lunes, 13 de enero de 2014

GR7: Etapa 4. Del Molí de Fòrnols a la Coma (14/12/13)

Del Molí de Fòrnols a la Coma  (14 de Diciembre de 2103)
(Un meón entre tragones)

Cómo añoro aquellos tiempos, no tan lejanos, en los cuales la memoria era mi aliada y me permitía actuar sin apuntadores en la retaguardia. Cuando no necesitaba escribir los quehaceres para no dejarme la mitad en el tintero y podía improvisar a mi antojo.

Sean los años, el desgaste o quizás el abandono de la práctica mental, los causantes del deterioro, el caso es que de un tiempo a esta parte (y cada vez más a menudo) o me apunto las cosas u olvido la mitad de las que debería hacer. ¡Sí… sí… no os  riáis que a la mayoría de vosotros os pasa lo mismo!. Ya se sabe: “Mal de muchos consuelo de tontos”.

Viene esto a coalición por el descuido imperdonable del otro día que me condenará de por vida a ser… “El meón de GRManía”, ¡Y no… no estoy de la próstata… como algún falso amigo insinuó y pretendió hacer creer a la masa! ¡Simple y llanamente fue un olvido!. Imperdonable si queréis, pero olvido a fin de cuentas.

Y es que con tanto quehacer a uno se le fue el santo al cielo y pasó lo que pasó.
Que si la mochila… que si la ropa de recambio… que si el cuadrante…que si el dinero de la lumineta… que si el cava, que si el Gps, que si las pastillas para la tos, que si., que si… que si…en fin… ¡que me olvidé de descargar aguas antes de salir de casa!... y, a pesar de mis intentos desesperados por ocultar la realidad, me vi obligado a reconocer mi decadencia, agachar las orejas y parar el autocar a medio camino.

Y mira que procuré por todos los medios, habidos y por haber, dominar el pánico, desviar el tema de mi mente y autoconvencerme de que no era para tanto… y que yo podía aguantar hasta la llegada. Intenté dormirme, pensar en momentos dulces de la vida, mantenerme atento a las conversaciones de mis vecinos/as del autocar, relajarme y un sinfín de cosas más. Pero nada… todo acababa convergiendo en mi repleta vejiga. Hasta que finalmente y para no humedecer mis pantalones de supuesto adulto tuve que claudicar. ¡Más vale que se mofen de uno por detener el autocar para liberar la vejiga a que lo hagan por mearse encima!.

Si a esto añadimos la afonía que me acompañaba desde la jornada anterior y el aterrizaje forzoso que padecí en el camino (leve pero gozoso para “algunos”) puede afirmarse, sin lugar a dudas, que fue una jornada redonda para este Grmano.

¡Casi hubo que colgar el cartel de completo en el autocar! A ojos vista se palpaba la festividad de la jornada y nadie ocultaba que el objetivo final del día era, simple y llanamente, la Comilona. Todo eran parabienes, sonrisas y bromas; y nulos los deseos de caminar.  Tales fueron los recortes, opciones y grupos,  que alguno apenas si dio más pasos que los que separaban el autocar del Restaurante y viceversa.

Las bajas temperaturas nocturnas habían dejado sus huellas, en forma de haladas, en los caminos y sus lindes. Embelleciendo el paisaje con un ligero y resbaladizo manto blanco que hacía mella en los escasamente curtidos rostros del personal  y demás partes corporales sin guarecer.

Tras unos Kms de calentamiento por una pista forestal, alcanzamos Tuixent y en una plazoleta, a la solana, recuperamos fuerzas y calor, al amparo del vino, los chistes, las bromas, las conversaciones y el intercambio de pareceres.

Como no podía ser de otra manera, tras el almuerzo, la, siempre maldita, inapropiada y prolongada cuesta de rigor. O lo que es lo mismo: al esfuerzo de la subida añadimos la pesada digestión de los bocatas para aumentar el castigo del personal. Entre jadeos y quejas lastimeras alcanzamos la cima y, raudos y veloces, enfilamos el descenso por el camino en pos del Restaurante.

La bajada, prolongada y pedregosa, nos regaló la típica pérdida pasajera, varios resbalones y alguna que otra caída, que aunque no dejó consecuencias físicas en los sufridores, sí sirvió de escarnio, regocijo y cachondeo generalizado entre los más jocosos de los presentes.

No se sabe si a consecuencia de la velocidad de los de atrás, la parsimonia de los delanteros, las ganas de llegar, o el olor de las viandas que íbamos a degustar, el caso es que llegamos todos sorprendentemente puntuales, compactos y sin extravíos a las proximidades de la Coma.  En sus paledaños, nos desviamos levemente a la derecha para hacer una visita turística a las Fuentes de Cardoner. A pesar de que el caudal que manaba de las entrañas terrestres, dando origen al río, era más bien escaso, el lugar (adecentado como zona de Picnic) emanaba belleza, placidez y  sosiego e invitaba al reposo de los/las guerreros/as.Tras degustar el líquido elemento y dar por terminada la excursión, en nuestra huida, nos topamos con un grupúsculo de “jóvenzuelos insersistas” que caminaban en sentido contrario al nuestro con la intención de ocupar nuestro lugar en el idílico paraje.

Un corto rodeo en el camino nos situó junto al autocar. Mientras los más aparcaban sus mochilas en el lugar pertinente, otros y otras GRManos decidieron sustituir sus sudadas prendas interiores por otras limpias y menos pestilentes, para afrontar la comida sin atufar al sujeto de al lado, pero como la mayoría había optado por permanecer tal cual, pues el olorcillo no llegaría a desaparecer y nos acompañaría discretamente durante la comida y los actos festivos.

En tropel y sin apenas tiempo que perder, nos acomodamos ruidosamente en el Restaurante dispuestos a devorar cuanto pasara por delante de nuestros ojos.
El ágape, (hablo por mi experiencia) me pareció abundante, bien condimentado, variado y con una muy buena relación calidad precio. Gracias a nuestro amigo Carlos por la organización y por la elección del sitio y los manjares!.

A pesar de que “algunos” tuvimos que luchar, a brazo partido, con “otros” para vaciarles el bolsillo con la lumineta y la lotería, las risas fueron permanentes y el buen humor y la camaradería GRMana (siempre habitual) nos acompañó en todo momento.

Como viene siendo costumbre en GRManía, al finalizar la comilona se procedió al reparto de los típicos regalos navideños (cava y calcetines este año) y amenizamos la sobremesa con cuentos navideños, lecturas, reconocimientos varios y felicitaciones generalizadas; destacando, por encima de todo, nuestros mejores deseos de recuperación para aquellos que están pasando por momentos difíciles.
Finalmente y para cerrar el año GRMano, al son de la guitarra del ripioso Don Pedro, dimos rienda suelta a nuestras melódicas y cantarinas voces. Entonando (o mejor dicho desentonando) múltiples y variados villancicos Navideños “Made in Cati”; con tal pasión y brío que aquellos, lugareños o forasteros, que nos escuchaban desde el Bar de al lado, seguramente dudaron del estado de alguno de nosotros y pensaron que más de uno/a habíamos perdido el oremus o empinado el codo en demasía.


Fuese la comilona, el vino, el cansancio o la felicidad, el caso es que el retorno a casa transcurrió en placida y silenciosa armonía, rota, eso sí, esporádicamente por algún que otro ronquido al compás  y ritmo de los cabezazos de los dormilones de turno.

(La Coma i la Pedra, 14 de Diciembre de 2013)

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