lunes, 18 de noviembre de 2013

GR7 Etapa 3. La seu d'Urgell-Fòrnols del Cadí. (09/11/13).

Dice el refranero que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Pues bien, dicha sabiduría popular podría aplicarse perfectamente a uno de nuestros ilustres GRManos que, al percatarse del tamaño del autocar, y temiéndose lo peor, exclamó:
- ¡Quién habrá sido el lumbreras que nos ha enviado un vehículo de más 15 metros para transitar por carreteruchas de alta montaña!
Y es que la experiencia es un grado del que la empresa que nos transporta parece carecer, pues se empeña en actuar contra él y la lógica. A saber: ¡Que la carretera es estrecha!… ¡Vehículo largo! ¡Que hay que ascender un puerto!...  ¡Motor gripado! ¡Que el viaje es largo! … ¡Habitáculo estrecho! ¡Que la ruta es compleja! ... ¡Conductor novato!... ¡JESÚS QUE CRUZ!

Muchas son las virtudes de GRManía, pero convendréis conmigo en que los escasos defecillos que "atesora" son incorregibles y la ausencia de “ciertos” veteranos responsables los pone, irremisiblemente, de manifiesto al instante.

Hoy, la “espantada” de Ginés convierte el acomodo en el autocar en una invasión descontrolada, sin la menor preocupación por los rezagados o ausentes. Solo tras recorrer unos cuantos Kms por la autopista algún iluminadao tiene la brillante idea de contar a los presentes. De los no aparecidos (¡suponemos que nadie se quedó en tierra!)…¡ni MUUUU!. ¡Ginés… sin tu control… el caos!

Mientras unos dormitan, otros charlan y los de “siempre” vociferaban, el alba da paso a la mañana y, entre nubes y colores, asistimos al nacimiento de otro precioso día de oblicuo sol otoñal. ¿Existirá en invierno?

Fieles a la tradición GRMana (quién sabe si por mor del chófer, los Gps o tal vez… “el Jefe ése”) dedicamos un buen rato (de idas, venidas, pérdidas y encuentros) a recorrer la Seu y sus aledaños, hasta dar con el  punto de partida. ¡Excursión no programada pero habitual en nuestras huestes! ¡Antes de empezar a andar ya echamos de menos a don Joesep Ferrer y sus Tracks!

A la vera del mísero y desolador caudal del río Segre, iniciamos la ruta en pos de la primera dificultad de la mañana. Dejamos atrás las praderas colindantes, donde las vacas, mientras rumian el forraje ingerido, amamantan pacientemente a sus talluditos terneros. 

Suerte que nos guía Don Jaime Pavón, pues la ruta no está demasiado bien señalizada y es proclive a la pérdida. Éste, (embelesado con su amada) y en su afán por dejar su prestigio (de novato marido en rodaje) a la altura que le corresponde, se esmera en los detalles y nos conduce (¡algo descarriados, esos sí!) por una empinada senda entre el arbolado, sin el menor contratiempo. 

El ascenso, largo y exigente, altera el ritmo cardiaco, agita la respiración de los caminantes y fragmenta definitivamente el pelotón. 

Mientras algunos arrastramos los pies suplicando el final de la tortura, Jaime nos adelanta a toda pastilla, llevando en volandas, de la mano, a su amada Inés. Deduzco de ello, que el ir agarrados mitiga el esfuerzo y aligera la cuesta, por lo cual propongo a mi amigo Joan Lluis ascender el tramo final cogiditos de la mano. Sin embargo, éste, me lanza una mirada asesina que me "invita" a reconsiderar la petición y a desistir de mi empeño.

El agostamineto del terreno demuestra a las claras la pertinente sequía que nos persigue. ¿Tal vez las nubes se enemistaron con el agua? Sin embargo, a punto de coronar la primera cota, nos topamos con un espectáculo mágico: El rocío de la mañana (al impregnar de humedad las telarañas) ha cincelado unas maravillas de la naturaleza que nuestros reporteros plasman con voracidad.   
     
Quien más quien menos corona la ansiada y exigente cima hambriento, sudoroso y cansado.

El alto nos regala unas preciosas panorámicas del lugar: Un despejado e inmaculado cielo azul, las majestuosas altitudes Pirenáicas, la variedad cromática de la vegetación otoñal, la niebla matinal bajo cuyo manto suspiran los valles, las vacas pastando su ociosidad por las mustias praderas.  

Hay quien (gracias a la pericia de otras) ¿verdad 6Q?), sorprendido y con cara de gratitud, recupera las llaves de sus bólidos, extraviadas más abajo, sin que él, despreocupado  propietario, fuera consciente de su pérdida. ¡UFFF... que susto!

A la solana, mientras reponemos fuerzas, charlamos, reímos y hacemos correr la bota, de mano en mano y sin descanso, hasta consumir  la última gota de morapio.

Finalizado el ágape, reemprendemos la marcha por un terreno pedregoso y de apariencia volcánica (nada que ver con tal fenómeno) a un ritmo endiablado. La carrera de locos desaconseja la más mínima pausa;  ya sea para miccionar, quitarse la chaqueta o simplemente acomodarse la mochila. Algún despistado (¡Joan Lluis, Joan Lluis!) desafiando a las circunstancias se detiene a liberar alguas y se ve obligado a caminar, acojonadillo y en solitario, creyéndose perdido durante un buen rato, hasta vislumbrar, por fin, la espalda de los últimos compañeros de fatigas. ¡Menudo canguelo!.

Una escarpada y peligrosa verada, en pendiente, nos conduce a la segunda elevación del trayecto. El lugar, de apariencia lunática: árido, inhóspito y desarbolado, nos recibe solitario con sus bancales deshidratados y sus capas de estratos de tierra y pedruscos.

La observadora Maribel localiza en suelo del lugar una gran cantidad de huellas de ungulados. Un detallado estudio del fenómeno y su consecuente discusión, nos lleva a la conclusión de que parecen no ser nuestras, pues las redondeadas marcas (que dejaron las pezuñas de su dueños) se asemejan bastante a las de los caballos y … ¡Nosotros tenemos más bien pinta de borricos!

La pericia de un servidor, tras otear el horizonte, despeja las dudas y confirma la procedencia de las mismas. No muy lejos del lugar, paciente y despreocupada, se alimenta una manada de équidos libertarios cuya larga pelambrera anuncia la proximidad del invierno.

Abandonamos el camino y transitamos brevemente por el bosque. A la salida del mismo, afrontamos un prolongado descenso que nos conduce a un semiseco riachuelo ¡Malo, malo! Cualquier encuentro con el lecho de un río equivale, ipso facto, a una próxima e inminente subida.

El cruce del escuálido arroyo se convierte en un laberinto de trampas que desorienta al personal y trae consigo las primeras pérdidas matutinas. 

Apenas unos pasos más adelante, en una encrucijada del camino (¡mal señalizada… todo sea dicho!) varios caminantes se desorientan y se extravían, también, durante un buen rato.

La ascensión hacia el punto donde deberían finalizar los del grupo B se desarrolla en un absoluto caos. Los primeros se han extraviado... los que creíamos ser segundones resultamos ser los primeros... y de los últimos... ¡nadie sabe nada!.

Reunidos en la esplanada del encuentro, en espera de los retardados, los aparatos de radio vomitan noticias confusas sobre las pérdidas que siembran el camino. En ellas estamos cuando unos jadeos sospechosos, provenientes del “walki” de Don Pepe Hervás, nos ponen ojo avizor. Alterados e incrédulos, solicitamos inmediatamente la explicación a tales sofocos. El veterano caminante los achaca al cansancio, pero ni su interlocutor, ni ninguno los demás allí presentes, nos tragamos semejante excusa y le conminamos a comportarse con decoro y decencia. Sea lo que fuere, el ínclito personaje corona la última subida y se presenta ante nuestros ojos, acompañado de sus compinches, !CON LA BRAGUETA ABIERTA!... relajado y tan campante... ¡Que desverguenza!... ¿Desde cuándo el cansancio baja la cremallera de los pantalones?

Inmediatamente, se desata un debate sobre si retroceder en busca de los extraviados, esperar, o dejarlos a la deriva y que ellos/as mismos recuperen la senda correcta. Como la mayoría de los perdidos son miembros del grupo B, los del grupo A decidimos ir a la nuestra y reemprender la marcha mientras los demás permanecen a la espera. 

Al reanudar el trayecto, algún marido imprudente se hace el “valiente”  (¡Ay Paco, Paco!) y decide tirar para adelante (aunque su esposa, Fátima, siga desaparecida) como si nada. Pero al poco se cisca en los pantalones y con el rabo entre las piernas (nunca mejor dicho) desanda el camino y regresa a la explanada donde se hallan los del grupo B, en espara de su media naranja. !Más vale prevenir que curar!

Nuestra perseverancia por llegar al Molí (otros dirán que tozudez)  nos impide atender a las razones del alto mando para que abandonemos la etapa en Fòrnols. Finalmente, y tras aclararnos que el autocar no puede acceder al bucólico lugar, apasadumbrados, acatamos las órdenes de los coherentes mandamases y damos por finalizada la caminata.

Fruto de nuestra excelsa organización, dos comisiones, por separado y sin ninguna coordinación entre ellas, se aventuran a la localización de un Bar o Restaurante donde yantar. Para sorpresa de unos pocos, regodeo de varios y cabreo de otros, ambas partidas consiguen dar con el Restaurante apropiado. Pero entonces se produce un tira y afloja entre los comisionados para llevar el ascua a su sardina y dirigir a los GRmanos a comer donde “ellos”  reservaron. Tras arduas y tortuosas negociaciones, los del grupo A damos nuestro brazo a torcer y ponemos rumbo hacia el Restaurante reservado por el grupo B. Más….al dirigirnos a su encuentro… observamos atónitos, cómo los del grupo B caminan en dirección hacia donde estamos nosotros. En definitiva… que ambas comisiones han reservado el mismo Restaurante. O sea que asunto arreglado y… ¡Todos a una como Fuenteovejuna!.

Acabada la comida, el lugar se convierte en un mercado persa. Entre loterías, lumineta, autocar, consumiciones, deudas pendientes etc., el dinero corre a espuertas y cambia de mano vertiginosamente. La sutil diferencia está en que, mientras un servidor debe recorrer personalmente todas las mesas y suplicar a los del puño cerrado el pago de los números de la lumineta, “otro”, más listo, permanece sentadito en su mesa (saboreando un café), mientras solicita calma a los ludópatas compulsivos que, ansiosos, pretenden quitarle la lotería de las manos. ¡Suerte que yo tengo mano con los de “Loterías y apuestas del Estado” y ya saben que número deben de sacar para que me toque a mí la panera!

Con el estomago lleno y los bolsillos vacios iniciamos el retorno a casa por las farragosas carretas de la Serra del Cadí. Tras serpentar y dejar atrás el Coll de la Josa, en las proximidades del Pedraforaca, Ramón, el “viejo novato”, decide hacerse el mártir y aparentar un mareo injustificable. Evaristo (ingenuo él) se traga el embuste y atiende solícito sus súplicas lastimeras. Le acomoda en el suelo; le levanta las piernas para que la sangre circule hacia su cerebro (suponiendo que el individuo tenga, ¡claro está!) y le susurra palabras de aliento y tranquilidad. Sin embargo, nosotros, sus ““amigos de atrás”, (más espabilados que el tal Evaristo) decidimos desenmascarar al impostor y solicitamos ¡A GRITO PELAO”!, al Señor J. Herrera, que haga acto de inmediata presencia con su botiquín de maquillaje "post morten", sus catálogos de nichos y esquelas…  ¡Y entonces, repentina y milagrosamente, el farsante mejora al instante e incluso sonríe desenfadadamente! Acto seguido, una vez ha conseguido detener el autocar, en la plaza del pueblo, se baja del mismo y sin ayuda de nadie se pavonéa delante de todos/as como si estuviera aireándose. Momentos después vuelve a subirse al vehículo y se acomoda en su asiento sin el menor rubor y tan campante. ¡Fresco como una rosa, con buen color y con ganas de juerga!

¡No hay nada como verle las orejas al lobo!

Fotos etapa. (Blog GRManía).

Fotos etapa. (Blog Antonio Gil).

domingo, 17 de noviembre de 2013

GR7 Etapa 2. Les escaldes-Sant Julià. (12/10/13).

Para alegría de muchos (hora ideal) y descontento de otros (demasiado tarde) se retrasó la salida hasta las 6 de la mañana ¡Media horita más al amparo de las sábanas!

Los más madrugadores hicieron acto de presencia con unos minutos de antelación a la hora prevista y, si se percataron de ello, ninguno hizo mención especial a la ausencia del autocar en el lugar y hora convenido. Sin embargo,  apenas  sobrepasadas las 6 en punto de la mañana, varios GRmanos se acordaron de la experiencia preveraniega y empezaron a hacer cábalas, en voz alta, sobre la sospechosa ausencia del conductor y su vehículo. Inmediatamente, las maldiciones del personal se cebaron en nuestro organizador y amigo, Rafael.  De los labios de “muchos” de los presentes, entre los que me incluyo, (aunque si es necesario hoy negaré la mayor) empezaron a salir improperios, burlas y  chascarrillos sobre la capacidad organizativa y la frescura mental de nuestro querido colega. ¡Ya sabes Rafael, por una vez que mataste un perro te llamamos mataperros!

 Los adelantos tecnológicos, sin embargo, desenredaron la madeja y clarificaron el entuerto, y una vez salvado el honor de nuestro admirado Sr. Carreño, enfocamos nuestra ira hacia el “señor” conductor. Quien más quien menos (recordando la aventura Palentina) empezó a imaginar al ”ínclito piloto” vagando sin rumbo por las calles de Terrassa, o aun peor, acurrucadito en su cama roncando como un lirón. Una nueva llamada telefónica despejó definitivamente las dudas y aclaró el embrollo; librando de la lapidación a Rafael y al transportista. Culpable definitivo… el jefe de la empresa que transmitió mal la hora de partida al sufrido chófer.

Dada la lejanía del destino, varios Grmanos decidimos aparcar la cháchara mañanera y nos dispusimos a echar una plácida cabezadita al compás del run-run y traqueteo del autocar, pero… alguna cotorra, de las que revolotean por la parte trasera de la tartana, apenas nos permitió pegar ojo con su parloteo. ¡Nuestro gozo en un pozo!

Andorra nos recibió empapelada con grandes cartelones publicitarios de Banca Andorra, donde se nos recordaba que ellos sí son de fiar y que nuestro dinero estaría a buen recaudo en sus manos. ¿Acaso tenemos nosotros algo que reprochar a nuestra “saneada” y “benefactora” banca?  Como si tuviéramos alguna queja hacia el proceder de los: Rato, Blesa, Pago, Escribano, Méndez, Pagès. ¡Fieles custodios de lo “nuestro”!  ¡A ver si enteran estos del país petit que nuestros euros están en Suiza, resguardaditos y a salvo, vigilados atentamente por los Bárcenas y Puyoles de turno!

Tras dar el pistoletazo de salida por las calles de Andorra, nos adentramos en el bosque por un empinado y escabroso sendero (precioso dicho sea de paso) cuya pendiente cortaba el resuello de los caminantes, motivo por el cual el grupo se desgajó a las primeras de cambio, poblando el bosque de desperdigadas y extenuadas almas en pena.

 Los conocedores del track y sus curvas de nivel decimos escampar unas mentirijillas, sobre la dificultad del trayecto hasta la cima, para no fomentar la desmoralización del personal. Sin embargo, a algún despistadillo de la avanzadilla, involuntariamente,  se le escapó a través de la radiofrecuencia, que la subida era dura, dura, dura… y que no era aconsejable comunicar a la masa el tormento que les esperaba, a fin de evitar la desbandada general.  Los mal pensados creemos que la táctica no consistía en evitar la desmoralización de la muchedumbre, sino librase del “violento temporal” que por la retaguardia se había desatado.


Por entre la vegetación y el espeso arbolado de la ladera no se filtraba ni un tímido rayo de sol que calentara nuestro cuerpo y alegrara nuestra alma, aunque sí campaba a sus anchas un frío considerable que agarrotaba las manos, penetraba en el interior de nuestras chaquetas y calaba nuestros huesos.


Aproximadamente hacia el Km 6 de la etapa, por fin, sudorosos y derrengados alcanzamos la cumbre de la jornada (1.725 m).  ¡Total… la mísera cifra de 600 metros de desnivel en apenas 3 Km! ¿Qué es esa nimiedad para un grupo de valientes y aguerridos trotamundos?

Como los lagartos en invierno, nos amontonamos en la loma de la montaña en busca del calorcillo matutino y nos dispusimos a devorar nuestras viandas. Al momento, un “biruji” del “carallo” se fue apoderando de nuestro humedecido y sudoroso esqueleto, y varios GRManos/as nos vimos obligados a cobijarnos del citado viento mañanero.  Mientras tanto, algo más abajo, los últimos en llegar, quizás más espabilados o guiados por un Xerpa más curtido que los nuestros, permanecían al abrigo de las inclemencias eólicas y, resguardaditos, engullían los bocatas mientras charlaban amigablemente;  eso sí, maldiciendo, entre bocado y bocado, a los organizadores del agotador evento.

A pesar de las súplicas lastimeras de los recién llegados, alguna que otra indirecta y ciertas miradillas cargadas de …..¿Resquemor?, la avanzadilla hizo oídos sordos a los suplicantes y se puso en marcha sin el más mínimo recato. Tal acto de camaradería (inclúyanme entre los caballeros) despedazó definitivamente la compañía, en minúsculas patrullas diseminadas por dosier, sin posibilidad de reencuentro hasta la meta.

Afrontamos el prolongado descenso por una dificultinclinada y pedregosa senda que transcurría entre canchales, alguna cuadra (en la que no hace mucho uno de los grmanos allí presentes se apropió de una plaga de pulgas o piojos, y a la cual nos conminó a entrar voluntariamente para comprobarlo, cosa que desechamos de inmediato), praderas con vacas pastando y algún que otro caserío solitario.

A medida que descendíamos, y tras dejar atrás un pequeño poblado de campesinos, el canto del río se fue apoderando del silencio del lugar y el discurrir de las aguas se convirtió en nuestro fiel y agradable compañero. De improvisto, tras un recoveco del camino, surgiendo por sorpresa de entre arbolado, la naturaleza puso ante nuestros ojos una majestuosa cascada de agua cristalina que se precipitaba desde las alturas y deleitaba nuestros sentidos con su belleza, su magia y la armoniosa melodía del líquido incoloro al chocar contra el suelo. El solo hecho de poder disfrutar de tales espectáculos nos invitan a reflexionar sobre el futuro y la imperiosa necesidad de conservar maravillas de la naturaleza como ésta, pues su belleza, sin parangón, se hace imposible de igualar por la mano o la inteligencia del ser humano.
A estas alturas de la etapa, cada cual campando a sus anchas, las dudas entre algunos de nosotros se cernían sobre la creciente probabilidad de algún extravío indeseado que nos amargara la jornada, pues el camino estaba lleno de recovecos y cruces de difícil localización proclives a la pérdida involuntaria.

En las proximidades de Sant Romà d’Aubinya (teórico fin de etapa del grupo B), acomodados en unos bancales orientados al suroeste, nos topamos con diversos campos de cultivo, entre los que destacaban unas plantaciones de tabaco con sus correspondientes secaderos. Algún ignorante, como yo, no acababa de asimilar que por estos andurriales se cultivara esa planta y, menos aun, que el secado de la misma llegara a ser eficiente, teniendo en cuenta las condiciones climatológicas del lugar.  Alguien  más cultivado en la materia me explicó el origen y significado de dichas plantaciones. Al parecer, para “legitimar” la venta de las ingentes cantidades de tabaco que por aquí se expenden, y con el fin de justificar dicho trapicheo, el gobierno en cuestión, necesita demostrar a la” honesta economía mundial” que ellos son productores de tal materia, por lo tanto, alienta y subvenciona la proliferación de dichos cultivos. ¡Vaya, lo vulgarmente conocido como… “Tapadera”!


Llegados a este punto, la vanguardia,  se planteó la duda de si esperar a los demás y dar por finalizada la etapa o continuar adelante y… ¡Sálvese quien pueda, acometer los últimos Kms! Un leve cónclave entre los presentes desechó de inmediato la espera y nos lanzamos despavoridos a recorrer el trayecto pendiente.

Visualizando, ya,  desde las alturas, el ansiado final, procedimos a finiquitar el tramo restante por un pronunciado descenso, en pos de la ansiada cerveza. Para no perder la costumbre, en las postrimerías de la etapa, tres espabilados nos equivocamos de senda  y le regalamos a nuestro sufrido cuerpo unos centenares de metros de propina. ¡Por si no teníamos bastante! Finalmente, a esos de las 15 horas, llegamos a buen puerto dispuestos a recuperar fuerzas en el Bar del Punt de Trobada.

Enfrascados en una amena conversación (la jarra en una mano y el bocata en la otra) empezamos a divagar sobre el futuro inmediato que nos esperaba y a desconfiar de la perica de los rezagados, a algunos de los cuales dimos por extraviados, sin el menor atisbo de duda, entre los vericuetos del camino.  

Sorprendentemente, al cabo de una hora, por el fondo, vimos aparecer a una numerosa y lozana facción de GRManía dirigiéndose a nuestro encuentro como si tal cosa. ¡Adiós a nuestro sueño de ser los únicos! ¡Valientes ególatras! Pero mayor fue la sorpresa que nos llevamos, si cabe,  cuando se presentaron agrupados y en perfecto estado de revista (cansados eso sí) los restantes GRManos/as sin excepción ¡Oléééé´!

Como no podía ser de otra manera (¿Quién sube a Andorra y no compra nada?) algunos acaudalados se adentraron el centro de shopping” y procedieron a liberarse de los “pesados” euros que agujereaban sus maltrechos bolsillos, con la adquisición de artículos varios.

Epístola Camí de Sant Jaume (08/06/2013)

(Comida de despedida y cierre de temporada). (08/06/2103). 

Buenas tardes nobles Damas e hidalgos Caballeros! 

Pensaron, acaso ustedes, incautos compañeros/as de fatigas, que se iban a librar de mi sátira, mi verborrea y mis desatinos; ¡pues nooooooo…  amigos míos! Aquí me tienen nuevamente y despotricando, cual demente sin cura, de los aconteceres de ésta comunidad de caminantes.  Así es que deberán aguantarme nuevamente, Sí o Sí (salvo que vuesas mercedes abandonen sus aposentos y salgan en desbandada en pos del aire libre y el preciado silencio callejero). ¡A tiempo están, no digan que no les avisé! 

Quede bien claro que mi intención era concederles a ustedes una tregua pasajera y no amargarles la comida, el final de curso o las preciadas y próximas vacaciones de verano, con mi avinagrado humor y mis desvaríos lingüísticos, pero uno de los ilustres caballeros mandamases de la corte, aquí presente, se empeñó, insistió y me convenció, (a pesar de mis largas y mi negativa) para que redactara cuatro líneas a modo de despedida. Si la cosa sale mal échenle a él la culpa por despertar al monstruo y llamar al mal tiempo. Si por el contario les divierte el sermón que voy a regalarles, seré yo, y solamente yo, el merecedor de tales alabanzas.

Tengo yo la sensación (no sé ustedes) de que mi vida gira en torno a un calendario diferente al natural que marca el devenir de los años. Es decir, que aquello de que Enero es el principio de año y Diciembre el final, pues no acaba de cuadrar exactamente con mis sensaciones.  Si por mí fuera, y de acuerdo con mis quehaceres y obligaciones laborales, juraría que el año Nuevo comienza en Septiembre, recién terminadas las vacaciones, y da sus últimos coletazos a finales de junio, cuando el verano llama insistentemente a mi puerta. Si además, este pensamiento la traslado, aquí, a GRManía, entonces mis dudas se disipan por completo. Así pues, como nuestras aventuras y desventuras se inician con las últimas jornadas estivales y concluyen a primeros de junio, me permitirán ustedes la licencia de afirmar que hoy cerramos el balance anual de GRManía. Fin de año GRMano!

Tras dos años de, éstos, de los míos, damos por concluido el Camí de Sant Jaume  a Catalunya habiendo atravesado el territorio de Nordeste a este. Y salvo contadas excepciones podemos afirmar que la climatología fue sumamente benévola con nosotros, pues nos respetaron el calor, el frío y el agua (tan típica en el Camino de Santiago). Será el Santo que se apiadó de nosotros y veló por nuestra salud, o tal vez que el encargado de la meteorología, esta vez alumno aventajado, escogió los días de las etapas con maestría.
Aunque no lo parezca,  más de 500 días y otras tantas noches, como dice la canción, han pasado desde que iniciamos la peregrinación en el  Cap de Creus, cuya etapa alternativa, en pos del Port de la Selva, discurrió entre la lluvia y la pérdida acostumbrada. Del agua apenas volvimos a tener noticias, como mencioné anteriormente, pero de las pérdidas fuimos asiduos compañeros, como suele ser habitual. Por si algún novato no sabía de qué pie cojeaba  el grupo… duda disipada.

Por aquella época (Septiembre del 2011) el Club 60 se despachó con una novedosa celebración a  la cual apenas pudieron adherirse 4 sesentones GRManos/as. Hoy en día, casi 2 años después, el evento sería bastante más concurrido, pues en este espacio de tiempo, varios GRManos y GRmanas se han añadido al citado Club, y jubilosos y relajados disfrutan de los placeres del bien ganado retiro. Retiro, dicho sea de paso y tal y como está el patio, que otros difícilmente saborearemos tan plácidamente cuando nos llegue la hora. Disfrutad colegas, vosotros que podéis!

Muchas son las anécdotas sucedidas a lo largo de las múltiples etapas del Camí, pero para no hacerme eterno mencionaré solo algunas a modo de recuerdo.
“Dios me libre de mis amigos, que de mis enemigos ya me libro yo”, dice el refrán. Viene esto a cuento de lo sucedido en el Monasterio de Sant Pere de Rodes, donde tras haberme olvidado el carnet de funcionario, y por ahorrarme unos míseros eurillos, pedí, en préstamo y sin cargo alguno, a mi amigo Antonio Gil su carnet de profe para visitar dicho monumento de gorra. El fiel amigo me lo cedió gentil y desinteresadamente, y con él accedí al citado monasterio para visitarlo detenidamente. Pero el ahhhh… el desalmado, se olvido de mí al instante y permitió que el grupo se pusiera en marcha y partiera sin mí…. ¡y él sin decir ni muuuuuu! Cuando salí me encontré solo y con mi mochila abandonada a su suerte. Menos mal que Carlos, extrañado ante la soledad de la citada mochila, se apiadó de ella y permaneció por la zona en espera de su dueño. Su astucia me libró de la pérdida y me permitió reincorporarme al grupo, cosa que de otra manera difícilmente hubiera conseguido, pues desconocía la zona y ese día no llevaba móvil. ¡Ten amigos para esto!

Celebre, por lo ingrato, quedó marcado en nuestras memorias, el día en que María comprobó in situ la pericia de los kakos y vio cómo, por arte de birlibirloque, y ante sus propias narices, desaparecía su mochila con todas sus pertenencias. Adiós, móvil, chaqueta, enseres personales y demás propiedades. Igualmente chocante, desconozco si fruto de su de valentía o tal vez producto de su vagancia, el reto por parte de unos cuantos a las aguas del Fluvía, pues ante mi negativa a utilizar la vara y separar las citadas aguas éstos tuvieron que franquearlas a riesgo de un buen chapuzón, mientras los demás, precavidos caminantes, desandábamos el camino para acceder a Báscara, por un puente, como Dios manda.

Pasados el otoño y el invierno sin contratiempos, la primavera despertó a nuestros ojos por la plana de Vic, mientras discurríamos entre el verde de bosques, prados y sembrados; animales de granjas, aves salvajes y las flores preciosas flores de mayo.

Acompañados mayoritariamente por días soleados, alguna que otra niebla, no demasiado frío matutino y escasos episodios de lluvia; durante este período fuimos recorriendo, admirando y dejando atrás, parajes de belleza sin igual: El Golf de Roses, la vía verda, la Vall d’en Bas, el Puigsacalm, la plana de Vic, (alguns privilegiats la Foradada de Cantonigròs) i el Moianès.

Finalmente, el 9 de junio de 2011, en l’Estany, aparcábamos nuestra ruta Santiaguera de la temporada  y días más tarde, en el Restaurante Cavall Bernat procedíamos al relevo en el cargo de Jefe de finanzas, en beneficio de Don Cecs Casado, el cual fue investido y condecorado como insigne caballero de los caudales GRManos.

Tras las pertinentes vacaciones veraniegas reemprendimos la aventura para recorrer la Catalunya Central y, en penitencia, encaminamos nuestros pasos hacia la Montaña mágica de Montserrat, a fin de encomendar nuestra alma a la Moreneta y limpiarla de los pecaminosos e impuros pensamientos que nos corroían.

Por cuestiones de azar, por la edad de algunos, o simplemente por comodidad de varios, a medida que fue avanzando el camino, el grupo fue dividiéndose en dos y la opción B empezó a ganar terreno entre los caminantes, y lo que en principio era un reducido grupo se convirtió en mayoritario. De esta guisa recorrimos el Parc Natural de Montserrat, la Panadella, el Canal d’Urgell y finalmente la comarca de Segríà hasta acabar  nuestra aventura, suplicando el perdón, en la Seu de Lleida.

Innumerables, también, las maravillosas joyas arquitectónicas que nos legaron nuestros antepasados y de las cuales hemos podido disfrutar durante el camino: Sant Pere de Rodes, la catedral de Girona, el Monasterio de Montserrat, Santa Mª del Cami, la ciudad de Cervera con su semiderruida muralla y la Iglesia de Santa María. La Seu de Lleida... etc.

Pero bueno tal como dice otro refrán “lo bueno si breve dos veces bueno”… voy a cortar el rollo y a dejaros en paz, que de esta segunda temporada ya os he dado bastante la paliza con mis crónicas interminables y mis subjetivas interpretaciones de hechos y lugares.

Para finalizar simplemente me gustaría tener un recuerdo para todos aquellos (padres., madres, abuelos, familiares y amigos. etc) que durante este periodo nos abandonaron y dejaron en nosotros un vacio imposible de rellenar. Gracias a ellos estamos hoy aquí y aunque físicamente no sigan con nosotros, siempre vivirán en nuestra memoria y nuestro agradecimiento hacia ellos será eterno.

Fotos La Grevolosa (Blog Antonio Gil).

Camí de Sant Jaume. (20/04/2013)

De Tárrega a el Palau d'Anglesola. (20/04/2013).

Tras el paréntesis de Semana Santa y el peregrinaje por el “humedal” Castellano, nos disponemos a retomar la aventura Jacobea por la planicie de “Les terres de Ponent”.

El horario de verano, la lejanía de nuestro punto de partida y el adelanto en la hora de salida nos han obligado a abandonar el “sobre” (cama) antes de que despuntara el sol  por el horizonte y, hoy, somos nosotros los que recibimos al Alba y no al revés.

En el autocar, como siempre, reina ese maravilloso ambiente de camaradería, sonrisas y parabienes, típicos del diverso y variopinto, pero a la vez cohesionado y fabuloso, grupo de GRManos ¡Dios conserve esa diversidad y ese respeto! ¡Amén!

Colean, aun, las aventuras y desventuras de Semana Santa y los remojones sufridos por Tierra de Campos. Alguna que otra barriga delata, sin pudor, los excesos de los malos cristianos; esos que confundieron el ayuno con el desayuno, la oración con la ración y la procesión con la deglución. Durante la fatídica semana palentina es posible que hubiera abstinencia, e incluso penitencia, pero queda absolutamente descartado que ninguna de las almas peregrinas practicara el ayuno.

En nuestra última etapa, la lluvia nos había conducido a la capital de la comarca de l’Urgell, Tárrega, y desde allí reiniciamos la marcha para, de Este a Oeste, adentrarnos en el Pla d’Urgell, antesala del final del “nostre Camí de Sant Jaume” a Catalunya.

Si hasta hace algunas fechas, el grueso del pelotón se “tragaba” las etapas largas sin rechistar, de un tiempo a esta parte se aprecia un trasvase continuo de simpatizantes hacia al grupo de los recortadores. Muy a mi pesar, tendré que empezar a reconocer la valía de los dirigentes de los Recortadores, pues… ¡Uno puede estar equivocado, pero muchos... difícilmente! De nada sirve el esfuerzo por reconducir a los descarriados a la senda “correcta”, sermoneándolos con las bondades del auténtico peregrinaje, los desayunos entre la naturaleza y la necesidad de castigar al cuerpo para mantenerlo en forma. Tal es la maestría de los jefes de los “otros”, a la hora de localizar locales donde guarecerse de las inclemencias meteorológicas (ya sea frío o calor), acomodar las posaderas, degustar aperitivos y beber algún refrigerio o infusión, que convierten nuestras inútiles proclamas en vanos mensajes tan volátiles como el humo.
Por si esto fuera poco, hoy los Maratonianos se rajan cobardemente y, aduciendo ahorro de energía para la “Cursa dels Bombers”, deciden aliarse con los “otros” y ahorrarse unas cuantas zancadas ¿Dónde quedaron los sufridos y valientes Filípides?

La mañana, aunque clara y soleada, se presenta fresquita e invita a caminar, y a pesar de los intentos reiterados, de varios de nosotros, por convencer a ciertos personajillos para que despeguen su trasero del acolchado, éstos hacen oídos sordos y, sin el más mínimo rubor, permanecen apoltronados en sus asientos haciéndose los despistados.

Sin motivo aparente, la empresa de transportes nos ha cambiado el conductor habitual por otro, más novato, jovenzuelo e inexperto. En el “tierno” piloto apenas apreciamos (los hombres) cualidades físicas o intelectuales fuera de lo normal, por lo que no llegamos a comprender cómo algunas féminas cuchichean e intercambian pareceres sobre el “afeado” individuo. El adefesio, que luce careto y tupé de escaso gusto y dudosa hombría, deja  bastante que desear. Nada comparable con el porte, elegancia y “madurez” de  todos nosotros: fornidos, inteligentes y apuestos GRManos, sin distinción. Sin embargo, ellas no deben opinar lo mismo, pues más de una lanza furtivas miradas pecadoras hacia el “desmejorado y escasamente agraciado sustituto”.

Mientras la mayoría de GRManos permanece anclada a sus butacas con destino Anglesola, los integrantes de la sufrida minoría abandonamos el vehículo y, desde el centro de Tárrega, en desbandada y sin pistoletazo de salida, nos ponemos en marcha por la interminable Avenida de Catalunya hasta abandonar la ciudad. Al asfalto de la citada avenida debemos añadir unos cuantos Kms más de la antigua y alquitranada Nacional II, hasta Vilagrassa. Allí, pasamos por las silenciosas calles, con sus casas centenarias a ambos lados, y tras dejar atrás el villorrio, sobrepasamos la Autovía del Nordeste (A-2) por un puente. Enfilamos, entonces, otra carretera (la C-53) que nos conducirá a Anglesola (punto de partida de nuestros compañeros). No será hasta la salida del citado pueblo cuando, por fin, aparezca el ansiado y bendito camino, que dará tregua a nuestros molidos pies y aliviará el sufrimiento a nuestras articulaciones.

A medida que nos adentramos en la comarca, apreciamos que l’Urgell no forma parte de  ningún conjunto homogéneo, más bien es una zona de transición entre las tierras ásperas y quebradas de la Segarra y las llanuras de la ribera del Segre. Desde esta perspectiva, la comarca se convierte en una zona de paso más que de estancia y un punto de enlace entre las zonas de montaña y el llano, y entre el litoral y el mar.

Poco a poco se aprecian los cambios orográficos del terreno en el cual nos adentramos. Se hace evidente la trasformación de suelo en campos acondicionados eminentemente para el regadío, en comparación con los agrestes y secanos de la colindante de la Segarra. De inmediato, ante nuestros ojos, aparece el impulsor de tal cambio y benefactor, a su vez, de la bonanza económica de la comarca: El Canal de Urgell (Después de muchos proyectos, los más antiguos datados en el S. XIV, y tras años de lucha por la construcción del canal, el ingeniero Domingo Cardenal construyó el canal de Urgell en 1853, basándose en un proyecto de Pedro de Andrés Puigdollers. La inauguración oficial del mismo tuvo lugar el 5 de agosto de 1862).

Las prisas, o quizás nuestra incapacidad para localizar un recinto donde desayunar cómodamente sentados (¡no como otros!), nos lleva a acomodarnos junto al Canal y a utilizar una pequeña esclusa, a modo de improvisado banco, para mitigar el voraz apetito, aligerar el peso de las mochilas y saciar nuestra sed con la bota de vino.

Mientras la mayoría degustamos parsimoniosos el bocata mañanero, amenizándolo con amenas y variadas pláticas, Albert decide poner pies en polvorosa y acomodarse a su ritmo. Así, pretende evitar verse arrastrado por la vorágine febril que, de vez en cuando y sin motivo aparente, emprenden algunos de los desbocados caminantes.

Previo paso por el WC campestre (los hombres aquí te pillo aquí te meo, y las mozas al amparo de una construcción lejana), reemprendemos la marcha, para seguir fustigando a nuestros miserables dirigentes, compartir anécdotas y reír a carcajada suelta con los inocentes chistes, ocurrencias y/o desvaríos de algunos de nosotros.

Curiosamente, la jornada de hoy destaca por su escaso afán persecutorio y por ello transitamos sosegados, de momento, sin prisa pero sin pausa, en dirección a la meta.

Avanzamos entre parcelas de maíz recién plantado, frutales en flor (manzanas y peras), acequias de riego y varias lagunas y humedales típicos de la zona. En alguna de estas parcelas, los “pageses”, acomodados en sus tractores, labran la tierra para liberarla de la maleza y airear convenientemente el terreno; favoreciendo, así, el crecimiento, la salud de la plantaciones y la mejora de la cosechas. Cabe destacar el “moreno oscuro” que lucen un par de “currantes” del lugar; individuos de piel negra azabache  surgidos de la nada, que desaparecen al instante, tras el polvo del camino, en dirección hacia el poblado próximo, pedaleando cansinamente a lomos de unas míseras bicicletas y vestidos con ropas harapientas, desgastadas por el uso cotidiano.
Salteadas, una aquí…otra allá, a las afueras de los poblados y esparcidas entre los  campos de cultivo, aparecen las explotaciones ganaderas y los cebaderos de: cerdos, vacas, gallinas, conejos, ovejas… que afean el paisaje, con su horrenda arquitectura de rasillas, e impregnan el ambiente de aromas embriagadoramente “naturales”.

La claridad del día y la llanura del paraje nos permite divisar perfectamente los horizontes: a nuestra derecha y en la lejanía, las nieves del Pirineo Oscense; al sur y a la izquierda, las estribaciones de la Sierra del Tallat (frontera natural con La Conca de Barberà y Les Garrigues), y al frente la exuberante comarca del Pla d’Urgell, hacia donde se dirigen nuestros pasos, “milagrosamente” desperdigados como siempre.   

Alcanzamos Castellnou de Seana (frontera de ambas comarcas) y avanzamos por la calle principal hasta la plaza de pueblo, donde, por sorpresa, nos recibe una manada de jóvenes cebras trasnochadoras, alegres, lozanas y de buen ver, que deducimos participan en una despedida de soltera. A pesar del elevado interés que los castos GRmanos mostramos por las citadas hembras y su rayado atuendo, éstas apenas se percatan de nuestra presencia y hacen oídos sordos a nuestros inocentes comentarios y desinteresados ofrecimientos de ayuda.  Constatado queda que de un tiempo a esta parte somos invisibles a los ojos de ciertas mujeres. ¡Quién tuviera su edad para compartir con ellas esos dulces momentos o merecer siquiera una de sus miradas! 

Humillados y cabizbajos, dejamos atrás las últimas casas del lugar y nos adentramos en el Pla d’Urgell. Al retomar de nuevo el camino, de improviso y por sorpresa, pues los hacíamos más adelante, nos topamos con nuestros compañeros de fatigas, los cuales caminan alegres, felices y parsimoniosos sin importarles para nada nuestra presencia. En sus risueñas y relajadas facciones queda reflejado, sin el menor atisbo de duda, que han desayunado bien sentaditos en algún local y se han puesto morados de aceitunas, obsequio de la casa. Su casino caminar y sus trabadas conversaciones delatan la ingesta indiscriminada de cerveza por parte de algunos, y de su aliento se desprende que varios de ellos/as ¡incautos! han degustado, incluso, un buen café. Increíblemente, los rajados Maratonianos que les acompañan, se mofan de nosotros y se vanaglorian de su sabia decisión; alaban las bondades y exquisiteces de los jefes delanteros y ponen en duda la conveniencia de regresar, en futuras etapas, junto a nosotros, sus amigos fieles y amantes sufridores del autentico peregrinaje.

Para más Inri, alguno de ellos, se jacta ante nuestras narices de haber compartido charla amigable y algún que otro palmeo (consentido eso sí) con las “cebriles” mozas de la despedida. Al parecer, y con el único fin de dar el visto bueno a la moza, ha sido imprescindible comprobar y calibrar la calidad del pandero de la homenajeada  casadera. Otro, incluso, osa poner en duda nuestra hombría por transitar siempre en el grupo perseguidor (mayoritariamente masculino) y menospreciar la calidad intelectual y humana, y las bondades del “otro” eminentemente femenino ¡Ya volverán al redil los desertores y suplicarán inútilmente nuestra ayuda y amena conversación!  ¡Traidores!

De entre el grupo de féminas cabe destacar hoy a Sonsoles, que camina escondida tras unas inmensas gafas oscuras del tamaño de las de un motorista de los años 70. Al parecer, un percance con el canto de una mesilla de noche, ocurrido en un hotel de Madrid durante las vacaciones, es el causante de tal desaguisado y el inductor a su desmedido afán por esconder el cuerpo del delito ¡Un ojo morado! ¡Un accidente aduce!...¡Ja..ja..ja! Conociendo como conozco la fogosidad de los abulenses (pues soy uno de ellos) pongo en cuarentena tan burda excusa y la achaco, sin el menor atisbó de duda, a una noche de lujuria y desenfreno junto al rejuvenecido pensionista Ginés ¡Gajes del oficio amigos míos… que le vamos a hacer! ¡Todo sea por la pasión!

El trayecto hasta el final de la etapa: El Palau d’Anglesola (Las raíces parecen provenir de un palacio o Almunia árabe, que, durante la conquista del territorio por los condes de Barcelona en la segunda mitad del siglo XI, fue ocupado por Ramon Gombau de Anglesola (1084). Un siglo después, durante la política repobladora de Alfonso I el Casto, interviene otro Anglesola, concretamente Gerbert d'Anglesola, en colaboración con los templarios), se realiza en pequeños y desgajados grupos de GRmanos, fruto  de la mezcla espontánea de ambos grupos. Próximos a la meta, unos pocos aligeran el paso para terminar de una vez con el tortuoso asfalto del final de la etapa. Otros (los más) se lo toman con relativa calma, dando prioridad a las conversaciones y disfrutando del paisaje que la exuberante naturaleza primaveral nos regala a los ojos.

Finiquitada la marcha nos reagrupamos junto al autocar, sin contratiempos ni pérdidas aparentes, para dirigimos hacia el Bar a fin de dar buena cuenta de la comida. Allí,  acomodados en las mesas del establecimiento engullimos, a grito pelado, cual jaula de grillos: bocadillos, platos de pasta condimentada, ensaladas, cerveza, vino, frutos secos, chocolates y todo aquello que ose pasar por delante de nuestra nariz.

Acabado el ágape procedemos a celebrar la tradicional Diada de Sant Jordi, tal y como sucede en la “hermandad” GRMana desde tiempos remotos. ¡Pasión y cultura!

La algarabía y el jolgorio se instalan entre “princesas” y “caballeros” ansiosos por  conocer el secreto tan celosamente guardado. Tras unos instantes de espera, los vítores y aplausos estallan en el abarrotado local y al son de los mismos recibimos la buena nueva: las cabezas pensantes han decidido conmemorar el 23 de abril de 2013 con un libro atípico ¡Nada de novelas de aventuras como suele ser habitual ¡ ¡NO, NO! Este año recibiremos un fantástico, maravilloso, único e inigualable documento gráfico que recopila gran parte de lo acontecido en GRManía durante sus 17 años de historia.

Como preludio a los repartos del “tesoro”, expectantes asistimos a los discursos de rigor. A modo de prólogo, Pepe Hervás, haciendo de telonero, se dirige a las fervientes huestes GRmanas para dar inicio al sublime acto con un mensaje de presentación breve (como su estatura), pero conciso y agudo (como su  inteligencia). Le sucede Evaristo, el cual amparándose en su labia, conocimientos y dominio de las masas (fieras y patrones vividores) nos explica y aclara, con aplomo y maestría, el cómo y el por qué de las cosas. Toma el testigo Antonio: individuo poco dado a la improvisación, meticuloso, ordenado y detallista, que se saca de la manga (mejor dicho del bolsillo) su perorata bien “entrenada” para superar el “muro” sin contratiempos y llegar a la meta a la hora prevista. Continua Pedro, aceitunero y genial “rimaor” de palabras que según la percepción de este humilde escribano (y que me perdone si erro en mi interpretación) se siente mucho más cómodo entre lápices y letras (¡no digamos si se trata de rimas!) que practicando la oratoria ante el enfervorizado populacho. Acto seguido, y para cerrar el acto, interviene María: dama sin igual, concienzuda y eficaz trabajadora, que esconde sus nervios tras la mejor de sus sonrisas e intenta quitarse méritos humildemente y salir de atolladero cuanto antes, mientras piensa….¡Lo mío no son los discursos!

Finalmente (y tras pasar  por caja… jajajajaja), se procede al reparto del preciado tesoro. Éste, viene milagrosamente cargado de: Epístolas, poemas e imágenes; de múltiples vivencias,  situaciones y recuerdos;  de emociones, sentimientos, alegrías y algún que otro sustillo”, impregnados todos ellos de olor a gloria; experiencias únicas que marcaron el devenir de nuestros días; momentos de júbilo y otros de cierta angustia que enriquecieron al grupo y ayudaron a cohesionarlo aún más, si cabe.
En definitiva una obra de arte, amamantada diariamente por cada uno de nosotros, donde queda plasmada la impronta, enjundia y valía del grupo ¡Solo quien lo vive es consciente de la magnitud de su grandeza! ¡Un placer y un honor formar parte de él!

P.D. ¡Mil gracias a los pensantes y a los ejecutores de tan maravilloso plan!
Pero recordad; ¡No os olvidéis de mí y hacedme entrega del material lo antes posible! Pues al final, y por cuestiones de imprenta, me quedé (como otros varios) sin el preciado tesoro y … ¡No pienso soltar la mosca  hasta tenerlo bien agarrado!.


Camino de Santiago. Semana Santa 2013.

1.  El Viaje (Sábado 23/03/2013)
Parece que fue ayer cuando dábamos por terminada nuestra peregrinación del 2012, en Castrojeriz (En el 974, el Conde de Castilla García Fernández le otorgó el Fuero de Castrojeriz; que se considera como el 1º otorgado en toda Castilla, y donde equiparaba a cualquier campesino que poseyera un caballo con un infanzón (caballeros villanos) pero ha transcurrido ya un año desde entonces. Qué razón tenían nuestros mayores cuando afirmaban que a cierta edad el tiempo no corre… ¡Vuela!

A primeras horas de la mañana, el autocar recorre las calles de Terrassa recogiendo Peregrinos. Al ser de los primeros en acceder al vehículo escojo un asiento en primera fila, pero… ¡mi gozo en un pozo! apenas me apeo en la segunda parada (para ayudar a  los GRManos a colocar sus maletas) observo como mi privilegiada posición es usurpada por otras Peregrinas. Al perecer, mi presencia no es del todo grata por allí y me veo obligado, sin rechistar, a instalarme en la parte de trasera ¡Ellas se lo pierden!

Puntualmente abandonamos la ciudad. Tras dejar atrás la provincia de Barcelona, y recién adentrados en la de Lleida, tiene lugar nuestra primera parada: La Panadella. Parece ser que el conductor se ha propuesto reflotar el negocio del lugar a nuestra costa, pues en el último mes hemos parado allí tres veces. Curiosamente, las “parejas” acceden al Restaurante mientras los “pobres” (solteros y solteras) nos quedamos en el exterior degustando nuestro desayuno casero y del morapio de Don Ortega.

Terminado el almuerzo, nos recolocamos en el autocar y las “mozas” se quejan del frío que congela su zona. Tal vez sea debido a la proximidad de la puerta, o ¿quién sabe, si a un “microclima” que se ha generado por allí? Suplicamos al conductor que suba la calefacción pero, o hace oídos sordos, o hasta el lugar no llegan los calores, pues el frío sigue instalado en la parte trasera ¡Suerte que aún no viene acompañado de la “música”, pues la mezcla sería insoportable!

Abandonamos Catalunya y nos adentramos en Aragón, por el verde y exuberante Valle de Cinca. A éste, le sucede el desolado paisaje de los Monegros, roto ocasionalmente por los cultivos de regadío del “jocoso” Mar de Aragón. Apenas algún que otro pueblo abandonado, con sus casas en ruinas, encontramos hasta las puertas de Zaragoza.

Atravesamos la capital maña dejando a nuestra izquierda la Pilarica; más adelante el Ebro, y al lado la torre del agua: edificio emblemático de la ExpoZaragoza 2008, hoy sin uso aparente (otra muestra más del despilfarro de nuestros recientes días de vino y rosas). Todo ello amenizado, ahora sí, por la infame música que nos “regala” el conductor. ¡Jesús qué cruz nos espera! ¡Eso es penitencia y lo demás tonterías!

Continuamos por la autopista del Norte y, tras un efímero paso por la provincia de Navarra, remontamos el Ebro en pos de Calahorra (segunda parada y lugar reservado para la comida).  A nuestra derecha reverdece la ribera con sus típicos cultivos: trigo, cebada, alfalfa, coliflor, guisantes, espárragos, pimientos, habas…; a la izquierda, entre los trigales, parques eólicos con incontables molinos de viento; y en la lejanía, el Sistema Ibérico, cuya cota (el Moncayo) luce un majestuoso manto de blanca nieve, atípico para estas fechas, presagiando, tal vez, aquello de: ¡Año de nieves año de bienes!

El buen hacer de Don Josep Ferrer hace que nos reciban en el Restaurante con la mesa puesta. En apenas unos minutos damos cuenta de las viandas cual buitres famélicos ¡La cosa promete! Lo del vino de mesa  merecería un capítulo aparte: ¿Alguien puede entender que en la tierra del vino te pongan caldos de tan ínfima calidad en los Menús?

A la hora del café, a punto estamos algunos avispados, de padecer un corte de digestión, pues observamos cómo el conductor se acerca a la barra del Bar y, tras sopesarlo concienzudamente, se dispone a ampliar su discografía musical con una cinta de Camela. Por suerte, declina el gasto a última hora y nos libra del castigo. Pasado el susto, Evaristo solicita al conductor explicaciones a tal desaguisado musical y éste le responde. - Es la música que la empresa me proporciona para los “abuelos”. ¡Apaga y vámonos! ¡Regulares caminantes, glotones y encima viejos!

Saciado el apetito, reiniciamos la marcha y recorremos la Rioja entre sus milimétricos y bien cuidados campos de vides. Durante algo más de media hora y al son de la infame “música” que martillea nuestros oídos, reina la paz y el silencio sepulcral (sólo roto por algún que otro ronquido) se instala en el autocar.

Alcanzamos las últimas estribaciones del Sistema Ibérico por la Sierra de la Demanda, dejando a nuestra izquierda las nieves de los Picos de Urbión y la estación de esquí de Valdezcaray, para acceder a Castilla por la provincia de Burgos. De nuevo, los verdes campos de cereales sustituyen a los viñedos y el páramo, con sus pequeñas ondulaciones, se convierte en nuestro acompañante en pos de Tierra de Campos.

En Palencia, su capital, establecemos la residencia de nuestro periplo viajero y, como un adelanto a lo que nos espera en días posteriores, el señor conductor nos pierde por sus calles y a duras penas consigue localizar el hotel.

Una vez alojados todos en nuestras respectivas habitaciones, en grupos reducidos, nos lanzamos en busca y captura de las típicas tapas y pinchos palentinos de: Don Jamón, Los Candiles, Las Gaviotas, La Mejillonera y otros Bares, que regadas con cerveza o vino hacen nuestras delicias, sacian nuestro apetito y sirven de improvisada cena.

2.  Primera etapa Castrojeriz – Frómista (Domingo 24/03/2013)

La mañana amanece nublada y las previsiones, poco halagüeñas, hacen mella en algunos Peregrinos, que se escudan en la “futura” lluvia para acortar su Peregrinaje.

La mala leche de alguno de los “nuestros” nos obliga a recorrer 1 Km extra, al no permitir apearnos del autocar a la entrada de Castrojeriz. Fruto de esta patraña, Antonio Gil jura y perjura que hará todo lo posible, y lo imposible, por dar alcance a los “recortadores” de caminos. Doy fe de que pondrá todo su empeño en ello, hasta el punto de agotar, casi por completo, nuestra resistencia con el ritmo infernal que imprime durante la jornada.

Nada más cruzar el río Odra, la cuesta de Matajudios hace mella en varios de nosotros, que nos vemos impotentes para seguir su endiablado caminar en pos del Teso de Mostelares.  En su ascenso, de apenas 2 Kms, el grupo de Antonio, Carlos y David va dejando el camino sembrado de cadáveres; tras ellos, a unos cien metros, coronan Evaristo y Cristina; más atrás y en solitario, sufro yo solito, seguido de Josep y María; y cierran el grupo Pitu y Dolors, que no entienden absolutamente nada de lo que sucede entre sus “supuestos compañeros” de aventuras, pues cada cual va a la suya.

Atravesamos la planicie de Mostelares y emprendemos un vertiginoso descenso (18%) que nos descubre el inabarcable paisaje de Tierra de Campos (otrora considerado el “Granero de España”). Empeñado en no transitar en solitario por la amplia meseta Castellana, emprendo una frenética carrera hasta dar alcance a Evaristo y Cristina.

Poco a poco, los desbocados de delante van ralentizando su marcha y eso permite la fusión de los dos primeros grupos. Reagrupados, pasamos junto a la Ermita de San Nicolás y atravesamos el Pisuerga por Puente Fitero, para abandonar la provincia de Burgos y acceder a la de Palencia. Algo más de 1 Km nos separa de Itero de la Vega, lugar de partida de nuestros predecesores. A estas alturas, gracias a la radiofrecuencia, ya conocemos la distancia que nos separa de ellos y nuestra moral está por las nubes. Nubes que, momentáneamente, surcan el cielo azul en son de paz y dan cobijo a la inmensidad del los Campos de Castilla, cuyo horizonte se pierde a nuestra vista.

A lo lejos, en las proximidades de Boadilla del Camino, observamos ya algunas de las rezagadas unidades delanteras y afilamos nuestros colmillos ante el olor de su sangre.
Nos encontramos una gorra perdida por un Peregrino y damos cuenta de ello a nuestro jefe Pepe Hervás para que localice al propietario del tesoro. (Su dueño resulta ser un Peregrino que decidió invertir sus caudales en 6000 botellas de vino Argentino, para venderlos por estas tierras, con el consiguiente batacazo, pues… ¿Solo al tonto de Abundio se le ocurriría ir a vendimiar y llevarse uvas para la merienda!)

A la entrada del pueblo, pastando en una verde pradera, nos reciben: un rebaño de ovejas Churras (bastante sucias por cierto); un negro jumento que nos observa con sus ojos de borrico ocioso; y el vigilante pastor acompañado por sus amaestrados canes.

Carlos y yo nos acercamos a la plaza para admirar el impresionante Rollo Gótico Jurisdiccional y allí nos encontramos con las “mozas del grupo”. A destacar el empeño de un individuo enfundado en un mono de trabajo para que visitemos el Albergue y nos tomemos una cervecita en el Bar ¡Su insistencia no doblega nuestra resistencia!
Antonio y David, embriagados por el olor de sus presas, declinan la visita al lugar. Tal es su afán de caza que sin percatarse adelantan a la mayoría de los Peregrinos, pues éstos se hallan en el Bar, descansando y degustando cervezas y algún que otro café.

Finalizada la visita al monumento, nos reincorporamos a la marcha y adelantamos a la gran mayoría de los parsimoniosos predecesores cuando éstos abandonan el Bar.

Aquejado de una indisposición intestinal que le maltrata, física y mentalmente, y le impide disfrutar de la etapa; cabizbajo y silencioso, camina Rafael, a un ritmo desconocido para él. ¡Aguantar la jornada en su estado es digna de encomio y propia de titanes!  ¡Alguno en su estado hubiéramos necesitado de un tapón anal para contener los esfínteres!

De improvisto, nos topamos con el Canal de Castilla (colosal obra de la Ilustración iniciada a finales del siglo XVII) el cual discurre, pausado y silencioso, a nuestra vera hasta el final de la etapa dominical. A la altura de las esclusas, con Frómista a nuestros pies, los cazadores se lanzan en una carrera desbocada en pos de sus presas, pero éstas, conocedoras de las intenciones de sus predadores, apenas han descansado durante la jornada y hace algunos minutos que descansan, ya,  tranquilas y victoriosas, sentadas en un muro de piedra de la plaza. ¡De nuevo, aunque por los pelos, la caza no ha tenido éxito!

Reunidos todos, nos dirigimos al Restaurante y degustamos con apetito (a pesar de tener que regarlo, nuevamente, con un vino de ínfima calidad) el Menú elegido el día anterior, en el autocar, por cada uno de nosotros, y transmitido previamente por Josep Ferrer.
Incompresiblemente, los “serviciales” responsables del local se niegan en rotundo a preparar un simple arroz para el indispuesto compañero, Rafael,  con el consiguiente cabreo y malestar de todos nosotros. Tal “delicadeza” excluye al citado “Bareto” de cualquier visita futura a sus instalaciones. ¡Al menos por mi parte!

Acabada la comida, y previo a nuestro regreso a Palencia, visitamos las Iglesias de:
San Martín (
siglo XI). Uno de los templos románicos más completos de toda EuropaDestacan en él sus armoniosos ábsides y cimborrio, sus canecillos e impostas, y en el interior, los capiteles labrados con un extenso repertorio de imágenes sacras y profanas.
San PedroTemplo gótico que se comenzó a construir en el siglo XV, aunque no fue hasta el siglo siguiente cuando recibió su forma definitiva. Posee una torre de cuatro cuerpos, de aspecto rotundo y macizo. Uno de los elementos más interesantes del exterior es la portada renacentista, trazada por Juan de Escalante hacia 1560.

A nuestra llegada al Hotel, a las puertas del mismo, observamos los preparativos para la Procesión del Santo Rosario del Dolor que a punto está de discurrir por allí. Varios de nosotros, entre ellos algún ateo como yo, salimos a ver el “espectáculo”.

La cena de la noche tiene lugar en el Restaurante del hotel. En el instante en que la camarera procede a servir el segundo plato, Don Ginés, disimuladamente, se lanza contra ella provocando que el guisado de conejo, que ésta iba a servirle, acabe esparcido por encima de su camisa y pantalón. La pobre e indefensa camarera, con el rostro enrojecido, solicita el perdón del damnificado y no tiene más remedio que hacerse cargo de las prendas ensuciadas involuntariamente. Previo paso por la lavandería, las mismas, son devueltas al ínclito personaje que con burlona sonrisa se hace el disimulado. La irresponsable actuación del señor de la barba afecta de tal forma a su esposa, Sonsoles, que ésta acabará sucumbiendo a una febril enfermedad en un par de días.

3.  Segunda etapa: Frómista – Carrión de los Condes. (Lunes 25/03/2013).
El día se despierta nuevamente envuelto en negros nubarrones que cubren el cielo en su totalidad y descargan sus aguas sobre el Norte de la Meseta Castellana.

Tras un desayuno pantagruélico, nos acomodamos en el autocar para desplazarnos a Frómista. A las afueras de Palencia, el chófer nos “obsequia” con una inútil vuelta a una rotonda, sin motivo aparente. Recién recuperado el rumbo, recabamos la opinión de nuestro particular meteorólogo (Antonio Gil) sobre las previsiones que nos deparará la jornada de hoy.  Éste, se muestra ligeramente optimista y confiesa que existen ciertas posibilidades de que nos libremos del aguacero, en unas horas. ¡Menudo adivino, jajaja!

Al descender, en Frómista, desembalamos los chubasqueros para cobijarnos de la lluvia,  fina pero persistente, que nos acompañará durante todo el trayecto, hasta empaparnos.

Emprendemos la marcha, caminando, en paralelo a la carretera, por una ancha pista señalizada con unos cotos de piedra, grabados, todos ellos, con la concha de Santiago. Unos partimos de Frómista, otros de Población y la gran mayoría de Villalcazar de Sirga.

Al llegar a Villalcazar, algunos pretendemos visitar la Iglesia de Santa Mª (Templo-fortaleza construida por la Orden de los Templarios a finales del siglo XII, en la transición del románico al gótico. Su estructura quedó seriamente afectada por el terremoto de Lisboa, 1755), pero está cerrada ¡Qué raro!. Para aliviar el disgusto, unos sustituimos la oración en el templo por un buen trago de vino de la bota en el pórtico; otros optan por tomar algo al calor de un Bar; y los más, se deciden por los Almendrados de Villasirga.

Reanudamos la marcha al compás de la lluvia y el viento, que nos persiguen impasibles hasta Carrión, hasta empaparnos de pies a cabeza. Allí, gracias a la diligencia de Pedro y Josep Mª, tenemos reservado un lugar para comer en el Café-Bar Conde Garay. Para aliviar la espera hay quien intenta visitar el convento de Santa Clara (siglo XIII), sin conseguirlo, o la Iglesia de Santa Mª del Camino (Románica del siglo XII)donde sellan la credencial. Mientras, Paco Ortega, Maribel, Antonio y yo, al calor de una estufa de butano, nos secamos, charlamos con los lugareños y degustamos una rubia cerveza.

La comida tiene lugar en un reservado de citado Bar. Viendo cómo mi compañero de habitación (Paco Troya) se decanta por un plato de judías, decido imitar su estrategia a fin de reponer mi arsenal de gases de metano ¡Vaya a ser que se desate la guerra!
El propietario, un tipo chulesco y  engreído, nos escatima el calor de la calefacción y, ante nuestras quejas, pretende de hacernos comulgar con ruedas de molino. Finalmente, y  para quedar bien, nos invita a una copa de un licor de café que deja bastante que desear, pero que me viene al pelo para brindar por nuestro “infalible meteorólogo”. ¡Un amigo!
El buen hacer de los ciclistas y su diligencia a la hora del cobro, nos alivia el final de la comida y abandonamos en local con más pena que gloria, destemplados y mojados aun.

A pesar de las buenas intenciones de nuestros compañeros, exentos todos ellos de cualquier responsabilidad, parece ser que no estamos teniendo demasiado suerte con los mesoneros en las comidas del medio día. 

Accedemos al autocar protegidos por nuestros paraguas, pues la lluvia persiste machacona. Aunque nuestro destino está a la izquierda, el ínclito conductor gira a la  derecha y nos da otra vueltecita a una rotonda, para volver de nuevo al punto de partida. De inmediato, los Peregrinos se sumen en una profunda “meditación” durante la cual el silencio se apodera del habitáculo. ¡Algún mamonazo inmortaliza a los soñadores!

La entrada a Palencia se produce por una zona contraria a la habitual y nos encontramos al otro lado de la vía del tren. Momentos antes, hemos ido despertando de nuestro letargo, al son de las tortuosas murgas de: Bertín, Dyango, Jeannette, Formula V …

Con el hotel a la vista, un escalofrío recorre nuestros cuerpos, al percatarnos de que el autocar no puede acceder al túnel que cruza la vía, por debajo. Entonces, nuestro “no muy espabilado conductor” (en palabras de alguno de los de atrás), inicia una aventura de: calles, cruces, avenidas, rotondas y giros que despeja de inmediato al personal. El choteo se apodera del autocar y las quejas sobre la música y la excursión se hacen patentes. Para sorpresa general, el conductor decide apagar el fuego con gasolina y en lugar de librarnos de la música, nos la planta a todo volumen. Al ritmo de  “UN RAYO DE SOL” estalla el ánimo de los “cantores. Los paraguas se convierten  en micrófonos y, a voz en grito (Paco Ortega a la cabeza), se monta un evento musical que para sí quisiera el festival de Eurovisión. La improvisada excursión eleva los ánimos, llena de carcajadas el autocar y hace que olvidemos los malos tragos de la mañana ¡Viva la música!
Finalmente, el bus turístico consigue cruzar la dichosa vía, los aplausos atruenan a bordo del mismo y damos por concluida la visita turística a la ciudad de Palencia ¡Se acabaron las vueltas! – apostilla nuestro “Fernando Alonso” particular para zanjar el tema.

La indisposición y el malestar general han impedido a Rafael la Peregrinación por tierras castellanas, obligándole a permanecer enclaustrado en el Hotel. Sin embargo, parece ser que ha peregrinado repetidamente de la cama al WC y viceversa. Así mismo, a la hora de la comida, ha debido recorrer un sinfín de Bares y Restaurantes, hasta localizar uno que le preparara un triste plato de arroz hervido ¡Menuda servicialidad la de estos hosteleros!

La cena de la noche transcurre sin ningún incidente reseñable, pues Ginés no se atreve a repetir su actuación y nadie osa usurpar el puesto al actor principal. Alguno que otro empieza a preguntarse… ¿A qué hemos venido? ¿A andar o a comer?


4.  Tercera etapa: Terradillos – Bercianos del Camino. (Martes 26/03/2013).
Por motivos logísticos, de cara al día de regreso, debemos alterar el orden de las etapas y hoy partimos de Terradillos (cuenta la leyenda que un Maestre Templario, antes de su muerte, enterró allí la gallina de los huevos de oro. ¡Tan bien, que aun nadie la encontró!)

Uno ya pierde la cuenta de los grupos y subgrupos que se forman: Terradillos –Bercianos, San Nicolas-Bercianos, Sahagún- Bercianos; y los más curiosos… “Sahagún-Sahagún” y “Palencia- Valladolid”). Imposible dilucidar las distancias que cada uno de ellos recorre, lo que está claro es que también hay prisa por llegar, pues pierdo mi gorra, recién salidos del pueblo, y aunque solo debo retroceder 100 metros para recuperarla, necesitaré “volar” durante 1,5 Km hasta reintegrarme, exhausto, entre los velocistas.

A las puertas de Moratinos,  Antonio y yo nos descolgamos del grupo para cosas más “íntimas”, y no será hasta alcanzar la Iglesia de la Virgen del Puente (en las inmediaciones de Sahagún) cuando nos reagrupemos con Josep y María; más adelante con Evaristo y Ginés, y finalmente con Carlos y David. 

Atravesamos Sahagún escopeteados sin acercarnos a sus principales monumentos (Iglesias románico mudéjares de: San Lorenzo y San Tirso (S. XII) y Santuario de la Peregrina (S. XIII), aunque si pasamos por delante del “Arco de San Benito (1660), (únicos restos que se conservan en pie del antiguo Monasterio de San Benito S. XI).

Al cruzar el río Cea y dejar atrás el pueblo, arrecia la lluvia y nos vemos obligados a protegernos con todo tipo de artilugios: Paraguas, chubasqueros, gorras, pantalones…
A la altura de Calzada del Coto, Zeus nos da una tregua y nos desprendemos de la “capelina”. Antonio se dirige a mí y me comenta con voz melosa y aterciopelada: - Si lo haces con delicadeza te dejo que me la metas (¡la “capelina”, mal pensados!). A lo que yo respondo: - Lo haré con sumo gusto y acto seguido procedo a metérsela (¡la “capelina”, eh!). Entonces, yo le traslado mi propuesta y le digo. – Anda, métemela tu también a mí (¡la “capelina”, digo!) y el actúa con delicadeza. Pero…ingenuo de mí, pues he olvidado el brindis por sus desaciertos meteorológicos, le insto a meterme el paraguas (¡en la mochila, quede bien claro!) y él se venga salvajemente. Introduce el paraguas con violencia desmesurada por la abertura y acto seguido hace intención de abrirlo, con lo cual una varilla se engancha en el agujero y a punto está de provocarme un desgarro en el orificio (¡de la mochila , claro está!

Después de esta experiencia tan maravillosa, se me olvida todo lo que sucede a posteriori y solo recuerdo que Maribel nos recibe con una cerveza en el Bar de Bercianos ¿Tanta cara de felicidad traemos como para recibirnos así y brindar por nosotros!

Desconocemos si por suerte, causalidad o diligencia del chófer, hoy no sufrimos ninguna excursión Palentina y sin rodeos ni pérdidas llegamos puntualmente al hotel.

Los turistas del grupo, dándose un respiro, se han marchado de vista cultural a “Fachadolid”. Con el fin de evitar el descarrío de nuestras mozas, por tierras de “Zorrilla”, hemos “colocado” a uno de nuestros jefes, Paco Ortega, en su vigilancia, con la escusa de que tenía ampollas en los pies. ¡Nada más lejos de la realidad!  Al medio día parece ser que se han puesto tibios de comer  ¡cosa rara! y nos envían una foto vía WhatsApp para vanagloriarse de ello, pero desconocen que los demás también nos estamos poniendo morados y les contraatacamos con imágenes de nuestra opípara comilona.

Por la tarde, algunos decidimos visitar la Catedral de San Antolín (edificio de estilo predominantemente Gótico,  aunque conserva elementos anteriores, de  época visigoda  y románica, y elementos decorativos renacentistas, barrocos y neoclásicos. La construcción se inició en el siglo XIV, siendo la única gran catedral castellana iniciada en esa centuria) y asistimos a un acto único: La Santa Misa Crismal. Toda la diócesis Palentina se halla allí congregada, con su Obispo a la cabeza, para el Santo Oficio. Ante nuestra atónita mirada, curas, curas y más curas van desfilando desde la Sacristía y en procesión se acomodan tras el altar mayor para la bendición de los Óleos. El espectáculo es digno de ver y, más aun, tras observar que el número de individuos con sotana dobla al de los ancianos feligreses. ¡O renovamos la cantera o se muere el negocio!

Abandonado  el templo nos dedicamos a recorrer la ciudad: el Carrión con sus cisnes blancos, la casa del Cordón, la calle Mayor. En ésta última asaltamos una pastelería en busca de almendrados, amarguillos, hojuelas y alguna que otra torrija, para despejar dudas sobre el motivo de nuestra visita Peregrinación: ¡Comer. Comer y comer!

Por la noche debemos preparar las maletas, pues al día siguiente nos trasladamos a Carrión de los Condes (Durante la Alta Edad Media, fue una de las ciudades más importantes de los reinos cristianos y en ella se celebraron cortes y sínodos. El municipio es conocido por sus monumentos románicos y góticos, entre los que destaca el Pantocrátor de la iglesia de Santiago, una de las cumbres del la escultura románica)

Por si alguien una tenía alguna duda, que quede bien claro bien el motivo de alojarnos allí no es el ayuno y abstinencia, pues seguimos comiendo como osos hambrientos.

5.  Cuarta etapa: Bercianos – Mansilla de las mulas. (Miércoles 27/03/2013)
Aunque parezca mentira el cielo amanece encapotado.

Dejamos a los ciclistas en Terradillos y al apearnos en Bercianos, antes de emprender el camino, debemos protegernos de nuestra compañera de aventuras, la lluvia.

Fiel a su cita, como no podía ser de otra manera, María Ocaña mantiene bien alto el listón de las féminas. El devenir de la jornada transcurre entre el ir y venir de la lluvia y el trasiego de quitar y poner chubasqueros.

A la entrada del Burgo Ranero, David decide probar la fortaleza de sus espinillas y se lleva por delante uno de los cotos de granito que delimitan el Camino. ¡Ay! Un lleve quejido nos avisa de su accidente, pero declinamos ralentizar la marcha en vista de que el coto permanece anclado al suelo. De la pierna del mozo nadie hace mención ¿Para qué? ¡Lo que no mata hace más fuerte! Y el chico sigue vivito y coleando. ¡Una simple rozadura!

Los miembros de la avanzadilla: Evaristo, Carlos y Ginés pierden el rumbo y solicitan nuestra ayuda. Para sorpresa nuestra, piden una reagrupación cuando han sido ellos los que nos han dejado abandonados Kms antes. Accedemos a su petición y les esperamos en el pórtico de la iglesia del pueblo. Allí dentro, el cura del pueblo oficia una multitudinaria misa a la cual asisten dos mujeres y un peregrino. Percatados de la situación abandonamos el lugar antes de que acabe el citado evento, no vaya a ser que nos arrastre la marabunta de feligreses en el momento de abandonar el templo.

¡Qué pardillos somos! Apenas reanudamos la marcha vemos como los “perdidos” se desentienden nuevamente de nosotros y ¡Si te he visto no me acuerdo!  Vuelven a las andadas y… ¡Adiós muy buenas! ¡Aquí os quedáis!

A día de hoy Rafael ya es un hombre de provecho y ha dejado de irse las patas abajo. Mientras camina al ritmo que marca el grupo intermedio, va plasmando con su cámara imágenes del los lugares por donde transitamos, para hacer la competencia a su maestro y mentor, Antonio Gil.

Mientras nosotros sufrimos las inclemencias meteorológicas, la avanzadilla se pone morada de tapas y cervezas en el Bar de Reliegos: chorizo, morcilla, tortilla y otros manjares llenan sus panzas. ¡Dios mío, cualquiera diría que no hemos comido en tres días! Bien es cierto que son ellos los que contribuyen a mantener el negocio de los humildes posaderos, pues nosotros tenemos el bolsillo más seco que la mojama y el puño más cerrado que la verja de un presidiario, y pasamos de largo.

En Reliegos, Ginés se descuelga del grupo ante la amenaza inminente de lluvia y se acomoda en el autocar al lado de Sonsoles, que ha sustituido a Rafael en el papel de enfermo de turno (enferma en este caso).

El trayecto hasta Mansilla supone un nuevo remojón para los Peregrinos. De tal guisa llegamos empapaditos al Bar, donde nos espera  el cocido Leonés reservado por Mª Ángeles.  De nuevo la voracidad se apodera de todos nosotros y damos buena cuenta de: fideos, garbanzos, pies de cerdo, lengua, carne, chorizo, flanes, natillas, etc… ¡Vaya manera de comer ¡ ¡La gran mayoría no valdríamos para Etíopes!
Para acabar de rematar la faena, Mª Ángeles nos obsequia con una inmensa caja de galletas elaboradas por su madre, las famosas “Sequillas Leonas”. El exquisito manjar es engullido vorazmente por el personal a pesar del atracón provocado por el cocido.

De vuelta a Carrión nos alojamos en el Monasterio de San Zoilo (S. XI-XVI) Destacan su magnífico Claustro plateresco, sus tumbas Condales, su altar mayor  y su Biblioteca).
La austeridad de las habitaciones del citado lugar invita al ayuno y recogimiento, pero queda del todo descartado que dicha “invitación” vaya nosotros.

Conforme al refranero castellano que dice: “De bien nacidos es ser agradecidos” … nosotros lo somos. Por ello, en pago a las horas empleadas por Josep Ferrer en la organización de viaje: reservas, hoteles, comidas, etc. … procedemos a entregarle un pequeño obsequio cuyo único objetivo consiste en comprar su voluntad y sembrar las bases de cara al próximo año. ¡Nadie lo hará mejor Josep, así que ya sabes….!  

La pertinente “excursión” nocturna a Carrión nos lleva a visitar los Bares del lugar y a retomar el tapeo y las cervezas. Algunos, incluso, cenan copiosamente como si no hubieran comido al medio día. ¡Jesús que pandilla de buitres leonados!

6.   Quinta etapa: Carrión – Terradillos de los Templarios (Jueves 28/03/2014)
Después de cinco días de generosos desayunos, abundantes comidas y opíparas cenas (tapeos aparte), afrontamos la última etapa de la aventura del 2013 con la esperanza de tener, por fin,  una jornada en “seco”. Aunque el cielo sigue encapotado, la densidad de las nubes y algún que otro claro en el horizonte nos invita al optimismo.

Como ya viene siendo habitual, últimamente, nos dividimos en tres grupos:
A)  Que completará todo el recorrido previsto, Carrión-Terradillos.
B)  Que realizará el trayecto Carrión- Calzadilla de la Cueza.
C)  Que se dedicará a las visitas culturales: Monasterio y pueblo. Entre los componentes de este grupo se halla Sonsoles, aquejada de una enfermedad febril ¿gripe? que le produce malestar general ¿Será que sintió envidia de Rafael y quiere ocupar su puesto?

Los grupos A i B inician la marcha, con una hora de diferencia más o menos,  en dirección a Calzadilla de la Cueza, primero por la carretera y posteriormente por un interminable camino de concentración parcelaria más largo que un día sin pan. Perdidos en la amplia llanura Castellana, los anegados campos de cereales chorean agua hacia las cunetas y éstas a su vez hacia riachuelos y ríos. Transcurridas más de dos horas de monótona caminata, tras una pequeña subida, el campanario de la Iglesia de Calzadilla nos anuncia la proximidad del poblado y el final de la recta sin fin. Poco a poco la torre va descubriéndose a nuestros ojos hasta hacerse completamente visible y con ella el edificio entero. Momentos después, con los primeros rayos solares, en cuatro días, sobre nuestras cabezas, al final de una bajada, nos topamos con las primeras casas del pueblo.

Antes de cruzar el mismo, los del grupo A, hacemos una parada para reponer fuerzas e informarnos de la situación del grupo perseguidor (B). Nuestros compañeros de fatigas van por detrás y debemos acomodarnos a su ritmo para sincronizar la llegada a la meta. Hoy el tiempo apremia y es necesario calcularlo con exactitud para evitar problemas de horario con el conductor y llegar a casa a una hora prudente y sin contratiempos.

Mientras los dos primeros grupos caminamos hacia nuestro destino, los del grupo C se han quedado en el Monasterio para visitar en conjunto monástico. En él destaca un magnífico Claustro (proyectado por Juan Badajoz el Viejo en 1537 y concluido en 1604 con la participación de importantes artífices que levantaron sus muros y labraron su profusa ornamentación de padres de la Iglesia, profetas, patriarcas, jueces, sacerdotes, heroínas, así como personajes del Nuevo Testamento - apóstoles y evangelistas- y civiles - reyes, reinas, emperadores y emperatrices - además de pontífices, cardenales, doctores, monjes y santos. De dos alturas, el claustro inferior se articula con cinco arcos apuntados entre gruesos contrafuertes prismáticos, mientras que el superior se abre con arcos de medio punto. El claustro se comunica con la iglesia a través de un portada en arco rebajado entre columnas abalaustradas.

A las puertas de Santa Mª de Tiendas, los del grupo A, nos topamos con unos ancianos que caminan por la carreta en dirección contraria a la nuestra. Desconocedores de la realidad que nos espera, dudamos de la sensatez de los irresponsables abuelos que pasean por el arcén de la carretera, en lugar de hacerlo por el camino. Un par de Kms más adelante descubrimos el motivo de su inteligente decisión. Fruto de las copiosas lluvias de las últimas semanas, el río Cueza (que da nombre a la zona) baja con un caudal desconocido y se ha desbordado, a la altura de un puente, anegando campos de cultivos y nuestro camino ¡Ignorantes de nosotros! Aquí está el motivo por el cual los sabios mayores circulan por la carretera y no por el camino. ¡Del viejo el consejo! dice el refrán. Acorralados por el agua que impide nuestro avance, nos vemos en la encrucijada de retroceder cientos de metros o saltar la cuneta, con el consiguiente riesgo de remojón. Finalmente decidimos practicar el salto de longitud y, uno tras otro, vamos haciendo gala de nuestras dotes de saltarín. Todos menos María, que decide no tentar a la suerte y, tras despojarse de botas y calcetines, cruza el charco tranquilamente y sin sobresaltos.

Reemprendemos la marcha e iniciamos un pequeño ascenso desde el cual divisamos, abajo, Ledigos y, al fondo, el final de nuestra aventura, Terradillos.  

Como no podía ser de otro modo, la lluvia decide acompañarnos hasta última hora y hace de nuevo acto de presencia, lo que nos obliga a desenfundar nuevamente las capelinas.

A la salida de Ledigos, Carlos se descuelga del grupo delantero y se muestra incapaz de seguir nuestro ritmo. Después intentará achacar su debilidad a la aparición de llagas en los pies. La ausencia de imágenes que demuestren la veracidad de tal achaque es motivo suficiente para dudar de las supuestas llagas. ¡Ver para creer como decía Santo Tomás!

Concluida la semana de pasión, solo 7 magníficos (María, Josep, David, Evaristo, Antonio, Carlos y yo) somos candidatos a la Compostelana, al ser los únicos que hemos completado todo el recorrido del Camino, a día de hoy.  Si acaso, incluiremos  a Rafael entre los “valientes”, pues sólo se ha perdido una etapa a causa de su precario estado físico. Para celebrar el final de nuestra Peregrinación, por este año, nos cobijamos en el Bar del Albergue y allí, al calor del fuego, intercambiamos pareceres con los Alberguistas mientras degustamos una cerveza a la salud de Antonio Gil, que ejerce de “pagano”.

Acomodados todos en el autocar retomamos el camino de regreso, con la esperanza de que nuestro “espabilado conductor” interprete correctamente los carteles de la autopista y no se pierda nuevamente. ¡Que los Dioses nos acompañen!

El largo trayecto que nos separa de Terrassa da paso a múltiples anécdotas y amenas conversaciones de contenido variado. Así mismo, producto de la “hambruna” atrasada de estos días (¡Dios mío que ogros!) suplicamos a los guardianes de las galletas, elaboradas por la madre de Antonio, procedan al reparto ¡Vaya a ser que se estropeen por el camino!

Hacia las once de la noche, del día de marras, hacemos nuestra entrada en Terrassa, sanos y salvos, y… ¡Milagrosamente!... sin una sola pérdida por el camino. Eso sí, algunos despistados olvidan ciertas pertenencias en el autocar: Una chaqueta, una cámara de fotos, un pañuelo… etc.  ¡Nada irreparable… mientras no sea la cabeza!..

Fotos de Camino de Santiago 2013. (Blog de GRManía). Camino de Santiago de Santiago 2013. (Blog Antonio Gil)