Más de 95 minutos en coche donde el horror, la desolación, la pena y la impotencia se mezclaron a partes iguales con la rabia contenida.
¡La España vacía, NO, la Castilla devastada por el abandono y desprecio institucional de los últimos cinco siglos.
Desde aquel triste y lejano 23 de abril de 1521, el maltrato a Castilla (sin la cual España no existiría) se ha convertido en algo habitual por parte de los de arriba para contentar a los de siempre.
El otrora territorio más rico de la península ibérica, es hoy un erial de castillos derruidos, gentes sin esperanza de futuro, fantasmas esparcidos por la meseta, almas abandonadas a una defunción segura. Un territorio abrasado, un esqueleto de infraestructuras obsoletas y tercermundistas, un campo disecado y una ausencia total de inversión empresarial. Todo ello en beneficio de los nobles del reino. Se asesina al mundo rural para que los de las poltronas corruptas, los lameculos, los vividores y los de la “famiglia” puedan seguir mangoneando a sus anchas, corrompiendo, prevaricando y esquilmando a los “pueblerinos.
Ávila (y Soria de la mano) son tratadas como las más plebeyas de todas las provincias castellanas.
Si a la menor ocasión no voceas tu himno identitario, agitas tu bandera excluyente y haces del idioma un arma de enfrentamiento, los que mueven los hilos del poder ni se acuerdan de ti, ni existes y así te conviertes en algo invisible y proscrito. En este país solo sacan tajada los nacionalismos periféricos y el ombligo del reino (¡ay, Maydryt!).
Tal vez Castilla necesite de nuevos Padilla, Bravo y Maldonado para recuperar la dignidad y la senda truncada en Villalar. Y no para disgregarse de nadie, ni para creerse superior a los demás, sino para hacerse respetar y comenzar a ocupar el lugar que, por su historia, su tierras y sus gentes,