Un año más al zurrón y van…. mejor no contarlos… que la suma empieza a ser considerable y los dígitos se acumulan sin piedad. Dejemos, por tanto, que el río fluya a su ritmo y disfrutemos del canto y la pureza de sus aguas. ¿Para qué luchar quijotescamente contra imposibles que no dependen de nosotros?
Tras dos años de patear cansinamente Catalunya, de Norte a sureste, damos hoy por concluida la aventura entre los Pirineos y el Mediterráneo. Un GR7 tan saltarín e inconexo que me resulta complejo enlazar correlativamente las diferentes etapas. Dos años que en algunas circunstancias aparentemente no son nada y que sin embargo, en nuestro caso, son una alforja adosada a la espalda que con su peso va doblando impasible nuestro gastado espinazo.
Teniendo en cuenta el vertiginoso discurrir del tiempo, me permitiréis rascar en mi memoria (poca y escasamente fiable), retomar el hilo del pasado y rendir pleitesía a la inteligencia de nuestros antepasados, cuando, aquellos, nos hacían partícipe de la volatilidad del tiempo, y, con pesar, manifestaban a viva voz sus razonadas reflexiones sobre la relatividad de las cosas. Hijos, decían: ¡Aprovechad la vida ahora que podéis, que cuando uno llega a cierta edad el tiempo no pasa sino vuela, y sin saber cómo, los años se desprenden, cual marchitas hojas de otoño, sin que nada ni nadie pueda poner freno a tal caída!.
Me costó décadas entender aquella sabia reflexión salida de sus versados labios. Solo con el discurrir del tiempo comencé a ser consciente de la autenticidad de tan ilustradas palabras. Cuanta veracidad transmitían aquellas cavilaciones de veteranos de la vida. Hagamos pues caso a la sapiencia popular, que nos demuestra con hechos, que la madurez también tiene sus ventajas y que lo primordial es saber sacar provecho de ella. Si admitimos, pues, que estamos envejeciendo, admitiremos también que la veteranía es un grado… ¡Del viejo el consejo! O… ¡Sabe más le diablo por viejo que por Diablo!
Viene todo esto a coalición de los múltiples pero casi imperceptibles cambios acontecidos en el grupo GRMano durante los últimos 24 meses.
¡Cuán lejos queda aquella gloriosa época de todos a una, y 25 o 30 Km por jornada! ¡Pura utopía! A día de hoy, resulta evidente que somos un pelotón de caminantes desperdigados que circulan a diferentes velocidades.
Unos (los del grupo A) retan a sus musculados y vigorosos cuerpos con el fin de coronar cimas y colladas exigentes, y en algunas ocasiones compiten entre sí por el “honor” de ser el primero en alcanzar la meta. A veces, incluso, a costa de transitar en solitario buena parte de la etapa, de sufrir alguna que otra pérdida, o de correr como galgos tras una imaginaria liebre. ¡Todo en bien de la competitividad! Sin embrago… ¿Para qué tanto empeño compañeros si al final es necesario esperar la llegada del último de los andariegos?
Otros(los del B) más sabios y sosegados, economizan esfuerzos y se toman las etapas con más flema y menos prisas. Prima en ellos la conversación, el relax, la contemplación del cromatismo paisajístico y las ineludibles visitas a los establecimientos hoteleros para, al amparo de algún que otro pincho, reponer fuerzas y líquidos con la ingesta de yantares, cervezas, cafés o refrescos.
En ciertos momentos, los hay que se embarcan en el grupo C y convierten la salida sabatina en una excusa para pasear tranquilamente por la campiña y visitar lugares de interés turístico. Pocos kilómetros, el mínimo esfuerzo, visitas placenteras y ninguna prisa. ¡Bastante ajetreo nos proporciona ya la estresante vida diaria, como para acarrear con él los sábados campestres!... Afirman.
Finalmente, y en circunstancias especiales salen a la luz ciertos GRManos que se engloban en el grupo D. ¡Qué sabios! ¿Para qué malgastar el tiempo y la energía en cosas banales y agotadoras? ¡Mejor caminar poquito o casi nada, administrar convenientemente los esfuerzos, concentrar el interés en disfrutar de los lugares y las visitas turístico-culturales, y, ¡eso sí!, degustar los manjares culinarios como si el esfuerzo empleado en la empresa hubiera sido titánico.
Pero si bien es cierto que hay cosas que van cambiando poco a poco (a mejor o a peor según la percepción de cada cual), hay otras muchas cosas que ni han cambiado ni cambiarán. ¿Cómo resistirse a los manjares que nos ofrece la naturaleza en forma de fruta? ¡Imposible olvidar el abordaje masivo a los campos frutales de la vega cercana al Ebro! ¡Qué deliciosas las mandarinas, naranjas, higos, uvas, almendras, nueces, tomates… y demás manjares, saqueados por algunos cuatreros GRManos durante nuestro transitar por estas tierras, allá por el lejano otoño del 14! ¿Quién no recuerda el agotador y sufrido ascenso al inalcanzable Mont Caro, cuando los robellones crecían a nuestros pies invitándonos a rellenar nuestras respectivas bolsas, inconscientes de que el peso acabaría mancillando nuestras escasas fuerzas? ¿Y las pérdidas? …
Éstas y otras muchas vivencias son las que nos ayudan a madrugar cada cuatro semanas y nos invitan a abandonar, no sin pereza, nuestro mullido lecho, para, felices, recorrer parajes de ensueño, disfrutar de la compañía de amigos y compañeros, intercambiar pareceres y airear nuestros pulmones.
Así pues, señoras y señores, mejor tirar para adelante, disfrutar de la vida, vivir el presente y olvidarse de penas y enemigos, pues a fin de cuentas solo se vive una vez y…¡Ojos que no ven… corazón que no siente!
Solo un pero a la jornada de hoy y al cierre festivo de la temporada. La pena compartida por la ausencia de viarios de nuestros más asiduos compañeros, los cuales no han podido disfrutar de esta gozosa jornada. Tal vez en otra fecha ellos hubieran estado aquí presentes en lugar de algunos de nosotros.
A veces compañeros, en nuestro afán por arreglar las cosas, desvestimos a un Santo para vestir a otro. Y es qué… ¡Nunca llueve a gusto de todos! ¡Feliz verano amigos!
Sábado 13 de junio de 2015
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