Etapa 13. La Riba - Masía dels Frares.
¡Bienvenidos al 2015! ¡Año Nuevo, vicios viejos!
Atrás quedaron los atracones Navideños y aunque el cuerpo debería necesitar acción, para desprenderse de los lípidos acumulados, nada más lejos de la realidad. Queda demostrado, bien a las claras, que hay más quórum cuando se trata de reunirnos para las comilonas que de hacerlo para las caminatas. Los números cantan y de los 65 que nos aposentamos en la mesas del Restaurante de Prenafeta, para celebrar la bulliciosa comida navideña, apenas 35 comparecemos, de madrugada, en el punto de partida.
El track que el diligente Don J. Ferrer puso a nuestra disposición ya anunciaba ciertas dificultades en el desarrollo de la etapa, de ahí que en esta ocasión no hubiera la menor duda sobra la conveniencia de acomodarnos en dos grupos A y B. El duro perfil se asemejaba más a una sucesión de entrelazados toboganes, subidas y bajadas sin descanso, que a una caminata de paseantes.
De todas formas, nadie, ni los más agoreros del lugar, presagiaban el desmadre que acontecería a posteriori, durante el accidentado desarrollo de la etapa.
Después de casi dos horas de traqueteo en el autobús acometemos, compactados y en armonía, la salida, en la Riba. A las primeras de cambio, mientras transitamos por el inclinado poblado, una imponente cuesta nos deja casi sin ruello. Alguien comenta que tal vez hubiera sido conveniente hacer algún grupo más… jajajaja.
Tras sudar la gota gorda y jadear como rocines después de una carrera en pos del Everest, abandonamos el pueblo y nos adentramos en el bosque por una estrecha senda. El rocío de la madrugada ha humedecido el terreno y las plantas trasladan las cuatro gotas, que descansan en sus hojas, a nuestras raídas botas y nuestros pantalones.
Antes de iniciar el ascenso a la primera cota importante de la mañana, la cabeza de la marcha se detiene para reagrupar el pelotón. Hay quien maldice los excesos vacacionales, otros echan de menos el sofá y alguno incluso lamenta haberse apuntado a la primera jornada del 2015. ¡No saben lo que nos queda!
Unos minutos de descanso dan paso a que el grupo se ponga de nuevo en marcha para acometer la siguiente subida. Una vereda estrecha, empedrada y resbaladiza nos obliga a un nuevo esfuerzo. Apenas han transcurrido noventa minutos desde que diéramos inicio a la etapa y las dificultades, junto a la dureza del terreno, han convertido el grupo en un ejército de soldados descarriados, fragmentado en innumerables secciones. La avanzadilla transita en el grupo A, acompañada de un gran mastín que se nos ha añadido en la Masía de la Torre, le siguen los del grupo B, los que vienen detrás se acomodan en el C, los hay que se agolpan en el D y otros que sufren en el E.
Superado el exigente primer escollo de la jornada nos detenemos para desayunar. Un claro en el camino nos permite disfrutar de nuestros bocatas, intercambiar pareceres y calentar nuestro cuerpo al tibio sol de la mañana. La altitud nos permite disfrutar de las excelentes vistas del paisaje: en la lejanía el camp de Tarragona con sus pueblos y campos de cultivo, la imperial Tarraco, las grúas del puerto marítimo, las torres de la industria petrolífera, y de fondo, cerrando el cuadro, el mar Mediterráneo.
A la hora del postre aparecen por doquier los restos sobrantes de las pasadas fiesta. A pesar del empacho turronero del que venimos, casi nadie hace ascos a los dulces, y en un abrir y cerrar de ojos acabamos con todo aquello que se nos ofrece.
Tan solo hemos avanzado siete kilómetros pero las caras ya denotan cierto cansancio. Sea consecuencia de los excesos Navideños, del parón vacacional o de la dureza del recorrido, las piernas parecen adormecidas y la meta se nos antoja demasiado lejos.
Concluido el generoso banquete matutino, reemprendemos la parsimoniosa marcha por un amplio camino forestal que nos conducirá al único núcleo urbano habitado de la toda la jornada...
Mientras avanzamos a buen ritmo por una ancha pista, nos adelanta el bólido de Rafael con la cabeza gacha y pasos agigantados.
Atravesamos la solitaria carretera TV-7041, damos un rodeo y accedemos a Mont-ral por su cara sur. Las cuatro casas del pequeño poblado están tan distanciadas, unas de otras, como lo estamos los diferentes miembros de GRManía, que estas alturas de la expedición transitamos por el interior de las tierras tarraconenses.
El exigente sube y baja de la ruta ha hecho mella en las reservas físicas y mentales de varios de los GRmanos, y los rigores de trazado venidero convencen a algunos sabios los integrantes del grupo B de la inutilidad de seguir avanzando hasta la sierra de las Mussaras, donde, en teoría, debería finalizar su recorrido. Acertada decisión la de dar por finalizada su andadura en aquel lugar, pues de allí en adelante…. ¡el caos!
Menos de la mitad del grupo dejamos atrás Mont-ral y, desperdigados, partimos por una estrecha senda en pos de “El bosquet”. Durante unos centenares de metros, que se me hacen eternos, camino en solitario y debo acomodar mi rumbo a las directrices del GPS, pues la estrecha y traicionera senda es proclive a la perdida. Finalmente, delante de mí, en la lejanía, en un recodo del camino, localizo los cuerpos de Antonio y Ramón que me preceden. Sin dudarlo un segundo, aligero la marcha todo lo que mis piernas me permiten hasta que consigo unirme a ellos.
A estas horas del mediodía una buena parte de los integrantes de los grupos B ya descansan en el pueblo recién dejado atrás, y algunos, incluso, saborean una fresca, generosa y deliciosa cerveza en el único bar del entorno ¡Qué suerte la suya!
Los demás continuamos con la intención de alcanzar nuestro objetivo final, aunque el tiempo se nos está echando encima y aún nos queda un buen fragmento por recorrer.
Al llegar a la altura de “El bosquet” nos topamos con el grupo delantero donde transitan Carlos, Ginés, Evaristo, José, Belén, Jordi y algún otro.
Tras reagruparnos echamos en falta a Rafael y a Fidel, pero damos por seguro que van por delante y se encaminan a la dirección correcta. ¡Nada más lejos de la realidad! Rafael se ha adentrado por un desvío equivocado, antes de alcanzar el pueblo habitado, y se ha extraviado durante un buen rato. Finalmente, por suerte, se percata de su error, desanda el trayecto equivocado y recupera la senda correcta. Sin embrago, al reparar en lo avanzado de la hora, decide abandonar su propósito inicial de llegar al final de la etapa y se dirige en solitario hacia Mont-ral para reencontrarse con aquellos que allí habían puesto punto y final a su sacrificio.
Instantes después de abandonar el deshabitado caserío de “El bosquet”, Jordi comienza a tener problemas con uno de sus tobillos, dañado el día anterior. La estrecha arteria por la que nos vemos obligados y caminar, escarpada, pedregosa y de difícil transitar, no ayudan para nada al accidentado, sino empeoran progresivamente los síntomas en la articulación de lesionado.
A poco de reencontrarnos con el camino forestal, en el cruce del GR65-5, en la sierra de las mussaras, Jordi decide dar por finalizada su aventura. Lo avanzado de la hora, la larga distancia que aún nos queda por recorrer, el escarpado perfil, las dificultades orográficas, el tortuoso canchal de las postrimerías, y el vertiginoso descenso que nos espera al final de la etapa le ayuda a tomar tan acertada decisión.
A pesar de la negativa del mermado, para que nadie le acompañe en su abandono, Antonio se niega en rotundo a dejare partir en solitario y le acompaña en su retirada hacia el cruce de la carretera TV-7045, donde serán recogidos por el autocar.
Pasadas las dos del mediodía aún nos quedan casi ocho kilómetros por recorrer. Desconocemos que sucede por detrás y quien o quienes tienen intención de realizar todo el trayecto hasta la Masía del Frares, pero tenemos claro que el tiempo corre en contra nuestra.
Tras despedirnos de Jordi y Antonio, la cabeza del grupo A sale de estampida y Ginés y yo nos quedamos en tierra de nadie. A pesar de que nos desplazamos a un fuerte ritmo, no conseguimos darles alcance y no volveremos a verlos hasta las 15:15 horas, cuando alcancemos la meta.
En el trayecto final dejamos atrás varios cruces en el camino, nos adentramos por un intransitable canchal de gratino que se asemeja a un glaciar de piedras rodadas, y acometemos un pronunciado descenso por una estrecha, dificultosa y escarpada trocha hasta alcanzar, por fin, la ansiada carretera. ¡Fanal de trayecto!
Allí, junto a la calzada de la vía automovilista, en la confluencia del camino de acceso a la Masía del Frares, nos esperan los componentes del grupo A que han finalizado la etapa. Acto seguido hace su aparición, por un recodo de la carretera, el autocar con algunos de los integrantes del grupo B que al llegar hasta el lugar previsto de finalización para el citado grupo B, han sido recogidos en el cruce de por el vehículo.
Mientras aguardamos la llegada de los últimos miembros del grupo A recibimos la pésima noticia de las pérdidas de José Castillo y Fidel, aunque la de éste último es efímera pues hace su aparición, casi a la vez que Jaume, Inés, Ana y Chari, apenas diez minutos después que nosotros. ¡Un poco más y se queda sin probar su propio cava!
Ante la imposibilidad de desplazarnos hasta el lugar acordado para la comida en grupo, desenvolvemos nuestros bocadillos, desprecintamos las fiambreras, nos aposentados a la vera del camino y la cuneta de la solitaria carretera, y procedemos, con voraz apetito, a dar buena cuenta de nuestro yantar y reponer las fuerzas gastadas.
Por suerte para nosotros, Cisco y Fidel habían dispuesto una cuantas botellas de cava y un “exquisita coca de vidre” elaborada por la “Dolors” para celebrar su aniversario. Los dulces y el alcohol sirven para matar las penas del grupo A, el retraso y la afligida espera del extraviado José. En apenas unos minutos acabamos con todas las existencias: comida, postres, frutos secos, galletas, cava, coca y todo aquello que aparece por allí.
La tecnología nos informa de que el grupo C está tranquilo, recogidito y en armonía dando buena cuenta de sus vituallas en el lugar acordado. ¡Ellos sí que saben!
Pese a los múltiples intentos de Paco Ortega, Ana y algún otro GRMano, no conseguimos contactar con José y la preocupación comienza a crecer. La tarde avanza, la noche se aproxima, el horario del conductor se agota y el desaparecido no da señales de vida.
Cuando el reloj está próximo a marcar 16 horas, recibimos la grata noticia de que el perdido José se ha topado con otros caminantes, ha retomado el rumbo correcto y se dirige al cruce de las mussaras.
De inmediato nos acomodamos en el autocar y partimos, sin tiempo que perder, en búsqueda de extraviado. Sin embargo nuestro gozo se disipa al instante, pues al llegar al cruce convenido, el errante aún no ha hecho acto de presencia.
Finalmente aparece por la lejanía, el susto se disipa y nos encaminamos a recoger al resto de GRManos para regresar a casa antes de que el tiempo del conductor expire y nos obligue a buscar alojamiento en algún hotel de carretera.
Fotos Rafael
Fotos Antonio Gil