darse cuenta, se han visto obligados a desandar sus pasos para volver a la senda correcta. ¡Qué sería de GRManía sin las repetidas e irreparables pérdidas!
Mientras los aparecidos desayunan se ven obligados a aguantar las hirientes puyas, las risas burlonas y el choteo generalizado de parte de todos nosotros, aunque ellos, impávidos, se defienden como gatos panza arriba.
Acabado el ágape comenzamos a recoger los bártulos y en estas aparecen las dos valientes sufridoras: Josefina y Pilar, escoltadas por sus consortes. ¡Bravo! ¡No me lo tengáis en cuenta y perdonad mi oprobio por dudar de vuestra capacidad!
Recuperadas las fuerzas, reemprendemos la marcha por la senda del GR5 hasta localizar las ruinas de Sant Pere de Betí entre las cuales destacan los vestigios desmoronados de lo que fuera la iglesia del mismo nombre. En una pequeña explanada del camino, junto a la derruida construcción eclesiástica, volvemos a detener nuestros y una vez reagrupados nos encaminamos camino abajo, hasta adentrarnos en el torrente de Puigfred, y continuar en pos de la ansiada meta.
La estrecha senda nos conduce por entre la espesura del bosque, y en nuestro avance nos encontramos, luciendo entre el verde, varias matas de fresas con sus rojizos frutos silvestres. ¿Cómo desperdiciar la ocasión de probar la ofrenda?
Ante la proximidad de la meta, lo tardío de la hora o los oscuros nubarrones que se desperezan por el horizonte, Jordi, Ramón, Evaristo poner la directa y tiran para adelante en pos del Monasterio de San Miquel de Fai. Yo también aligero el paso, e intento seguirlos, pero mis esfuerzos son baldíos y no logro alcanzarlos hasta llegar al parquin del monasterio.
Por turnos, en torno a las dos del mediodía, vamos llegando a la meta donde nos aguardan nuestros compañeros y compañeras del grupo B y el trío de cabeza.
Constatado el extravío del triunvirato (Paco Victoria, Cesc y Marcos), todos nos mantenemos a la expectativa intentando minimizar la indescifrable espera. Jordi, Pepe, Antonio Gil, Cati, Fátima y algún@ más, intentan vanamente contactar con ellos por teléfono y WhatsApp para saber por dónde transitan, calcular el retraso, y avisar al Restaurante de nuestra más que segura demora.
Una hora y media después de nuestra llegada al punto de encuentro, la trinca emerge de entre el arbolado por empinada senda que conduce al aparcamiento público entre vítores, aplausos y alguna que otra mirada reprobatoria.
Concluida la espera nos acomodamos en el autocar y partimos veloces rumbo a Cal Ramón para dar cuenta del menú consensuado por Jaume Valls.
Como por arte de magia, a las puertas del Restaurante nos encontramos con varios compañeros/as elegantemente vestidos, descansados como si no hubieran andado, muertos de hambre y sorprendidos de nuestra inesperada tardanza.
Luego de cargar el mochuelo a quien corresponde, accedemos al restaurante y nos acomodamos por afinidades o según vamos llegando. La comida, sencilla pero correctamente condimentada transcurre con normalidad, salvo para los que hemos solicitado “bacalao a la llauna” que debemos soportar una dilatada espera. ¡Quién sabe si porqué el bacalao era de Bilbao, porque la llauna estaba agujereada, porque en el horno no cabía tanto “pesaco”, o porque los hados se alinearon contra nosotros, los pringaos!
Mientras vaciamos el contenido de los platos volvemos a las andadas de siempre. Unas quieren la puerta abierta, otras la prefieren entornada y otras cerrada. Aquellos se quejan de calor, estos de frío y los otros de las corrientes. ¡Suerte que somos en torno a sesenta ¡
Cuando nos hallamos en plena comilona se acaban las discusiones sobre el estado en que debe permanecer la puerta, pues se desata una impresionante tormenta de rayos, truenos y viento, acompañada de un torrencial aguacero, que nos obliga a zanjar las discusiones y echar el cierre definitivo a la verja para que no penetre el agua hasta el centro del comedor.
A la hora de la sobremesa llega el momento de dar por concluida la temporada con los habituales actos festivo-culturales. Jaume Valls nos devuelve al pasado con el relato de alguna de sus aventuras de infancia y las particularidades de sus ancestros, sobre hechos acaecidos en el local donde nos encontramos y sobre diversas anécdotas del pueblo y la vida de sus lugareños. Pedro ¿cómo no? nos conmueve una vez más con la maestría de sus trabajadas, sentidas, emotivas e inigualables rimas, versadas sobre diversos aconteceres de actualidad o sucesos acaecidos en el devenir de GRManía. Yo os doy mi subjetiva opinión (acertada para algunos y posiblemente una murga para otros) con mis habituales y manidos discursos (¡Que no caiga en saco roto la propuesta de que alguna moza se encargue de elaborar los discursos de cierre de temporada!) y, finalmente, Antonio Gil, nos pone la carne de gallina con el audiovisual que rememora los principales momentos de temporada que hoy clausuramos. Muchos de ellos son momentos de alegría, risas y diversión. Pero destaca por encima de todos el sentido, emotivo y doloroso homenaje a la memoria del desaparecido Fidel, que hace que los recuerdos se apoderen de nuestras incrédulas mentes, el dolor de nuestros afligidos corazones y las sentidas lágrimas corran silenciosas por nuestras mejillas. ¡Siempre en nuestro recuerdo, añorado Fidel!
Restaurante Cal Ramón (Sant Llorenç Savall)
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Sant Llorenç Savall
Sábado, 18 de junio de 2016.