Hoy es un día de aquellos que a muchos de nosotros jamás nos hubiera gustado vivir. De aquellos que, penosa y desgraciadamente, quedan marcados para siempre en nuestra memoria. Uno de aquellos amargos momentos de la vida en los cuales la tristeza, la pena y la desesperación se apoderan de nosotros por una tortuosa e inconcebible pérdida. Cuando los sentimientos, las emociones y las lágrimas se desbordan, incontrolados, por la infinita pena de un inesperado adiós. En los cuales no hay manera de controlar la angustia de un dolor que nos martiriza. Cuando, apenas transcurridos unas horas, TÚ ausencia ya se nos hace eternamente insoportable. Cuando los que tuvimos la suerte de quererte y ser queridos por ti, te echamos tanto de menos. Cuando los afortunados que pudimos compartir tu cariño, tu generosidad, tu camaradería, tu humor, tu humildad, tu sonrisa, tu talante, tu naturalidad y… tantas y tantas otras virtudes, nos sentimos nuevamente huérfanos. Cuando nos percatamos de que tu irreparable ausencia jamás podrá ser rellenada por nada ni por nadie, conscientes de que el vacío que dejas, permanecerá por siempre vivo en nuestros atormentados corazones.
Porque si hay personas que dejan huella en la vada, TÚ, TÍO SIME, fuiste una de ellas. Porque más que un tío, tú, SIME, siempre fuiste un padre, un abuelo, un amigo. En definitiva, un ser cautivadoramente especial de aquellos que en la vida se pueden contar con los dedos de una mano.
¡La alegría, la sencillez y la bondad personificadas!
¿Quién nos amenizará, en adelante, las veladas si no estás tú? ¿Quién nos explicará las cosas con aquella innata y desenfadada gracia? ¿Quién será capaz de verle siempre el lado bueno a la vida? ¿Quién llenará el vacío que tu humanidad nos regalaba? Tu llorada marcha, TÍO, será por siempre irreemplazable, pues es del todo imposible sustituir aquello que es ÚNICO, y tú, SIMEÓM, lo eras!
Aunque físicamente nos hayas dejado, tu presencia y tu desbordante alegría, SIME, siempre caminará junto a nosotros hasta el final de nuestros días.
La amargura de mis lágrimas hoy a penas me permiten decirte algo más que: ¡Gracias por todo, TÍO SIME! Gracias por compartir tu vida con nosotros y dejarnos formar parte de ella! ¡Gracias por hacernos sentir siempre felices a tu lado!
Adiós, SEÑOR, estoy absolutamente convencido que allá donde estés, harás inmensamente felices a los que te rodeen, como lo hiciste, siempre, con los afortunados que nos sentimos atrapados por tu maravilloso encanto, aquí abajo.
Espero tardar mucho en seguir tu camino pero, para cuando llegue ese momento... ¡Guardamé un sitio a tu lado!... donde seguro descansas, ya, cautivando nuevemente a los nuestros.
¡Te quisimos, te querremos y JAMÁS te olvidartemos!
¡Siempre caminarás junto a nosotros!
Descansa En Paz, QUERIDO SIMEÓN.
Salobralejo, 03 de Julio de 2014.
Moisés gonzález Muñoz.