domingo, 19 de enero de 2014

GR7: Etapa 5. La Coma - Hostal del pla. (12/01/14)

¡Año Nuevo… vida nueva¡ ¡O eso dice refrán!

Si hacemos caso a los voceros de turno, parece ser que el 2014 será el año de despedida de la crisis. ¡Ja...ja...ja! ¡No se lo creen ni ellos! ¡Recortes y más recortes! ¡Los ricos cada vez más ricos! ¡Los pobres cada vez más pobres!... ¡La clase media al limbo! Para mí, nunca fue una crisis sino una estafa en toda regla, y como de la estafa ya no nos libra nadie, de la crisis nadie nos sacará. 
Simple y llanamente…  ¡Nos han desplumado para enriquecerse ellos!

Quizás, para encarar el futuro con optimismo, GRmanía sea una de esas ventanas al aire que nos quedan: amistad, diversión, risas, naturaleza, aire libre, deporte, esfuerzo, perdida, encuentros y por supuesto…  “Comilonas”… de vez en cuando.  ¿Quién no quiere pertenecer a este fantástico grupo que nos regala tan halagüeñas perspectivas?

Parece que fue ayer cuando nos despedíamos en la Coma (a grito pelado, con el buche lleno y la esperanza de ser agraciados con un pellizco en la lotería o al menos la magnífica panera), pero hace ya “un año”  que no nos vemos.  ¡Cuán lejos queda 2013!

El ansiado reencuentro sirve para compartir nuestros mejores dedeos de prosperidad de cara al recién estrenado 2014. ¡Por deseos que no quede…!  ¡Otra cosa será la realidad del devenir de los días!

Las bajas de última hora hacen que la concurrencia de hoy sea menos numerosa que de costumbre, aunque no por ello menos ruidosa. La sola presencia de los folloneros de siempre minimiza las ausencias y agita el gallinero.

Después del atracón Navideño, el empacho turronero y la saturación alcohólica ¿Qué mejor medicina que una buena caminata para desengrasar el cuerpo, liberar toxinas y alegrar el alma? Sin embargo, cosa rara, algunos/as  deciden quemar la mínima energía posible  y aplicar los consabidos recortes a la etapa. ¿Quiere eso decir que han hecho  menos  excesos festivos que los demás? Me temo que NO, sino que se dejan seducir por la verborrea  y los buenos propósitos de Cisco y José Antonio.  Y la verdad es que  viendo la pachorra con que nos recibirán, al final de la etapa, la cara de felicidad que muestran, y el “botellerío” que les rodea en las  mesas , uno duda si no sería mejor tirar la toalla, admitir el error, y unirse definitivamente a ellos/as.

La niebla que nos acompañó de madrugada, y durante el trayecto hasta los albores de la Coma,  se va disipando poco a poco y la mañana invita a caminar. Recién iniciada la etapa, el veterano Grmano J. Valls, se descuelga del grupo y P. Hervás se "ofrece" “voluntario” a esperarle,  ralentizar sus pasos y hacerle compañía.  Contrariamente a lo esperado, la pareja de rezagados no solo nos se esmera en alcanzar al grupo, del cual se desgajaron, sino que se enfrasca en una profunda y absorbente conversación que les lleva al despiste, viéndose obligados a realizar un rodeo, por la carreta, para llegar a Sant Llorenç de Morunys, primera parada del trayecto. 

Los jefes de la avanzadilla, conocedores del lugar, localizan una plaza bien provista de bancos donde nos aposentamos a desayunar. A medida que van desapareciendo los bocatas van apareciendo excedentes de los típicos dulces Navideños: turrón, bombones, chocolate...  ¡Qué mejor momento que éste para acabar con ellos y así evitar la tentación de tenerlos al alcance en nuestras casas!   En ello estamos cuando alguien ¡pobre inconsciente! deja escapar de su boca, la posibilidad de hacer una excursión al Bar para tomar algo calentito.  Poco a poco se va produciendo  una desbandada general y el desayuno se alarga más de lo previsto, pues a la toma del café o las infusiones  se añade, el calorcillo del establecimiento, la plática, el cotilleo, el paso por los lavabos o las compras varias.

Para sorpresa general, después de los postes, aparece el consabido termo de té. ¡Pero no el de Cati, no!...  ante su ausencia, el portador de la citada infusión es.... ¡su amigo José! Bien sabe Dios que, el individuo, buena atención debió prestar a las explicaciones, pues en nada desmerece al de su maestra. 

Terminado el repostaje reemprendemos la marcha en compacta armonía. Después de las sufridas jornadas Pirenaicas, en las cuales las subidas agotaban y dejaban sin aliento al personal, la de hoy es una etapa liviana y fácil de transitar que apenas hace mella entre los presentes.  ¡Pocos gramos vamos a perder con tan poca exigencia! El tramo más duro de la etapa se limita a la ascensión que hay a la salida de Sant llorenç de Morunys y que acometernos, como es costumbre, con la digestión en pleno apogéo. 

En el ascenso, a nuestra derecha se divisa la Sierra de “El Port del Compte” . Contemplada  desde la lejanía, uno duda que,  en su estado actual, muchos sean  los esquiadores que se deslicen por sus pistas, pues la escasez de nieve es evidente.

El paisaje que circunda la cima se asemeja, en cierta manera, al que podríamos encontrar en los múltiples  rincones de la Sierra de Sant Llorenç  de Munt: barrancos, cortados, pedregales, arbustos, matorrales, la fragancia del tomillo y el romero,  otras variedades de plantas silvestres, arbolado de encina, roble y alguna que otra conífera. 

Mientras avanzamos por los caminos del lugar, algún agorero comenta que hasta aquí también parecen haber  llegado los recortes: ausencia de nieve, escasez de agua, presencia testimonial del hielo, temperaturas altas para la época. La verdad es que para lo avanzado de la estación en que nos encontramos, la climatología y el estado general de campos y montañas parece más bien propio de otra estación y no precisamente el invierno.  

Al compás de los pasos dejo volar mi mente y a ella regresa la estampa de una infancia gozosa vivida en un pueblo de montaña. Recuerdo como si fuera ayer, con precisión y multitud de detalles,  aquella época pasada en la cual, el blanco de la nieve, cubría el paisaje  con su inmaculado manto blanco.  Cómo los adultos se veían obligados a hacer veredas en las callas del poblado para que las gentes del lugar pudiéramos transitar por ellas!  ¡Cómo las heladas convertían los charcos, las embarradas callejuelas y los húmedos lugares de paso en pistas de patinaje!  E incluso… ¡cómo los arroyos se podían transitar, sin miedo a ser engullidos en su cauce, ante el grosor de la capa de hielo que cubría la parte superior de sus cauces! Los jóvenes dirán que esto, no son sino, batallitas de abueletes, o los más finolis lo achacarán a que casi todo se está volviendo light y no solo la Coca-Cola.

A punto de alcanzar la cima, en lontananza, distinguimos el movimiento de los compañeros/as del grupo delantero. Gesticulamos, hacemos aspavientos, gritamos y vociferamos como posesos endiablados para ver si conseguimos captar su atención, pero la distancia que nos separa de ellos es tal que nuestro  esfuerzo cae en saco roto y debemos abandonar la empresa sin alcanzar el objetivo propuesto.

Primero por la carretera y después por una senda paralela a la misma,  reiniciamos la andadura en persecución de los “recortadores”.  En nuestro deambular por el sendero, apenas transitado, pateamos las múltiples matas de tomillo que crecen descontroladas por doquier y de ellas emerge una embriagadora fragancia que impregna el ambiente y  nuestras ropas.

El tramo final de la etapa consiste en un descenso farragoso y de difícil transitar (¿tal vez el cauce de un riachuelo de temporada?) que nos obliga a caminar por una trocha pedregosa e incómoda. La marcha se ralentiza y nos  obligada a concentrarnos a fin de cualquier traspiés, padecer  algún resbalón o evitar las indeseadas e incómodas torceduras de tobillo.

De improvisto, el bosque y la trocha desparecen, el horizonte se despeja ante nuestros ojos y nos topamos con el Hostal del pla. A las puertas  del lugar, en la calle, a la solana  y por lo que “parece” perfectamente “hidratados” nos reciben, sonrientes, nuestros colegas,  junto a un montón de botellas de cerveza vacías, posadas encima de las mesas. ¡Vaya con los abstemios!

Como era de esperar…  ¡No damos el perfil!... no somos admitidos en el interior del abarrotado lugar. Procedemos, pues, a  recoger los bártulos y dirigirnos a Solsona para comer.  Más de uno nos  quedamos con la gana de probar esas gigantescas torradas de pan que, pinchadas en un hierro, los paisanos van dorando en la abrasadora lumbre de leña que calienta el local.

Para no perder la tradición, en la búsqueda del lugar donde reponer fuerzas, somos víctimas de la pérdida habitual. Sin embargo, a consecuencia  del extravío momentáneo,  disfrutamos de una visita cultural por las céntricas e históricas calles de Solsona. Al pasar junto al campanario, donde antaño despeñaban la cabra, se observa la presencia de una tarima y tras ella una inmensa estelada, que algunos aprovechan para inmortalizar el momento.

Retomado el rumbo correcto localizamos el Casal del pueblo (local ya visitado en alguna que otra ocasión) y allí nos acogen gustosamente. ¡Alegría inesperada para la paupérrima caja del lugar! ¡Cuantos más borrachos haya, más pesetas al cajón!

Tomamos posesión del lugar, nos acomodamos, procedemos a vaciar las mochilas y llenar el estómago. En estas andamos cuando Paco Ortega sugiere abonar la lotería.  Al momento, un tropel de GRManos descontrolados se abalanza sobre el benefactor para solicitar sus eurillos. ¡Ni cola, ni orden, ni espera…! ¡ADIÓS A LOS MODALES ¡ El banquero en cuestión se ve obligado a llamar al orden al personal a fin de poder proceder al reparto. Momentos después se produce la llamada del Sr Ministro de finanzas al pago de las costas del autocar, pero entonces,…,  ¡MILAGROSAMENTE!.. la mayoría hacemos  oídos sordos a la cita,  y deben ser el Sr. Ministro y su “contable” quienes se desplacen, mesa por mesa, hasta donde nos hemos anclado los “sordos” viajeros, para arrancarnos los cuartos de los bolsillos.

Solsona, 12 de Enero de 2014.

Blog de GRManía:

Fotos Rafael Cañero







lunes, 13 de enero de 2014

GR7: Etapa 4. Del Molí de Fòrnols a la Coma (14/12/13)

Del Molí de Fòrnols a la Coma  (14 de Diciembre de 2103)
(Un meón entre tragones)

Cómo añoro aquellos tiempos, no tan lejanos, en los cuales la memoria era mi aliada y me permitía actuar sin apuntadores en la retaguardia. Cuando no necesitaba escribir los quehaceres para no dejarme la mitad en el tintero y podía improvisar a mi antojo.

Sean los años, el desgaste o quizás el abandono de la práctica mental, los causantes del deterioro, el caso es que de un tiempo a esta parte (y cada vez más a menudo) o me apunto las cosas u olvido la mitad de las que debería hacer. ¡Sí… sí… no os  riáis que a la mayoría de vosotros os pasa lo mismo!. Ya se sabe: “Mal de muchos consuelo de tontos”.

Viene esto a coalición por el descuido imperdonable del otro día que me condenará de por vida a ser… “El meón de GRManía”, ¡Y no… no estoy de la próstata… como algún falso amigo insinuó y pretendió hacer creer a la masa! ¡Simple y llanamente fue un olvido!. Imperdonable si queréis, pero olvido a fin de cuentas.

Y es que con tanto quehacer a uno se le fue el santo al cielo y pasó lo que pasó.
Que si la mochila… que si la ropa de recambio… que si el cuadrante…que si el dinero de la lumineta… que si el cava, que si el Gps, que si las pastillas para la tos, que si., que si… que si…en fin… ¡que me olvidé de descargar aguas antes de salir de casa!... y, a pesar de mis intentos desesperados por ocultar la realidad, me vi obligado a reconocer mi decadencia, agachar las orejas y parar el autocar a medio camino.

Y mira que procuré por todos los medios, habidos y por haber, dominar el pánico, desviar el tema de mi mente y autoconvencerme de que no era para tanto… y que yo podía aguantar hasta la llegada. Intenté dormirme, pensar en momentos dulces de la vida, mantenerme atento a las conversaciones de mis vecinos/as del autocar, relajarme y un sinfín de cosas más. Pero nada… todo acababa convergiendo en mi repleta vejiga. Hasta que finalmente y para no humedecer mis pantalones de supuesto adulto tuve que claudicar. ¡Más vale que se mofen de uno por detener el autocar para liberar la vejiga a que lo hagan por mearse encima!.

Si a esto añadimos la afonía que me acompañaba desde la jornada anterior y el aterrizaje forzoso que padecí en el camino (leve pero gozoso para “algunos”) puede afirmarse, sin lugar a dudas, que fue una jornada redonda para este Grmano.

¡Casi hubo que colgar el cartel de completo en el autocar! A ojos vista se palpaba la festividad de la jornada y nadie ocultaba que el objetivo final del día era, simple y llanamente, la Comilona. Todo eran parabienes, sonrisas y bromas; y nulos los deseos de caminar.  Tales fueron los recortes, opciones y grupos,  que alguno apenas si dio más pasos que los que separaban el autocar del Restaurante y viceversa.

Las bajas temperaturas nocturnas habían dejado sus huellas, en forma de haladas, en los caminos y sus lindes. Embelleciendo el paisaje con un ligero y resbaladizo manto blanco que hacía mella en los escasamente curtidos rostros del personal  y demás partes corporales sin guarecer.

Tras unos Kms de calentamiento por una pista forestal, alcanzamos Tuixent y en una plazoleta, a la solana, recuperamos fuerzas y calor, al amparo del vino, los chistes, las bromas, las conversaciones y el intercambio de pareceres.

Como no podía ser de otra manera, tras el almuerzo, la, siempre maldita, inapropiada y prolongada cuesta de rigor. O lo que es lo mismo: al esfuerzo de la subida añadimos la pesada digestión de los bocatas para aumentar el castigo del personal. Entre jadeos y quejas lastimeras alcanzamos la cima y, raudos y veloces, enfilamos el descenso por el camino en pos del Restaurante.

La bajada, prolongada y pedregosa, nos regaló la típica pérdida pasajera, varios resbalones y alguna que otra caída, que aunque no dejó consecuencias físicas en los sufridores, sí sirvió de escarnio, regocijo y cachondeo generalizado entre los más jocosos de los presentes.

No se sabe si a consecuencia de la velocidad de los de atrás, la parsimonia de los delanteros, las ganas de llegar, o el olor de las viandas que íbamos a degustar, el caso es que llegamos todos sorprendentemente puntuales, compactos y sin extravíos a las proximidades de la Coma.  En sus paledaños, nos desviamos levemente a la derecha para hacer una visita turística a las Fuentes de Cardoner. A pesar de que el caudal que manaba de las entrañas terrestres, dando origen al río, era más bien escaso, el lugar (adecentado como zona de Picnic) emanaba belleza, placidez y  sosiego e invitaba al reposo de los/las guerreros/as.Tras degustar el líquido elemento y dar por terminada la excursión, en nuestra huida, nos topamos con un grupúsculo de “jóvenzuelos insersistas” que caminaban en sentido contrario al nuestro con la intención de ocupar nuestro lugar en el idílico paraje.

Un corto rodeo en el camino nos situó junto al autocar. Mientras los más aparcaban sus mochilas en el lugar pertinente, otros y otras GRManos decidieron sustituir sus sudadas prendas interiores por otras limpias y menos pestilentes, para afrontar la comida sin atufar al sujeto de al lado, pero como la mayoría había optado por permanecer tal cual, pues el olorcillo no llegaría a desaparecer y nos acompañaría discretamente durante la comida y los actos festivos.

En tropel y sin apenas tiempo que perder, nos acomodamos ruidosamente en el Restaurante dispuestos a devorar cuanto pasara por delante de nuestros ojos.
El ágape, (hablo por mi experiencia) me pareció abundante, bien condimentado, variado y con una muy buena relación calidad precio. Gracias a nuestro amigo Carlos por la organización y por la elección del sitio y los manjares!.

A pesar de que “algunos” tuvimos que luchar, a brazo partido, con “otros” para vaciarles el bolsillo con la lumineta y la lotería, las risas fueron permanentes y el buen humor y la camaradería GRMana (siempre habitual) nos acompañó en todo momento.

Como viene siendo costumbre en GRManía, al finalizar la comilona se procedió al reparto de los típicos regalos navideños (cava y calcetines este año) y amenizamos la sobremesa con cuentos navideños, lecturas, reconocimientos varios y felicitaciones generalizadas; destacando, por encima de todo, nuestros mejores deseos de recuperación para aquellos que están pasando por momentos difíciles.
Finalmente y para cerrar el año GRMano, al son de la guitarra del ripioso Don Pedro, dimos rienda suelta a nuestras melódicas y cantarinas voces. Entonando (o mejor dicho desentonando) múltiples y variados villancicos Navideños “Made in Cati”; con tal pasión y brío que aquellos, lugareños o forasteros, que nos escuchaban desde el Bar de al lado, seguramente dudaron del estado de alguno de nosotros y pensaron que más de uno/a habíamos perdido el oremus o empinado el codo en demasía.


Fuese la comilona, el vino, el cansancio o la felicidad, el caso es que el retorno a casa transcurrió en placida y silenciosa armonía, rota, eso sí, esporádicamente por algún que otro ronquido al compás  y ritmo de los cabezazos de los dormilones de turno.

(La Coma i la Pedra, 14 de Diciembre de 2013)